La Iglesia Católica pierde adeptos día a día. Existen muchas razones para explicar este fenómeno, pero hay dos que deben justificar gran parte de este asunto por lo inverosímiles que resultan: la resurrección de Jesús y la virginidad de su madre.
Estos dos “cuentos” que van en contra de toda lógica y de toda ciencia, desacreditan por completo la prédica del potente
mensaje SIMBÓLICO que ambos encierran.
Empecemos por el
nacimiento de Jesús. Se nos dice que nació por “la gracia del Espíritu Santo”, que María, su madre, no tuvo sexo con su marido, sino que la “semillita” se la puso Dios. Esto no lo cree ni un niño de 6 años, quien ya a esa edad juega con muñecos didácticos con “pitito” y “pancita”, para que vaya sabiendo que él, como todos los demás niños, no los trajo la Cigüeña ni salieron de adentro de un repollo.
Al recurrir a estas historias, la Iglesia destruye el hermoso mensaje simbólico que encierran: la capacidad del ser humano de crear con sus propios pensamientos, deseos yl amor, así como la capacidad de superar adversidades, "renaciendo" de las cenizas como el Ave Fénix.
Mi interpretación simbólica es la siguiente: María y José tenían tantos deseos de tener un hijo, tanto pensaron y tanto amaron a esa criatura, que sus solos pensamientos lograron crear el hijo que ambos anhelaban, sin necesidad del trabajo físico (en este caso el acto sexual), sino a puro trabajo mental.
Hoy que está de moda el Libro El Secreto y la Ley de Atracción, podemos ver cómo desde los tiempos de Hermes Trimegisto se menciona el poder de
los pensamientos POSITIVOS para crear o atraer objetos materiales en el mundo real. De hecho, la creación tiene dos momentos: uno mental y otro material. El Arquitecto primero crea una imagen mental del edificio a construir, luego traza los planos y por último comienza a poner la primera piedra.
Cuando esa idea está clara en la mente del hombre y le agrega su voluntad y pasión, el Universo se alinea de tal manera que la transforma en realidad. El rezo, en definitiva, es un pedido al Universo para que éste se confabule a nuestro favor y así las cosas se vayan logrando sin mayor esfuerzo. Hoy la ciencia lo explica con la física cuántica.
En el otro extremo de la vida, la muerte. Y luego de la muerte, la resurrección. Un hecho que científica y biológicamente sólo lo logró el Dr. Frankenstein gracias a la magia de Hollywood; y hasta el mismo niño de 6 años (que no se creyó lo del embarazo sin sexo), tampoco cree en “El Hombre que volvió de la muerte”, recordada serie de Narciso Ibáñez Menta.
En cambio el
SIMBOLISMO de la resurrección es realmente muy potente y válido. Las personas morimos varias veces durante nuestras vidas: mueren nuestras relaciones de pareja y resucitamos con una nueva, morimos al perder un trabajo y resucitamos con otro aún mejor.
La capacidad de
terminar una etapa y comenzar otra, con una “nueva vida”, es esencial para el bienestar del ser humano. Y esta actividad no tiene nada de “divina”, ni es sólo para el hijo de Dios; es para todos los mortales. Dice
Paulo Coelho:
“Siempre es necesario saber cuándo se acaba una etapa de la vida. Si insistes en permanecer en ella, más allá del tiempo necesario, pierdes la alegría y el sentido del resto. Cerrando círculos, o cerrando puertas o cerrando capítulos; como quieras llamarlo. Lo importante es poder cerrarlos, dejar ir momentos de la vida que se van clausurando”.
Me parece que sería mucho más positivo que la Iglesia se focalizara en el simbolismo de la Resurrección y que no siga insistiendo con la resurrección per sé. Es mucho mejor ver a Jesús como un HOMBRE, con facultades personales excepcionales –y también con sus debilidades – en vez de verlo como un ser extraterrestre, que nace sin la intervención de un padre y que puede resucitar como un monstruo de película.
Además la celebración de las Pascuas
no es de origen religioso sino secular. La palabra "Pascua" viene del nombre anglosajón de una diosa que personificaba la primavera. Fue esta fiesta pre-cristiana la que nos dio el Conejo de Pascua (un símbolo de la fertilidad) y los huevos de Pascua, cuyas marcas brillantes representan los colores de la salida del sol. La Pascua original celebraba el regreso del calor, de la luz solar, y de las hojas verdes después de un largo invierno. Era una celebración de la alegría de vivir en la tierra. En cambio la Pascua cristiana es una fecha para recordar el sufrimiento y el auto-sacrificio. Totalmente lo opuesto.
Por eso las Pascuas están entre lo absurdo y lo sublime. Lo absurdo de creer en actos totalmente contrarios a la razón y lo sublime de trasmitir un mensaje simbólico para la elevación y superación del ser humano, sea cual sea su condición y sin necesidad de contar con dones sobrenaturales.
Sería mucho más coherente que la Iglesia nos intentara convencer de las bondades de su prédica
apelando al uso de nuestras mentes y no de nuestros miedos irracionales. Después de todo, si Dios le puso mente al hombre fue para que la use, no para que la anule con misticismos, falacias y fetiches.
Guillermo Sicardi