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domingo, abril 22, 2012

Paul y el empresario

publicado en Búsqueda 19 de abril 2012
Los uruguayos y los yoruguas, los jóvenes y los veteranos, los de izquierda y los de derecha, todos, quedamos encantados con la llegada de sir Paul McCartney al Uruguay.

El ex Beatle, una leyenda viviente de la música de todos los tiempos, pisando la grama del Estadio Centenario. El Uruguay, el “paisito”, “la tacita del Plata”, recibiendo a un “grande”.

Uruguay no está en el radar de los grandes artistas mundiales. Su diminuto tamaño, su lejana ubicación y su bajo poder económico, hacen que las escalas por estas latitudes no sean atractivas ni rentables para los popes de la música mundial. Se suma además nuestra mala fama como organizadores, de hacer las cosas a medio pelo y no contar con un público entusiasta.

Sin embargo, todos estos obstáculos fueron superados, y los entendidos reconocen que fue el mejor espectáculo musical en la historia de este país. Todo se hizo en forma justa, armónica y con una ejecución casi perfecta. Funcionó bien la venta de las entradas, el acceso al estadio, la ubicación de cada espectador, la visibilidad, el sonido y la salida. Hasta se montó una cocina completa bajo la Tribuna Ámsterdam para alimentar a Paul y a su equipo, debiendo armar una compleja logística para entregar un servicio de primera, acorde a la dimensión del artista que nos visitaba. 

Y se estuvo a la altura – a la gran altura – de las circunstancias.

Entre tanta emoción, son pocos los que destacan un hecho fundamental: sir Paul McCartney llegó a Uruguay gracias a que un Empresario tuvo la idea (la loca idea) de traerlo. Buscó información, fue persuasivo y persistente, exigió calidad a sus proveedores, arriesgó varios millones y también su prestigio. Pero lo trajo. Nadie cuestionó que Paul cobrara unos tres millones de dólares por su actuación, porque sus talentos y sus virtudes así los valida el mercado. Y a todos les pareció lógico que hubiera entradas de $ 900 y otras de $ 15.000 y que cada persona decidiera libre y voluntariamente hacer su propia ecuación de costo beneficio para decidir a qué lugar ir. Sé de gente “pobre” que fue a ubicaciones muy buenas y de gente “rica” que se conformó con las populares. Así es el mercado: cada uno define cómo distribuye sus altos o menguados ingresos.

Son los empresarios, no los burócratas, no los sindicalistas, no los políticos,  los que nos hacen llegar productos y servicios que satisfacen nuestras necesidades. Son los empresarios los que investigan, innovan y arriesgan para hacernos la vida más confortable a través de intercambios libres y voluntarios de valor por valor. Lo hacen cuando nos ofrecen un iPad, una completa plataforma de gestión como Google, un robot Da Vinci para salvar vidas y a un Paul McCartney para deleitarnos con su música, su don de gentes y su arte.

A pesar de este insustituible papel “muchos miran al empresario como el lobo que hay que abatir; otros lo miran como la vaca que hay que ordeñar y muy pocos lo miran como al caballo que tira del carro”.(1)

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(1)      Frase de Sir Winston Churchill
(2)      El autor es Abogado, Máster en Administración de Empresas, Director del Instituto de Innovación y Desarrollo Emprendedor de la Universidad de la Empresa (UDE) y co-fundador de INICIADOR Montevideo, ONG que promueve el “Emprendizaje”: aprender a emprender.




martes, abril 17, 2012

¿Quiénes irán a Irán?







La función de los gobiernos de primera es similar a la de los buques rompehielos o barre minas: despejan el camino de obstáculos para que los buques mercantes (capitaneados por empresarios), asuman los riesgos propios de su profesión y lleguen a acuerdos ganar – ganar con sus colegas de otros países. También los gobiernos de primera construyen puentes (físicos o políticos) con otros países de primera, para que transiten por ellos personas, conocimientos y mercaderías que agreguen valor a ambos lados de esa construcción.

Uruguay parece estar tendiendo puentes con Irán y poniendo obstáculos a nuestra larga relación con Israel. Israel es el único país verdaderamente democrático en todo el Medio Oriente; el que desarrolla tecnología de punta en decenas de disciplinas, el que ha dado hijos que recibieron varios Premios Nobel y el país que respeta los derechos individuales de las mujeres, los extranjeros y los emprendedores. De Israel y de su gente, parece que tenemos mucho que aprender. De Irán …

Si de invertir se trata, en Israel es mucho más fácil emprender un negocio que en Irán. Israel figura en el lugar 34 del Ranking del Doing Business del Banco Mundial, mientras Irán está en el puesto 144. En la categoría Protección de inversiones (Israel 5, Irán 166), Acceder al crédito (8 vs. 98) y Pago de impuestos (59 vs. 126). Israel es un país menos corrupto que Irán según Transparency International (2,7 vs. 5,8); y también se destaca en el Índice de Libertad Económica (48 vs. 171); en el Índice de Desarrollo Humano (17 vs. 88), en Educación (0,907 vs. 0,640), y en todos los rankings que se lo quiera comparar con Irán. Irán le gana a Israel en discriminación a las minorías, asesinatos a pedradas a mujeres infieles y en fanatismo religioso. Pero tienen petróleo.

 ¿Qué tipo de empresarios uruguayos querrán hacer negocios con Irán? Probablemente  aquellos que quieran vender casas pre-fabricadas, o libritos de cuentos a ochocientos dólares cada uno, o alguno  que pretenda obtener un permiso de pesca en el Golfo Pérsico a cambio de una nueva banda presidencial para el Presidente Mahmoud Ahmadinejad
En los países de primera los emprendedores hacen negocios con otros emprendedores sin pedirle permiso a sus gobernantes ni deberles ningún favor. El hacer negocios con países de primera no sólo tiene un rédito económico sino otro moral: se aprende a cerrar acuerdos con un apretón de manos, a respetar los contratos, a trabajar con calidad y a mirar los negocios con mentalidad de abundancia, no de escasez.
Durante la crisis del 2002, miles de uruguayos emigraron a los Estados Unidos de George Bush (h) y a la España de José María Aznar, en busca de las oportunidades que aquí les eran esquivas y que el sistema democrático y de libre mercado que rige en esos países les ofrecían. 

Otros muchos se fueron a Israel a estudiar, a trabajar o a emprender. Que yo sepa, nadie se fue a Cuba, ni a Venezuela, ni a Irán. Por eso me pregunto: ahora, con estos nuevos “puentes”, ¿quiénes irán a Irán?

Guillermo Sicardi, MBA

publicado en Semanario Búsqueda el jueves 12 de abril de 2012

sábado, abril 07, 2012

Emprender o Depender


En el año 2010 se dieron en Uruguay dos hechos muy opuestos: por un lado, el Banco Santander convocó al Primer Concurso para Emprendedores Universitarios en cuyas bases se pedía presentar un Plan de Negocios (bastaba con una idea a desarrollar)  y que el equipo fuera de tres miembros, donde al menos uno de sus integrantes fuera estudiante universitario o graduado con menos de tres años de antigüedad.

Por otro lado, el Parlamento hizo un llamado público para cubrir el cargo de Ujier, una mezcla de portero, mozo y cadete que se encarga de llevar expedientes de un lado a otro y atender a los Legisladores, asistentes y visitantes cuando concurren al Palacio Legislativo.

El primer llamado era para emprender. Convocaba a las personas académicamente más formadas y que pertenecen a los estratos mejor posicionados de nuestra sociedad: los universitarios. Era un llamado a aportar ideas, surgidas de mentes sembradas e impulsadas por jóvenes ávidos de poner tus talentos, conocimientos y virtudes en acción.

El otro llamado era para depender. Se convocaba a un cargo de poca relevancia, con poco presente y nulo futuro. Un puesto que no demanda habilidades cognitivas de ningún tipo, ni capacidades especiales para resolver problemas, ni demandas para crear, innovar o agregar valor. Eso sí, era un cargo muy seguro, con poca exigencia y extremadamente bien remunerado.

Las cifras: al llamado a emprender se presentaron 15 proyectos completos (con todos los requisitos) y menos de 50 en total; al llamado a depender se presentaron 170.000 jóvenes menores de 30 años.
Una batalla que enfrenta a 170.000 personas de un bando contra 15 del otro bando, es una lucha perdida en cualquier campo de batalla. Quince emprendedores jamás podrán derrotar a 170.000 depredadores. 

Cuando hace unos años estuve reunido con Thomas O'Malia, Director del Lloyd Greif Center for Entreprenerial Studies de la University of Southern California (USC), le pregunté cuáles eran las claves para que haya más emprendimientos en una sociedad, puesto que en la zona de Los Angeles, se concentran la mayoría de los emprendimientos gracias al Silicon Valley, Hollywood, el comercio con oriente, etc. Me dijo que son necesarios tres requisitos:

Una CULTURA de emprendimiento. Un emprendedor debe ser un individuo bien visto por el valor que agrega a la sociedad con la innovación, la inversión, la creación de empleo y la calidad de vida que mejora en su entorno.

Una INFRAESTRUCTURA adecuada. Hay que facilitarle las cosas al emprendedor, desde los trámites burocráticos para crear su empresa, preparar su plan de negocios o conseguir financiamiento.

Una buena RED DE CONTACTOS. Los emprendedores tienen que conocerse, sus éxitos tienen que conocerse y también la red de contactos que impulsan el proyecto a otra velocidad.

Poco de esto sucede en Uruguay. Mientras le sigamos dando ejemplos a nuestros hijos que es mejor depender que emprender, que es mejor ser Ujier a empresario y que no es tan malo ni estudiar, ni trabajar, no sólo la batalla estará perdida, habremos perdido la guerra.

Es el libre mercado, estúpidos


Durante la campaña por las elecciones de 1992, George Bush (padre) tenía todas las chances de ser reelecto, venía de terminar la Guerra Fría y ganar la Guerra del Golfo, llegando a tener un 90% de popularidad. Bill Clinton era el contendiente y buscaba argumentos sólidos para derrotar a su rival. Su jefe de campaña anotó tres: cambio vs. más de lo mismo, el sistema de salud, y “la economía, estúpido”. La frase “es la economía, estúpido” se popularizó rápidamente y fue parafraseada para remarcar cosas evidentes como “es la matemática, estúpido”, “es la seguridad, estúpido” o “es el educación, estúpido”.

Carlo Cipolla, historiador económico italiano, clasifica a los individuos en “Inteligentes” si buscan su propio beneficio y el de los demás y en “Estúpidos”, si sus conductas les provocan un daño a sí mismos y a su vez, perjudican a otros.
Cuando Argentina cierra en sus fronteras para “proteger la industria nacional” e impedir  importaciones desde Uruguay y otros países, comete una estupidez: perjudica a sus ciudadanos (a quienes obliga a comprar productos peores y más caros), a la vez que perjudica a los emprendedores uruguayos (que no pueden vender productos mejores y más baratos). 

Todo lo que atenta contra el Libre Mercado, contra la libertad del consumidor a elegir qué y cuánto consumir, y contra la libertad de los emprendedores de organizarse para satisfacer esas necesidades, es una reverenda estupidez. El emprendedor busca su beneficio personal, pero sólo lo encontrará si logra darle un beneficio a sus potenciales clientes, de lo contrario, nadie le comprará. 

Por eso fue una estupidez darle el monopolio a Conaprole para vender sus productos en exclusividad en Montevideo, obligándonos a consumir un Yogurt agrio y mal envasado e impidiendo a empresas como Claldy, Prili o Danone, ofrecer sus productos en la Capital. Esa “protección” a Conaprole lo único que logró fue dormir su espíritu emprendedor. El cambio de aquel simplote yogurt a sus actuales exquisitas variedades, se logró gracias al libre mercado y a la sana competencia, que azuzó los talentos emprendedores de sus miembros, adormecidos por el monopolio proteccionista.

El problema principal de Uruguay no es Argentina y sus “transitorias” medidas proteccionistas, sino que el gran problema es que nuestros gobernantes latinos no creen en el Libre Mercado, no creen en el capitalismo, no creen en la figura del emprendedor como factótum de la sociedad, ni en la libertad de cada ciudadano para dirigir sus propias vidas. Por eso apelan a un “Estado paternalista” que “redistribuya las riquezas”, que nos “regale” educación, salud y vivienda (aunque de pésima calidad), en vez de “eliminar obstáculos al crecimiento”, que es justamente lo que se encarga de medir el Ranking Doing Business del Banco Mundial, donde Uruguay sale muy mal parado.

Parece que los estatistas de ayer, de hoy y de siempre, están entendiendo -gracias a Argentina-  las bondades del libre mercado y los perjuicios del intervencionismo. A ellos les decimos: aprendan la lección de una vez: quienes generan riqueza y prosperidad son los emprendedores y éstos necesitan un buen sistema donde nacer y crecer. Ese sistema “es el libre mercado, estúpidos”. Algún día se tenían que avivar.