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jueves, noviembre 25, 2021

Vacunas, miedo y dinero


VACUNAS, MIEDO Y DINERO.
por Guillermo Sicardi | Semanario Búsqueda | jueves 25 de noviembre de 2021.

No soy anti vacunas (me aplicaron 4 dosis). No creo en confabulaciones internacionales que organizan “experimentos sociales”. No creo en brujas. Pero que las hay, las hay.

Hay una sola cosa que sí es cierta: en casi todo el mundo se ha exagerado -hasta los límites del ridículo- la forma en que se ha comunicado el avance del virus y la aplicación de muchas medidas restrictivas de la libertad individual que se han tomado. 

Gabriel Pereyra lo expresó claramente desde Búsqueda al escribir su columna “Confesión de un periodista avergonzado”  donde reconoce haber ejercido una suerte de censura a quienes tenían una posición contrataría a la vacunación, o, al menos, dudaban (con fuertes fundamentos científicos), sobre si las vacunas eran tan benditas y sanadoras como nos las presentan.

Si así fuera, ¿por qué luego de recibir cuatro dosis, aún me exigen hacer un test de PCR (que cuesta unos U$S 100 cada uno) para salir y volver al país? ¿No era que las vacunas iban a acelerar la “inmunidad de rebaño” y así reducir los tiempos de encierro por cuarentenas obligatorias y evitar miles de muertos? Parece que no.

Los resultados que se están viendo (en muertos cada 100.000 habitantes) no son tan diferentes entre países que aplicaron distintas estrategias para combatir el virus, ya sean países como Argentina (que obligó a una cuarenta extensísima que destruyó aún más su ya endeble economía) u otros que vacunaron masivamente (como Uruguay o Israel) vs. los que no vacunaron tanto (sea porque dejaron más libertad de elección o porque no tenían dinero para comprar las vacunas).

Lamentablemente la información suministrada por gobiernos y agencias internacionales, tampoco ha sido muy transparente, incluso en Uruguay hay sentencias que obligan al MSP a dar cierta información pública y otra sentencia que anula ese fallo. 

Organismos como la Organización Mundial de la Salud o los centros de control en Estados Unidos y Europa, han ejercido una enorme presión sobre médicos y hospitales para que registren como muerte “por Covid” (no sólo “con Covid”), situaciones inverosímiles, como una persona que muere de un balazo, pero como tenía Covid, su certificado de defunción deja la bala a un costado y pasa a engrosar las estadísticas de muertes por el virus.

Lo mismo sucede cuando los noticieros informan de las muertes diarias: ponen el énfasis en la cantidad de muertos, pero no detallan demasiado si se trata de ancianos de 95 años con comorbilidades previas, o de personas que estaban inmunodeprimidas por un doble trasplante y con las defensas totalmente bajas.

Todo esto genera miedo. Y el miedo vende. Vende vacunas, vende periódicos, vende publicidad y vende bien a los políticos que “nos cuidan” desde el “Estado paternalista”. Para muestra este botón: el desastroso presidente argentino Alberto Fernández, llegó a tener más del 70% de aprobación cuando tenía a toda la población encerrada bajo la consigna “yo te cuido”. Gracias, Alberto.

¿Quién romperá este nudo gordiano? Seguramente no lo harán los laboratorios que venden estas vacunas y están facturando miles de millones de dólares. No lo harán las compañías aéreas que transportan esas vacunas, ni las empresas de logística que las distribuyen, ni los que venden los freezers, ni los que hacen los test de PCR, ni los empleados de todas esas empresas que necesitan trabajar y sus familias, ni los periodistas que se guían por la máxima good news, no news y menos aún lo harán los políticos que se muestran a diario como héroes sin capas.

Ahora quieren vacunar masivamente a los menores de 12 años, cuando -por ejemplo- en Suecia y Dinamarca suspenden la vacunación en este segmento debido al riesgo de inflamación cardíaca. Y aquí en Uruguay el diputado Eduardo Lüst pide públicamente más información, ya que “siete profesores de la Facultad de Medicina, integrantes del Comité de Farmacología de la Sociedad Uruguaya de Pediatría, `no consideran oportuno ofrecer una vacuna aprobada para uso de emergencia de forma universal en menores de 12 años”, según publica en su Twitter.

En un pasaje del libro (y la película) El nombre de la rosa, de Umberto Eco, donde fallecían misteriosamente varios sacerdotes por querer acceder al conocimiento, el investigador de tales muertes (interpretado por Sean Connery), tiene este diálogo con un miembro muy conservador del convento que no quería que leyeran comedias divertidas porque “la risa mata el miedo y sin el miedo no puede haber fe, porque sin miedo al Diablo, ya no hay necesidad de Dios”.

Sin este miedo cuasi irracional al virus, el dios Estado tendría menos poder. Y tampoco lo tendría el dios Don Dinero. 

Yo no creo en brujas. Pero que las hay, las hay.




viernes, noviembre 19, 2021

La murga no es Uruguay


La murga no es Uruguay

por Guillermo Sicardi | Semanario Búsqueda | jueves 18 de noviembre de 2021.

El slogan de campaña del Frente Amplio y el PIT-CNT “La LUC no es Uruguay”, sabemos que es una consigna falsa, mentirosa y manipuladora. En cambio, la frase “La murga no es Uruguay”, se acerca mucho más a la realidad.

El carnaval uruguayo ha dejado de ser -hace décadas- una fiesta popular para transformarse en una plataforma populista que sigue los lineamientos de Antonio Gramsci, teórico marxista italiano quien sostenía que “la única forma que tenemos para hacernos del poder como comunistas, no es lo que hizo Marx. Nosotros debemos infiltrarnos en la sociedad, en la iglesia, infiltrarnos dentro de la comunidad educativa, lentamente, e ir transformando y ridiculizando las tradiciones que se han sostenido históricamente, a fin de ir destruyéndolas y formando la sociedad que nosotros queremos”. Más claro, échele agua.

Días pasados, la murga Cayó la cabra se pasó de la raya, pretendiendo hacer humor (negro) con la muerte del Dr. Jorge Larrañaga, cantando: “Hay orden de no aflojar, fue la promesa de Larrañaga, que hasta último momento, la militaba. Aún no se sabe mucho de su partida inoportuna; lo que todo el mundo sabe, es que estaba en una “.

Además de no ser nada gracioso (como la inmensa mayoría de las letras carnavaleras, cada vez más simplotas, más lineales, más para tontos espectadores que nunca reirán con el humor fino de Les Luthiers), este pasaje generó enormes críticas y desprecio público (al menos del público sensato, que todavía queda). Estos son algunos comentarios recogidos en la prensa y las redes sociales por parte de periodistas, políticos, profesionales y gente común:

  • “Los `mugreros´ (en vez de murguistas) hace 5 años se divertían con la muerte de Jorge Batlle, hoy con la de Larrañaga. Lo que nunca cambió: siempre subsidiados y premiados con impuestos”.

  • “¿Habrá este año fondos públicos para financiar la burla y el escarnio a un gran uruguayo como lo fue Jorge Larrañaga? Porque sería aberrante que, además de todo, esta inmundicia sea financiada con fondos públicos”. 

  • “Si el carnaval es tan bueno, que se financie solo. No tenemos por qué financiar con nuestros impuestos a falos músicos que hacen militancia con su “arte”.

  • “El gremio del carnaval sale a defender (a Cayó la cabra) argumentando que 'se vale todo´ porque así es el humor y el 'arte popular´. No señores, así son ustedes, odiadores seriales, sembradores de resentimiento. Y en su idioma los voy a calificar con un término bien `popular´: son unos ´terrajas”.

  • “¿No les parece raro que no haya humor sobre los desaparecidos, o los femicidios, o las violaciones o los abortos? … ¡Qué se yo!, si dicen que en el Carnaval `se vale todo”.

  • “Son sencillamente despreciables”. 

  • “¡Qué lo parió! Se fueron al carajo. Y para variar, siempre para el mismo lado”.

El Dr. Rafael Gibelli lo resume muy bien en un post: “Como los políticos, como los chorros, como todos los que se han criado en este bendito suelo de la actualidad, paridor de malditos y otros condenados, los murguistas son fiel reflejo del repollo del que han salido. No hay códigos, o mejor dicho, hay otros códigos que la mayoría de los decentes no llegamos a comprender. Ellos comparten los valores de la chusma, del villano, del ambiente prostibulario o cerril; la risa travestida en risotada y los dientes limpios, en agujeros donde sólo caben las caries.”.

Con este mismo espíritu de bajeza, los murguistas parecen haber bajado de los tablados y subido a defender la LUC con argumentos tan o más burdos que este desagradable “salpicón”. 

Es hora de poner coto a estos desmanes, ya que “Lo incorrecto es incorrecto, aún cuando todo el mundo lo esté haciendo. Lo correcto es lo correcto, aún cuando nadie lo esté haciendo”.


El agujero negro del BPS


El agujero negro del BPS
por Guillermo Sicardi | Semanario Búsqueda | jueves 11 de noviembre de 2021.

El Banco de Previsión Social (BPS) está nuevamente fundido. Lo fundieron los políticos “generosos con plata ajena”, el principio de “solidaridad intergeneracional” y la concepción socialista (que predomina en todas las tiendas políticas y sociales) del tan mentado “Estado presente”.

Veamos algunos datos:

  • el BPS tiene un déficit anual de unos 650 millones de dólares que lo cubre con aportes que le llegan del Poder Ejecutivo (es decir, de los impuestos que pagamos los ciudadanos en cada compra o en cada transacción y van a la bolsa de “rentas generales”).

  • Recauda más de 8.000 millones de dólares, pero solo destina un poco más del 30% al pago de jubilaciones, el restante 70% se va en salarios, gastos de funcionamiento y en pagar “prestaciones sociales”: seguros de salud, seguro de paro, subsidio para lentes y para prótesis, equinoterapia, asignaciones familiares, plan de equidad, subsidio por maternidad y paternidad, subsidio por expensas funerarias, pensión a víctimas de delitos violentos, vacacionales para jubilados, cursos y talleres sobre cultura y recreación, turismo social para adultos mayores o paseos diarios y algunos otros.

  • En las últimas elecciones del 2016, el voto en blanco, los anulados y las abstenciones fueron los “candidatos” más votados. Entre los empleados, ganó el candidato del PIT-CNT con apenas el 39,2% de los votos mientras los votos en blanco y anulados fueron el 41,7%. En jubilados, hubo un 42,7% de abstenciones y entre los empresarios hubo un solo candidato que ni lo votaron los propios, ya que el 50,6% votaron en blanco o anulado.

  • El directorio del BPS está compuesto por siete miembros: cuatro nombrados directamente por el Poder Ejecutivo y tres representantes “sociales”. Los directores son todos políticos, algunos con muy buena formación en el tema y otros que tocan de oído. Pero como políticos o gremialistas que son, les encanta inventar cada día nuevos beneficios para agradar al público y conseguir votos (y en 10 años veremos si hay plata para pagar la fiesta).

    Por eso ahora la comisión de expertos que se creó para analizar y proponer cómo desactivar esta bomba de tiempo, probablemente repita la vieja “solución”: hay que trabajar más años (y jubilarse a los 65 años en vez de a los 60), hacer más aportes o aumentar impuestos para seguir subsidiando este agujero negro.

Para desatar este nudo gordiano, el movimiento Un Solo Uruguay respalda la candidatura de tres de sus miembros a los distintos órdenes para las elecciones obligatorias del próximo domingo 28 de noviembre. Eso es cosa buena.

Pero la gran verdad, es que las elecciones de candidatos sociales a integrar un directorio en minoría son un fiasco; un saludo a la bandera para mostrarle al mundo cuánto abusamos de los mecanismos democráticos para obtener resultados muy pobres.

Vean si no sucede casi lo mismo con las elecciones universitarias (con altísimos porcentajes de voto en blanco en todos lo órdenes) o las elecciones en la Caja de Jubilaciones y Pensiones de Profesionales Universitarios (CJPPU), una institución que parece estar más bien conducida por analfabetos iletrados que por expertos letrados.

Un Solo Uruguay ha irrumpido en escena para proponer cosas “a contrapelo”, ir contra lo políticamente correcto y decir las cosas que a muchos molestan. Gobierne quien gobierne.

Esperemos que los candidatos de este movimiento de “autoconvocados” hagan lo que hay que hacer. Y estando a sus antecedentes, guardo esperanzas de que lo harán.

HEGEMONÍA


HEGEMONÍA

por Guillermo Sicardi | Semanario Búsqueda | jueves 4 de noviembre de 2021.

En mi vida he leído muchos libros, pero pocos me han hecho pensar, reflexionar y ayudarme a revisar mis propios paradigmas por otros mejores. HEGEMONÍA, el libro de Federico Leicht,  es uno de ellos

HEGEMONÍA es un libro que corre el velo que nos han puesto durante años de prédica estatista y nos impiden ver la realidad, sin relatos ni edulcorantes. 

HEGEMONÍA deja al desnudo el relato dominante, del discurso políticamente correcto,  de la cultura “zurdópata” (como el autor la define) y nos hace ver que todo el entramado de políticas, ONG´s, minorías que se sienten discriminadas o el lenguaje inclusivo, van socavando las bases de la moral de Occidente y se traduce en una verdadera batalla cultural.

Una batalla por las ideas, pero sobre todo, una batalla por los valores; los valores de la democracia, la república, el mérito, el esfuerzo, los derechos individuales, la propiedad privada y en especial, la libertad, la libertad de buscar tu propia felicidad.

Al caer el Muro de Berlín en 1989, (esa obra que simboliza el fracaso del comunismo y el socialismo en lo político, lo económico, lo cultural, lo social y lo moral), la izquierda sale a crear un nuevo “relato”, a buscar nuevos enemigos y también nuevos aliados.

Se crea el Foro de San Pablo para aplicar la receta de Antonio Gramsci: no ir a la guerra, sino copar las instituciones democráticas, en especial, la educación, siguiendo por los sindicatos, organizaciones no gubernamentales defensoras de causas “justas”. Esa es la verdadera revolución, sin disparar una sola bala.

A través de este “relato” y con el uso del lenguaje, van construyendo nuevas realidades, la llamada “posmodernidad”. Es que las palabras no son inertes, las palabras crean imágenes en nuestra mente y esas imágenes conducen a la acción, sea por el camino correcto o el errado. 

Esto va creando una post verdad, una suerte de universo paralelo similar a la novela 1984 de Orwell, donde frases como: “La guerra es la paz”, “La libertad es la esclavitud” o “La ignorancia es la fuerza”, pasan a ser aceptadas pacíficamente.

A partir de allí, el terreno está fértil para germinar las semillas el odio, el miedo, el resentimiento y así buscar en el Estado el amparo que nos hicieron creer, no podemos generarnos nosotros mismos.  

Por lo tanto, bajo este esquema, el verdadero poder no está en quien detenta los cargos, sino en quien maneja el lenguaje, quien logra imponer (aún con la mentira) una superioridad moral que los hace inmunes a cualquier fracaso, a cualquier error, a cualquier atropello.

HEGEMONÍA nos hace ver que hemos sido domesticados y hoy nos comportamos más como corderos que como leones. Por eso HEGEMONÍA es también un libro que educa. Y como dice Herbert Spencer: “Educar es formar personas aptas para gobernarse a sí mismas y no ser gobernadas por los demás”

Para algunos, HEGEMONÍA puede resultarles un libro apocalíptico, pero no lo es. Lo mismo decían de Ayn Rand y su La Rebelión de Atlas, escrita en 1957 en plena guerra fría, donde la hoy llamada “brecha” ya estaba instaurada entre los saqueadores y los productores, entre los que viven de su propio esfuerzo y los que viven del esfuerzo de los demás, entre los que comercializan valor por valor y los que mendigan valor por necesidad.

Por eso Ayn Rand dice: “Cuando advierta que para producir necesita obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebe que el dinero fluye hacia quienes trafican no bienes, sino favores; cuando perciba que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por el trabajo, y que las leyes no lo protegen contra ellos, sino, por el contrario son ellos los que están protegidos contra usted; cuando repare que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un autosacrificio, entonces podrá afirmar, sin temor a equivocarse, que su sociedad está condenada.”

HEGEMONÍA es un libro que nos invita a la reflexión, pero también a la acción. 

Las batallas no se ganan en un escritorio, sino en el terreno. Y el terreno de la batalla cultural que ellos han elegido, es en el lugar de trabajo, de estudio, en los medios de comunicación, en la familia, en un cumpleaños o en una reunión entre amigos.

Federico Leicht ya hizo su trabajo al poner este libro en nuestras manos y en nuestras mentes.  Ahora nos toca a nosotros hacer el nuestro y difundirlo, porque “Para que triunfe el mal, solo es necesario que los buenos no hagan nada”. Edmund Burke.