por Guillermo Sicardi *
publicado en Búsqueda, jueves 01 noviembre de 2012
Otra vez más vuelve a ser el sector privado el
que carga con los platos rotos de los errores del Estado.
Por culpa de un gobierno (como tantos otros) que
no puede controlar la inflación (porque no puede controlar a los sindicatos y
sus demandas de más y más salarios); que no puede controlar el gasto público
(porque no se anima a hacer la prometida reforma del estado); ni quiere dejar
de repartir limosnas entre miles de incautos (para asegurase votos fáciles), ahora
quiere enmendar la plana congelando los precios de 200 productos básicos de la
canasta familiar.
Para ello ha salido a negociar (¿presionar? ¿pedir
favores?) con los supermercados, porque es más “políticamente correcto”
mostrarse duro con los “ricos supermercados” que con las “pobres Pymes” productoras
de esos 200 alimentos rebajados; ya que en última instancia serán ellas las que
pagarán esta embestida estatista.
Cambadu no aceptó la propuesta. Lo bien que
hizo. No hay que entrar en “transas” con ningún gobierno, ni intercambiar
“favores” para fijar los precios de los productos. Esta es la función que
cumple el mercado a través de acuerdos libres y voluntarios, no por necesidad y
menos aún por coacción. Ni los empresarios, ni los consumidores, queremos a un
Guillermo Moreno.
Ya estamos viendo (y sufriendo) lo que sucede
cuando se intercambian “gauchadas” entre gobernantes y empresarios: “favor, con
favor se paga”. En los países de primera los ciudadanos se compran sus pasajes
en barco, tren o avión a precio de lista para ir a votar por sus candidatos y
no con precios rebajados por los empresarios del transporte para favorecer a un
candidato determinado. Si quieren apoyar la campaña de un Partido que lo hagan
donando dinero en forma transparente y luego será ese Partido el que le
subsidie los pasajes baratos a sus votantes.
En los países de primera los empresarios
tampoco se encargan de comprarle la Banda Presidencial al Presidente electo y
menos aún, éste a recibirla. Ellos entienden que mantener el sistema
democrático y republicano tiene sus costos, pero son gastos que los
contribuyentes pagan con gusto. Lo que no pagan con gusto son los despilfarros,
los costos ocultos de la mala administración o los privilegios inmerecidos que reciben
unos cuantos.
En el año 2002 los uruguayos fuimos
protagonistas de una película de terror, donde una crisis ajena nos hizo
temblar de miedo al ver perder empleos, clientes e ingresos y sobre todo viendo
como nuestras familias se desmembraban por la emigración. Sin embargo, los
privilegiados empleados públicos (y sus primos hermanos los bancarios), vieron
la película de la crisis comiendo pop y tomando Coca Cola en una sala con aire
acondicionado. Ninguno se asustó con Freddy Krueger. Es que ellos no tienen ni
idea lo que es un Martes 13.
Ante esta nueva película de terror que se está
por estrenar y se titula “Inflación”, el gobierno debería dejarse de congelar
precios a los privados y sí congelar los privilegios de los empleados públicos:
menos cantidad, menos sueldos faraónicos, menos licencias pagas, menos haraganería,
menos malos tratos, menos aguinaldos y mejores servicios y resultados. Sobre
todo esto último: muchos mejores servicios y muchos mejores resultados.
1 comentario:
Creo que el tema de congelar precios es un tema delicado y son muchos los sectores perjudicados. Hace poco he comprado Pasajes a Europa y tuve la suerte que fuera antes de la crisis que apareció luego
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