ES LA HORA DE LA MADRE DE TODAS LAS REFORMAS
por Guillermo Sicardi | Semanario Búsqueda | jueves 7 de abril de 2022.
Fracasada la intención del PIT-CNT y el Frente Amplio de ponerle un palo en la rueda al gobierno a través del uso (y abuso) del mecanismo de referéndum contra la L.U.C., es hora que el gobierno gobierne y se encargue de los temas cruciales que el país demanda.
Si bien la LUC trajo elementos útiles y mayor libertad en algunos aspectos para los ciudadanos, está lejísimo de ser el buque insignia de un proyecto que realmente quiera hacer las transformaciones de fondo que se vienen postergando desde hace años. Hay que encarar de una vez por todas la tan mentada “madre de todas las reformas”; la reforma del Estado.
El gobierno salió fortalecido por el apoyo popular y la imagen del presidente es alta y confiable. No se puede seguir perdiendo el tiempo navegando sobre lo políticamente correcto inspirados en un keynesianismo de buenos modales.
Hay que achicar el Estado que es gordo, soso, pesado y caro. Está más cerca de ser el enemigo de los ciudadanos productivos y protector de aquellos que viven bajo la ley del mínimo esfuerzo y el máximo de satisfacción. Esto no es justo, solidario ni deseable.
Ya no hay más excusas para cerrar la división portland de Ancap, un engendro que jamás debió existir y mientras existió dilapidó recursos de los ciudadanos, no del Estado. El Correo pierde 30 de millones de dólares por año prestando un servicio espantoso mientras sus competidores privados crecen y dan satisfacción a sus clientes. Y la mejor idea que tienen sus autoridades para revertir esta penosa situación es exigir a los entes públicos a repartir las facturas en papel casa por casa. Es evidente que en el Correo no se acabó el recreo.
El fracaso de la educación estatal es notorio; abandona el 60% de los liceales porque entienden que lo que reciben como formación no les sirve para nada. Luego terminan trabajando como distribuidores para el narcotraficante del barrio, recibiendo buena paga, prestigio y protección. De forjarse un futuro a través del trabajo fecundo y del uso de talentos y virtudes que la educación estatal no les provee, es cosa del pasado remoto.
La izquierda, a nivel global, ha invadido el Estado, lo ha cooptado y puesto a su servicio. Lo llenó de militantes rentados con fondos públicos y regulaciones mañeras, que les permite un manejo discrecional y sesgado de la cosa pública, dónde se mezclan intereses políticos, sindicales o económicos que hay que desarmar cuanto antes y cortarlos de cuajo.
Si el costo de mayor libertad para la formación de seres individuales, libres, independientes y útiles implica un conflicto directo con los sindicatos, pues habrá que dar esa batalla, como la dio Margaret Thatcher en su momento, soportando durante un año entero la huelga de los mineros del carbón, a quienes les torció el brazo y eso permitió hacer las reformas que la Gran Bretaña demandaba. Quien no entienda la gravedad del asunto y no tenga el coraje para enfrentar esta batalla cultural, que de un paso al costado.
A nivel comercial hay que eliminar regulaciones absurdas que dificultan la tarea de los emprendedores, de los creadores de riqueza, de los que arriesgan su dinero y su capital, en especial para los micro y pequeños empresarios, tal y como lo destaca claramente el argentino Dr. Gerónimo Frigerio el libro “Simple”, de lectura obligatoria para la casta política y sindical vernácula. Y si queremos que haya más empleo y de más calidad, también habrá que flexibilizar las leyes laborales, las que -paradójicamente- terminan perjudicando al trabajador que procuran defender.
Uruguay tiene que mirarse en los ojos de Argentina, de Chile, de Perú y no caer en los mismos errores, donde las políticas populistas y estadistas han sido un total y absoluto fracaso, como también lo fueron los tímidos cambios gradualistas que en algún momento intentaron hacer los gobiernos de Macri en Argentina o Piñera en Chile. Hay que ir a fondo o no ir.
Uruguay realmente puede ser la nueva Zelanda de América; pero mientras nuestros políticos estén más preocupados en controlar absurda e inútilmente el precio de la carne o de la harina en vez de abrirnos a los mercados del mundo, eliminar burocracia, bajar impuestos y facilitar una educación moderna y de calidad, seguiremos siendo el mejor entre los peores de la región, cuando tenemos todas las condiciones para estar entre los mejores del mundo.
El momento de los cambios es ahora, con convicción y sin miedo. Recordemos el mensaje que el pensador Ortega y Gasset le diera a nuestros hermanos argentinos en 1939, pero prácticamente nunca lo aplicaron y hoy sí aplica tanto a ellos como a nosotros:
"¡Argentinos! ¡A las cosas, a las cosas! Déjense de cuestiones previas personales, de suspicacias, de narcisismos. No presumen ustedes el brinco magnífico que dará este país el día que sus hombres se resuelvan de una vez, bravamente, a abrirse el pecho a las cosas, a ocuparse y preocuparse de ellas directamente y sin más, en vez de vivir a la defensiva, de tener trabadas y paralizadas sus potencias espirituales, que son egregias, su curiosidad, su perspicacia, su claridad mental secuestradas por los complejos de lo personal".
¡Uruguayos! ¡A las cosas, a las cosas!
El ejercicio de la pasta de dientes
Un ejemplo recurrente que suele meterse en las discusiones sobre el nivel de precios en Uruguay, es la diferencia que existe entre el precio al que se vende la pasta de dientes en los comercios locales y el precio al que se comercializa en localidades cercanas a la frontera con Brasil o Argentina.
Jones relató que hace unos años hizo el ejercicio de meterse en internet para ver a cuánto vendía Carrefour ese producto y a cuánto se lo vendían a él. “Me lo vendían un 50% más caro de lo que estaba en ese supermercado (de Concordia). (…) Entonces, tuve el placer de sentarme con el señor gerente de ventas de esa empresa (proveedora) y le digo: -‘Maestro, ¿explícame por qué? -No, el costo uruguayo’, fue la respuesta. “El pobre tipo perdió dos días para cruzar por el puente. Los que cruzamos normalmente sabemos, los camiones están tirados por burocracia de los dos lados. El Mercosur tiene de mercado común lo que yo tengo de checoslovaco, absolutamente nada”, apuntó.
El aduanero, la burocracia y Tristán Narvaja
En otra parte de la charla, el ejecutivo planteó el ejemplo hipotético de alguien que se decide a poner un almacén en Tacuarembó y quiere abastecerse de mercaderías en localidades argentinas vecinas a Salto o Paysandú. “Llenamos la camioneta de mercadería en el boliche y llegamos a la Aduana para pagar. El aduanero te dice: ‘Fenómeno, ¿certificado de origen?’ El certificado de origen es un papelito que inventaron los burócratas que inventaron el Mercosur. ¿Qué significa esto? Que es un producto extrazona. Dice made in Argentina y usted tiene que pagar un 30% porque es como si lo estuviera trayendo de China. ¡Pumba! Te pongo 30%, más 22% (de IVA). Arrancamos 52% arriba, pero igual vamos a ganar guita porque si lo vendemos con 30% de margen lo vamos a vender por lo menos 20% o 25% más barato de lo que está en el mercado local”, afirmó Jones.
Superado el trámite, ese comerciante logra cruzar y empieza a vender en Uruguay desodorante, pasta de dientes y alimentos, pero alguien lo denuncia por vender mercadería que no está licenciada apropiadamente. Eso implica que tenga que ir a registrar la mercadería. Jones señaló que si es un producto de higiene hay que ir al Ministerio de Salud Pública.
“A nadie se le cayeron los dientes utilizando la misma pasta de dientes que se vende en el Chuy, en Tristán Navaja o en un supermercado. (…) Yo fui a Tristán Navaja y compré pasta de dientes. En mi oficina tengo pasta de dientes, shampoo... Los invito el domingo a Tristán Narvaja. Tienen un surtido espectacular a unos precios espectaculares. Se los digo yo que soy supermercadista”, aseguró Jones.
De inmediato planteó otro ejemplo. “Ayer estaba hablando con un personaje que quiso traer espuma de afeitar. Al mes numero 11 desistió, a pesar que el proveedor de origen le dio absolutamente todas las monografías para presentar. Era una marca nueva que el tipo estaba trayendo, pero desistió. El proveedor le decía: -‘Y maestro, ¿cuándo me hace el pedido? -No, estoy con los muchachos de salud pública”.
El arancel del aceite
El precio del aceite también se coló en una parte de la charla. El ejecutivo contó qué la empresa que tiene el 90% del mercado “tiene un arancel protección de 16%”. “Un importador podría pasar toda la burocracia y traer aceite un 16% más barato de lo que lo venden acá, donde lo único que están haciendo es trayéndolo crudo del otro lado de la frontera para pasarlo por un filtro y meterlo en una botella. Si eso es una economía abierta, yo soy checoslovaco”, insistió.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario