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jueves, diciembre 30, 2021

AÑO NUEVO, VIDA NUEVA ... ¡GRACIAS AL CÁNCER!


AÑO NUEVO, VIDA NUEVA ... ¡GRACIAS AL CÁNCER!
por Guillermo Sicardi | Semanario Búsqueda | jueves 30 de noviembre de 2021.


Hace un año y medio, la parca golpeó a mi puerta. El primer golpe fue para anunciarme un cáncer de próstata y diez días después, fue para decirme que tenía otro cáncer de colon, tan enorme como asintomático. Hoy, ya recuperado de ambos visitantes, quiero compartir con ustedes algunas enseñanzas que me dejaron estos “amigos”, que espero les sirva para superar trances similares.

Estoy convencido que un 50% de lo cánceres vinieron a mí respondiendo a mi llamado. La angustia, los pensamientos negativos, el asumir culpas propias y ajenas o criticar más que construir, hicieron que mi cuerpo generara más cortisol del necesario (la hormona del stress y la ansiedad) y bajaran los niveles de serotonina y oxitocina (las drogas naturales de la felicidad, el amor y a confianza). Pero, como dice el dicho “no hay mal que por bien no venga”, por lo que me dije a mi mismo: “o esto me hunde o me levanta”.  Y elegí lo segundo.

Lo mismo que pasa a nivel físico, lo vivimos en las empresas a nivel laboral. La exagerada pandemia por el Covid hizo que muchas empresas pasaran por un una situación tan drástica como la mía. Muchas se dejaron morir. Otras, aprovecharon los limones que les trajo la tormenta e hicieron limonada: reestructuraron procesos, trabajaron a distancia, generaron ahorros, crearon nuevas formas de relacionarse con los clientes e innovaron para mejorar. Un camino, dos opciones.

Creo que la clave de mi pronta recuperación estuvo en controlar los pensamientos negativos. Me ayudaron mucho mi psicólogo, Miguel, un viejo amigo que aceptó atenderme aún contra los que dicen que no es bueno que exista una relación personal entre el paciente y su psicoanalista. Para mi, no fue así. Fue la mejor decisión que tomé en años.

También me apoyé mucho en los libros del psicólogo español Rafael Santandreu, como “Nada es tan terrible” o “El arte de no amargarse la vida”, donde sostiene que los seres humanos tendemos a “terribilizar” cualquier situación cotidiana como si fuera el fin del mundo: que llego tarde a una reunión, que el auto se rompió, que mi mujer me abandonó o mi jefe no me quiere. Dice que podemos ser felices con muy poco, e, incluso, podemos ser felices estando solos, sin trabajo y hasta con un cáncer. Y pude experimentar en carne propia (contra todas mis creencias anteriores) que es verdad.

El cáncer te ayuda a poner todo en otra perspectiva. Las prioridades se reordenan; lo importante pesa más que lo urgente; la paciencia le gana a la ansiedad; el amor, al odio; la paz interior a la incertidumbre. Pero, ¿es necesario recibir esta visita para entender estas cosas tan obvias? No debería ser así, pero en mi caso, lo fue.

Otra frase que leí mil veces y repetí mil doscientas es: “vivir el día a día” o "vivir el aquí y ahora". Nunca la apliqué y eso que tengo un poema de Khalil Gibrán en mi escritorio que dice: “El ayer es solo un sueño y el mañana es sólo una visión. Pero el hoy, bien vivido, hace de todo ayer un sueño de felicidad y de todo mañana una visión de esperanza”. Ahora empieza a tener sentido.

Al igual que en las empresas, es importante poner carteles con reflexiones, frases motivadoras o pensamientos positivos. No son un cuadro que adorna la pared. Aunque parezca que nadie los lee o no los entiende, están allí. Las palabras no son inertes y en algún momento de nuestras vidas, aparecen, se alinean y cobran sentido. Por eso me rodeo de ellas.

No leí casi nada sobre mi enfermedad, apenas lo básico como para entender a los profesionales que me trataban. No voy a creer que por mirar diez videos en YouTube o leer algunos “papers” académicos, ya estoy en condiciones de hablar de igual a igual con los médicos. No es así. Me aseguré de elegirlos bien y que me informaran detalladamente cada paso. Trabajamos juntos, con las cartas sobre la mesa. Y así debería ser toda relación entre adultos.

Acompañé el tratamiento tradicional de quimioterapia con mucho, mucho, mucho aceite de cannabis. Lo ridículo es que me lo tenga que fabricar yo mismo o comprarlo en un mercado “gris”, porque los burócratas del gobierno anterior hicieron una pésima ley y los burócratas de este gobierno no terminan de enmendar la plana. Mientras tanto, miles de personas con cáncer, con fibromialgias, con Parkinson, con epilepsia o dolores crónicos de la más diversa índole, o se embroman o pagan fortunas por remedios importados que perfectamente pueden producirse en Uruguay al décimo de su valor y con iguales niveles de calidad. Ya es hora de terminar con tanta burocracia e hipocresía.

Es importante pasar estos trances acompañados de amigos y familiares. Pero tengan en cuenta que la mejor compañía serás tu mismo. Por suerte pude reencontrarme con quien estuve mucho tiempo distanciado y hoy es mi mejor amigo: me reencontré conmigo mismo.

En cuanto a la familia, verán la importancia de los que están presentes y también de aquellos que ya no están pero nos acompañan desde siempre. Allí aparecerán los recuerdos, las alegrías vividas, los consejos y las frases de aliento. Todo recobra sentido.

Hablando de familia y para terminar, quiero compartir con ustedes este poema que acompañó a mi querido tío Alberto en sus largos años viviendo en Venezuela, uno de los tantos emigrantes uruguayos que vivieron los altibajos en los negocios y los altibajos emocionales que trae la distancia con sus seres queridos. 

Cuando a él le detectan un cáncer de páncreas, decidió venirse a operar a Uruguay. Pudo haberse operado en Estados Unidos, mucho más cerca del éxito, pero más lejos de sus afectos. Murió a mi lado. Pero antes de hacerlo, me dejó este poema de Almafuerte que llevaba siempre consigo. Era un pequeño trozo de papel  de un recorte del diario El Día de los domingos. Me contaba mi tío que este poema le había ayudado mucho para mantenerse erguido en esos momentos aciagos, donde nada parece tener solución. A él le sirvió y a mi también. Por eso lo comparto con ustedes, con la esperanza que también les sirva para nunca bajar los brazos y comenzar un año nuevo, con una vida nueva. Y dice así:

No te des por vencido, ni aun vencido,
no te sientas esclavo, ni aun esclavo;
trémulo de pavor, piénsate bravo,
y arremete feroz, ya mal herido.

Ten el tesón del clavo enmohecido
que ya viejo y ruin, vuelve a ser clavo;
no la cobarde intrepidez del pavo
que amaina su plumaje al primer ruido.

Procede como Dios que nunca llora;
o como Lucifer, que nunca reza;
o como el robledal, cuya grandeza
necesita del agua y no la implora…

¡Que muerda y vocifere vengadora,
ya rodando en el polvo, tu cabeza!


viernes, diciembre 24, 2021

Argentina y Chile: cuando las bardas de tus vecinos veas arder…


Argentina y Chile: cuando las bardas de tus vecinos veas arder…
por Guillermo Sicardi | Semanario Búsqueda | jueves 23 de noviembre de 2021.

Mauricio Macri y Sebastián Piñera. Ambos empresarios millonarios. Ambos ex presidentes de Argentina y Chile. Ambos supuestos neoliberales. Ambos perdieron el poder en manos de populistas peronistas y comunistas. Ambos pusilánimes. Ambos que nunca dieron la batalla que debieron dar: la batalla de las ideas contra la hegemonía cultural de la izquierda.

Tanto Macri como Piñera ganaron holgadamente las elecciones cuando fueron electos presidentes; en gran parte porque se beneficiaron del “voto castigo” a las políticas socialistas que generan (siempre) restricciones al comercio, regulaciones absurdas, ineficiencias, subsidios, endeudamiento, inflación o déficit fiscal. Pero no tuvieron ni la visión, el compromiso, el conocimiento o el coraje, para hacer las reformas pro mercado y pro libertad, que son las que – a la postre- generan prosperidad. Por eso perdieron.

Ambos quisieron ser “políticamente correctos”, queriendo agradar al discurso hegemónico de la izquierda gramsciana en favor de la “igualdad” (a prepo), de las políticas de género, del ambientalismo, del Estado presente, del feminismo, del globalismo y del “quedate en casa”. Pensaron que con esta política de “apaciguamiento” ganaban paz política-sindical y hasta capaz captaban algún voto “por izquierda”. Ambos se equivocaron feo.

Ninguno de ellos se trazaron objetivos como los que sí se trazó Cayetana Álvarez de Toledo los cuales explicita en su libro Políticamente indeseable: “Mi segundo objetivo (…) era acabar con la presunta superioridad moral de la izquierda y con el síndrome de Estocolmo de la derecha”.

El síndrome de Estocolmo es un extraño fenómeno donde la víctima desarrolla un vínculo positivo hacia su victimario, trátese de una situación de secuestro, esclavitud, abuso sexual o similares y también lo vemos en política: los demócratas, ceden ante los totalitarios; los empresarios, ceden ante la lucha de clases y los honestos, ante los corruptos. 

La semana pasada citábamos parte de la presentación de la ex ministra de finanzas de Nueva Zelanda, Ruth Richardson, con motivo de su visita a Uruguay en el año 2000, donde nos reclamaba un inexistente (hasta hoy) “sentido de la urgencia” y que para salir de la situación de estancamiento congénito de Uruguay (siempre a mitad de tabla) se necesitaba que “todos los actores acepten su responsabilidad”.

Por “todos los actores” refería no solo a los políticos, sino también a los empresarios, los académicos, los intelectuales, los sindicalistas y los ciudadanos comunes y corrientes. 

Entre esta variopinta fauna, los empresarios tienen un rol protagónico que no se animan a asumir: son los verdaderos y únicos creadores de riqueza y empleo genuinos. Son los que tienen las ideas, los que arriesgan su dinero para llevarlas a cabo, los que caen y vuelven a levantarse, los que persisten, los que innovan, los que exportan y los que contratan empleados quienes, por carecer de tales talentos y virtudes, no desarrollan un proyecto propio. 

Los empresarios son verdaderos benefactores de la sociedad, siempre que jueguen con las reglas del libre mercado, donde la única manera de ganar dinero es sirviendo a los demás con bienes de mejor calidad y menor precio, intercambiando valor por valor y no valor por necesidad.

Lamentablemente los empresarios en Uruguay se tragaron el cuento de la lucha de clases, de la explotación del hombre por el hombre, de su egoísmo y su inferioridad moral ante el reclamo de los “más débiles”. Asumen pasivamente que son el lobo al que hay que abatir o la vaca que se deja ordeñar, pero nunca yerguen su cabeza por sobre las masas, ni le dicen al mundo en fuerte y orgullosa voz lo que verdaderamente son: “el caballo que tira del carro”.

Las bardas de nuestros vecinos arden. Las nuestras arderán más temprano que tarde. Debemos dar la batalla cultural por las ideas de la libertad, el libre mercado, la competencia y la meritocracia. Los empresarios tienen mucha agua para prevenir este incendio. ¡Qué lo hagan!




Nueva Zelanda vs. Uruguay: unidos por un abismo.


Nueva Zelanda vs. Uruguay: unidos por un abismo.
por Guillermo Sicardi | Semanario Búsqueda | jueves 16 de diciembre de 2021.

Uruguay y Nueva Zelanda tienen muchas cosas en común: la superficie territorial, se ubican en similares paralelos, tienen una economía de base agroexportadora, turismo y servicios, una población chica (ellos 5 millones, nosotros 3,5 millones) y una sociedad amigable (friendly, dirían los kiwis). Si bien nos une todo esto, también nos separa un abismo en la manera de gestionar la cosa pública.

Es mentira que Nueva Zelanda figura en los primeros lugares de cuanto ranking internacional se lo mida porque ellos son sajones y nosotros latinos. Este pensamiento es totalmente reactivo, es creer que nuestro presente y futuro están determinados por los genes de nuestros antepasados. Siendo así, ¿estamos condenados a chapotear en la mediocridad por los siglos de los siglos?

En Nueva Zelanda (aun siendo sajones) también gobernaron su país “a lo latino”: un Estado pesado, empresas públicas ineficientes, exceso de regulaciones al comercio, economía cerrada al mundo, altos aranceles, subsidios, desocupación, déficit fiscal y deuda pública. Supongo que todo esto le suena más que familiar. Pero ¿cómo lograron romper este nudo gordiano?

A mediados de los años 80, cuando Inglaterra ingresa a la Comunidad Europea, a Nueva Zelanda se le empiezan a complicar las exportaciones a su madre patria. Eso lleva a que políticos, empresarios y sindicalistas se dieran cuenta de que con ese sistema pseudosocialista no iban a llegar a ningún lado. Y emprendieron una reforma brutal.

Achicaron el Estado en serio. Cuentan que en el Ministerio de Transporte había más de 2.500 empleados y un año después de iniciada la reforma quedaban menos de 100. Terminaron con los subsidios a tambos chicos e ineficientes, lo que llevó a muchos tamberos a vender sus establecimientos y buscarse nuevas maneras de ganarse la vida. Con las reformas, pensaron que iban a quebrar el 10% de las empresas, pero la cifra final no llegó al 1%. El PBI per cápita creció de 8.000 dólares a 35.000 dólares entre 1980 y 2015.

Bajaron los impuestos, flexibilizaron el mercado laboral y se abrieron a competir con el mundo. Estas reformas pueden ser tildadas perfectamente de “neoliberales”, pero lo paradójico es que las impulsó el Partido Laborista, de la mano de Roger Douglas y Ruth Richardson (que se conocen como la era de las “Rogernomics”)

La reforma del Estado no solo consistió en achicarlo, sino en profesionalizarlo. Aprobaron leyes como la State-Owned Enterprise Act o la Public Finance Act, que establecieron criterios de selección y evaluación de los jerarcas estatales con los mismos criterios que aplican las empresas privadas: si logran las metas, se les renueva el contrato y cobran bonus; si no, afuera.

Que suceda esto en Uruguay parece imposible. Estamos acostumbrados a ver sentados en los directorios de las empresas públicas a cualquier mequetrefe, cuyo mayor mérito es haber juntado algunos votos o doblado muchas listas en el comité barrial. Pero de Key Performance Indicators (KPI), competencias de gestión y resultados tangibles mejor no hablamos.

Nueva Zelanda es el país donde es más simple hacer negocios. Figura como número 1 en el ranking Doing Business del Banco Mundial, que evalúa todos los trámites, costos y tiempo que insume abrir una empresa, obtener permisos de construcción, contratar o despedir trabajadores, pagar impuestos y hasta cerrar la empresa. Uruguay figura en el lugar 101 de 192 países rankeados.

Pero lo más triste es que desde hace 20 años la situación permanece incambiada: Nueva Zelanda siempre ubicada entre los tres primeros lugares y Uruguay siempre a mitad de tabla.

Lo que hay que entender es que si facilitamos el hacer negoci



os, inmediatamente mejoran todos los demás indicadores: ingreso per cápita, calidad de vida, transparencia, educación, empleo, seguridad interior y hasta el índice de felicidad.

El ejemplo que se debe seguir es claro: Nueva Zelanda. No es Cuba, ni Venezuela ni Argentina. El camino también es claro: se sabe qué reformas han dado resultado y cuáles no.

El no hacer estos cambios no es por falta de dinero, sino por falta de visión, de convicción o de coraje. O de las tres juntas. Si es cierto que las nubes pasan y el azul queda, también es cierto que las oportunidades pasan y el abismo queda. 

El momento del cambio es ahora. Ahora, o probablemente nunca.









miércoles, diciembre 08, 2021

¡CALLEMOS! HABLA CAYETANA.


¡CALLEMOS! HABLA CAYETANA.

por Guillermo Sicardi | Semanario Búsqueda | jueves 9 de diciembre de 2021.


Cayetana Álvarez de Toledo y Peralta-Ramos (1974). Argentina-española-francesa. Nació en cuna de oro. Se formó en los mejores colegios de Buenos Aires e hizo un doctorado en Historia en la Universidad de Oxford. Fue periodista. Hoy hace política desde el Partido Popular y es diputada por Barcelona. Es inteligente y autónoma. Es mujer. Es liberal. Por todo esto es “políticamente indeseable”.

Políticamente indeseable es el título del libro publicado recientemente por Cayetana, donde nos cuenta de su vida a través de los capítulos que vinculan su actividad laboral con una serie de valores y posturas políticas sobre la identidad, la xenofobia, el apaciguamiento, el tacticismo o la sumisión y también capitula sobre la empatía, la afirmación de valores y la interpelación a la acción.

No voy a reseñar este libro (cosa que acaba de hacer nada menos que Mario Vargas Llosa), pero sí me quiero detener en un intercambio de twits con uno de los tantos uruguayos invadidos de zurdopatía igualitarista. 

Cuando comento en las redes que compré el libro de Cayetana, digo que es “una mujer que tiene los cojones bien puestos y las neuronas volando … (y por lo tanto) no necesita leyes de género, ni cuota partidaria, ni feminismo (para ocupar cargos). Le sobra talento”.

Y aquí viene la andanada de argumentos pueriles y gastados para descalificarla: “Esa mujer nació siendo sucesora a un Marquesado, descendiente de nobles e ilustres, fue educada en el mejor colegio de Buenos Aires y llevó su carrera universitaria en Oxford: así nadie necesita cuotas ni feminismos para llegar a ser influyente. Qué gracia”.

Mi respuesta fue que habiendo nacido con esos blasones y ese dinero, bien pudo dedicarse a gastarse una buena vida; sin embargo decidió estudiar y hacerse un lugar en el duro mundo de la política. Y también comento que hoy en día no es imprescindible ir a Oxford para adquirir saber, sino que con ganas y voluntad, puedes hacerte experto en casi cualquier campo, simplemente recurriendo a la información pública y gratuita que ofrece la web.

Reconoce el twitero que sí, que se pudo haber quedado en su casa, “pero una vez que salió la tuvo mucho más fácil que tantas mujeres”. Ante este “pero”, yo le consulto si acaso “el Canario Luna no la tuvo “más fácil” en su carrera artística al haber “heredado” esa voz privilegiada. O si él mismo (un hombre joven y sano) no la tiene mucho más fácil que yo, que vengo luchando contra dos cánceres”.

Le sugerí hacer un poco de “justicia social”, ya que me parece muy injusto “que los sanos sean cada vez más sanos y los enfermos seamos cada vez más enfermos”, para lo cual sugerí “repartir” mejor nuestras “riquezas sanitarias”, así yo me quedo con parte de su salud y él con parte de mis cánceres. No contestó.

Bajo la atractiva premisa de “que pague más el que tiene más”, olvidamos entender por qué tiene más el que tiene más, y esto es (en el 80% de los casos) porque las personas que tienen más estudiaron más, planificaron más o arriesgaron más y lo hicieron así porque son mas: más curiosos, más responsables o más emprendedores.

Es lo que recoge con tanta sabiduría liberal el artículo 8 de nuestra Constitución de la República que reza: “Todas las personas son iguales ante la ley, no reconociéndose otra distinción entre ellas sino la de los talentos o las virtudes”.

Los liberales no creemos en la igualdad, porque sí creemos en el individuo. Y cada individuo es diferente de otros en sus gustos, deseos, preferencias, talentos recibidos y virtudes practicadas. Por eso, todos tendremos resultados diferentes al final de la carrera de la vida.

Lo que si abogamos los liberales, es que las personas puedan tener similares oportunidades en el arranque, en especial en la educación, donde nadie quede sin conocimientos básicos para construirse su propio futuro y no puedan hacerlo porque sus padres no tienen dinero, no creen en el estudio o no fomentan buenos hábitos. 

Pero luego, una vez dentro del salón de clases, será responsabilidad de cada uno atender o no al profesor, sacar buenos o malos apuntes, tener la disciplina de estudiar o la actitud de querer superarse.

Pensar -como piensa cerca del 70% de los uruguayos- que los ricos lo son porque heredaron, tuvieron suerte o se aprovecharon de otros, es un gran freno a emprender, a valorar a los que sí saben crear riqueza y además, nos llena de odio y frustración. Hete aquí el caldo de cultivo de las ideas socialistas.

Dice Cayetana:

"Como periodista y política, he vivido la declinación española, capítulo a capítulo. Sé hasta qué punto la mediocridad y el sectarismo han erosionado las instituciones. He visto a los medios de comunicación deslizarse por la pendiente de las junk news y a la sociedad entregarse al victimismo y la irracionalidad."

"Durante un año y medio luché contra lo indeseable en la política hasta que me convirtieron en políticamente indeseable. Desde esa condición, la del hombre en la arena, que, con el rostro cubierto de sangre, sudor y polvo, políticamente derrotado, afirma: «Que por mí no quede», me reafirmo en mis esperanzas … de acabar con la presunta superioridad moral de la izquierda y con el síndrome de Estocolmo de la derecha”.

Es con este talante, de saberse derrotado ante las masas, pero convencido de que estás haciendo lo correcto, que hay que dar la batalla cultural. Y escuchar a los más sabios -no a los más elocuentes- nos ayudará a reafirmarnos en nuestras propias esperanzas. 

Por eso, callemos. Habla Cayetana.