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jueves, mayo 25, 2023

OSE: ESTATISMO, GESTIÓN Y COMUNICACIÓN.


OSE: ESTATISMO, GESTIÓN Y COMUNICACIÓN.
por Guillermo Sicardi - Semanario Búsqueda - jueves 25 de mayo de 2023.


Gracias a que en Uruguay llueven unos 1200mm por año y tenemos buenos arroyos en una peniplanicie de tierras suavemente onduladas, la falta de agua nunca ha sido un problema. Los uruguayos hemos derrochado el líquido elemento por décadas, tanto en nuestros hogares como desde la propia OSE, que pierde un 50% en la distribución por el mal estado de las cañerías, robos y otros menesteres. Como referencia, se estima que a nivel internacional se puede perder entre un 20% y un 30% por fugas, aunque en Israel sólo pierden menos del 5% y más del 85% del agua proviene de plantas desalinizadoras.

Pero cuando el agua nos llega al cuello (mejor dicho, a los tobillos) nos volvemos todos locos y ahí nos damos cuenta de lo malos que somos planificando y priorizando. Desde hace más de 40 años hay varios informes y diagnósticos que nos vienen diciendo que más temprano que tarde había que hacer obras de envergadura para evitar problemas con el agua, sea para riego, para la industria o para consumo humano. Pero ningún gobierno lo hizo a fondo. Hicieron parches, pero no arreglaron los cimientos.

Si a esto le agregamos los cantos agoreros del cambio climático, las ONG´s sensibles al tema, el Premio Nobel de la paz en 2007 a Al Gore (ex vicepresidente de Bill Clinton) por su activismo y más recientemente la mediática joven sueca Greta Thunberg, uno no comprende cómo no se priorizó este tema. O no creen mucho en estas predicciones o somos muy lentos de reflejos.

En una entrevista el pasado domingo en Santo y Seña, el presidente de OSE, Ing. Raúl Montero, dice que “hasta ahora venimos invirtiendo 8 o 10 millones de dólares por año, desde hace decenas de años”, pero esto solo les da para “sustituir el 1% de los 18.000 km de cañerías”, muchas de ellas que vienen de la época de la The Montevideo Waterworks Co., fundada en 1879 por los ingleses y estatizada en 1950.

También manejó como alternativa de emergencia, hacer un canal para traer agua de “un bolsón de agua dulce (que está ubicado) a unos 30 km del Santa Lucía”, pero que hacer tal canalización “cuesta un platal” (unos 30 millones de dólares, a razón de 1 millón por kilómetro). Estas inversiones (que suenan millonarias para la cartera de la dama o el bolsillo del caballero), son ridículas si las comparamos con los despilfarros innecesarios en que incurre nuestro Estado, como ser los 36 millones de dólares que pierde El Correo cada año, los 6 millones del Inumet (hoy sustituible por cualquier app gratuita), la división portland de Ancap y y otros múltiples derroches más. 

El problema de fondo es que el Estado es un pésimo administrador, salvo las siempre honradas excepciones. Ningún político, ningún director, ningún gerente y ningún empleado público, se hacen cargo -económicamente hablando- de sus malas decisiones, cosa que sí sucede en cualquier emprendimiento privado. 

Para peor, en Uruguay amamos al Estado ineficiente. Así, casi el 70% de los uruguayos votó en contra de la Ley de Empresas Públicas aprobada en el año 1991 por el gobierno del Dr. Luis Alberto Lacalle Herrera y en el 2004 se aprobó un plebiscito para estatitzar todo el sistema de agua potable y saneamiento bajo el marketinero slogan de “por el agua y por la vida”.

En el primer caso, el Frente Amplio argumentaba que esa ley ponía “en peligro buena parte del patrimonio nacional que el liberalismo irresponsablemente se dispone a entregar”  y que tal reforma “nos dejará un Estado inoperante” que pondrá “en juego la soberanía misma del país”, lo que está dentro de una estrategia “funcional al modelo neoliberal y al modo de inserción del Uruguay en el sistema capitalista mundial orientado desde el exterior y enmarcado en la transnacionalizacion de la economía”. Pero cuando gobernaron 15 años, privatizaron energía eléctrica, cerraron Pluna, permitieron la venta de millones de hectáreas a extranjeros y firmaron con la multinacional UPM un contrato inédito.

Por último y no menos importante, es lo mal que comunica este gobierno sus grandes proyectos. Lo hizo muy bien durante la pandemia, pero muy mal con la ley de educación, con la reforma jubilatoria y ahora con OSE.

Tienen que tener un único vocero, no que hablen jerarcas sueltos desde OSE, Presidencia, Ministerio de Ambiente, de Salud, la Ursec y algún otro que se sume a la mesa. Y quien lo haga debe presentar un plan A, uno B y otro C, con datos, cifras y argumentos técnicos sólidos, no como hizo el presidente de OSE en Santo y Seña que se lo vio dubitativo, cabeza gacha, usando términos vagos y hasta no fue adecuadamente vestido para tan seria ocasión.

Se dice que de los éxitos se aprende poco y lo poco que se aprende puede ser malo: ego, autocomplacencia, sentimiento de superioridad. Pero si de los fracasos se aprende, no parece ser el caso de Uruguay. Estamos más abocados a pasarnos facturas que a sentarnos a pensar -juntos- el futuro con seriedad. Hay una Comisión Especial de Futuros creada en el Parlamento, que hasta ahora no ha mostrado mucho, pero puede ser un buen ámbito para canalizar este tema. Que no se demoren más.


jueves, mayo 18, 2023

DESDE ARGENTINA, CERO KILO … AL POPULISMO


DESDE ARGENTINA, CERO KILO … AL POPULISMO
por Guillermo Sicardi - Semanario Búsqueda - jueves 18 de mayo de 2023.


“Hay que cerrar las fronteras con Argentina. Lo que viene del otro lado del río, nos va a arruinar”. Hoy muchos comerciantes y políticos están pidiendo medidas para evitar que productos argentinos muy baratos nos invadan y hagan quebrar comercios. Pero cualquier medida que tomen, solo será un paliativo que durará lo que un lirio. Yo también creo que hay que cerrar las fronteras con Argentina, pero no para que no entren productos, sino para que no entren las pésimas políticas peronistas, populistas y socialistas. ¡Eso sí que nos va a arruinar!

El peronismo, el estatismo y el populismo arruinaron a la Argentina, una proeza que parecía imposible. Tienen una inflación proyectada del 147%, (entre las 5 mayores del mundo); el dólar “blue” (mercado libre) ronda los 500 pesos argentinos (estaba a 67 al asumir Alberto Fernandez en diciembre del 2019); la pobreza está en el 40% (unos 20 millones de personas) y tienen 5 millones de indigentes. Casi la mitad de la población recibe alguna prebenda del Estado. El Banco Central está quebrado, no tienen reservas en dólares, tampoco crédito internacional y sólo se financian con emisión monetaria. La tormenta perfecta.

Veamos solo algunas de las nefastas medidas que han tomado nuestros vecinos y seamos conscientes que aquí, el Frente Amplio y el PIT-CNT, las han propuesto para aplicar en Uruguay, con mayor o menor entusiasmo, pero las defienden a casi todas ellas. A saber: 

a) cerrar la economía al mundo basados en la fracasada política de sustitución de importaciones y proteger a la industria nacional; 

b) dar subsidios a empresas para poder competir con productos mejores y más baratos del exterior, lo que llena los bolsillos de empresarios prebendarios, políticos y sindicalistas, mientras vacía el bolsillo de los ciudadanos; 

c) leyes laborales rígidas y sindicalistas que se enquistan en el poder por décadas, viviendo como millonarios, mientras la jubilación mínima no supera los 150 dólares; 

d) derroche de planes sociales, que tienen a la gente esclava del Estado y perdiendo los hábitos del trabajo, del esfuerzo y la meritocracia; 

e) subsidio a las tarifas de servicios públicos (luz, agua, gas, transporte, etc.), generando un déficit fiscal gigantesco y un desestímulo a esas empresas a invertir, lo que lleva a cortes en el servicio o escasez; 

f) control de precios en supermercados, con la absurda idea de creer que van a controlar la inflación, cuando estas medidas han fracasado en Argentina y en todo el mundo en los últimos 4.000 años; 

g) haber cerrado la economía y la educación durante la pandemia en forma extensa y descoordinada; 

h) tener más de 15 tipos de cambios: oficial, blue, soja, turista, Netflix, mayorista, CCL (Contado Con Liquidación) y varios más;

i) echarle la culpa a otros de sus males: al F.M.I. (que es el único que le sigue dando óxigeno), a la pandemia, a la sequía, a la guerra de Rusia contra Ucrania, a Macri, al Grupo Clarín o al imperialismo yankee. Todo les viene bien para sacarse el sayo de encima.

Argentina no sólo está absurdamente barata (por los motivos listados), sino que, además, Uruguay está absurdamente caro. Y lo estamos porque tenemos un Estado grande y soso, un tipo de cambio atrasado, una mano de obra ineficiente, una legislación laboral rígida, altos impuestos, burocracia y servicios públicos de calidad media. 

Por eso nuestras exportaciones son 70% “commodities”, como la soja, que se exportan unos U$S 1.800 millones, pero apenas se exporta aceite o harina de soja. Y ni hablemos de exportar productos con más valor agregado, como milanesas o hamburguesas. Es que “agregar valor” en Uruguay no es rentable.

Más allá de la situación actual de Argentina, Uruguay tiene que trabajar duro para ser más competitivo, desregulando el mercado laboral, eliminando monopolios y empresas públicas, saliendo del Mercosur y buscando más negocios libres con el mundo. En definitiva, tenemos que tomar todas las medidas que toman los peronistas socialistas, pero en sentido diametralmente opuesto.

Como dice el dicho: “Del tonto también se aprende. A no ser tonto”. Aprendamos entonces de todo lo que no hay que hacer. El cerrar la frontera al comercio con Argentina tal vez evite (por un tiempo acotado) que algún comerciante uruguayo la pase mal  y hasta  tenga que cerrar su negocio. Pero si dejamos que pasen las ideas peronistas, populistas y socialistas, todos la vamos a pasar muy mal. Porque está más que probado que estas ideas, una vez llevadas a la práctica, lo único que logran es traer miseria, no por un tiempo acotado, sino por décadas y décadas.


jueves, mayo 11, 2023

LA POLÍTICA, EL DERECHO Y LA MORAL


LA POLÍTICA, EL DERECHO Y LA MORAL
por Guillermo Sicardi - Semanario Búsqueda - jueves 11 de mayo de 2023.


El despido de la ministra de vivienda del gabinete gubernamental por haber dado preferencia a una militante de su fracción política para acceder más rápido a una vivienda, generó un enorme revuelo que puso al borde la continuidad de la coalición de gobierno. La discusión ha girado fundamentalmente sobre aspectos políticos y jurídicos, pero no morales, que son los que verdaderamente importan.

Esta conducta no debería sorprendernos, ya que es -lamentablemente- una práctica inveterada de nuestra casta política. Todos sabemos que gran parte del tiempo que dedica un jerarca, sea legislador, edil o funcionario, es a trabajar de “gestor”, a agilizar expedientes dentro del enmarañado mundo burocrático que ellos mismos crean.

Recuerden que para tener un teléfono de línea había que esperar entre 10 y 15 años, ya que había escasez de los famosos “bornes”, lo cuales aparecían como por arte de magia cuando la solicitud iba acompañada de una tarjeta de algún diputado. Iguales gestiones se hacían para apurar una jubilación, un permiso de importación o un “préstamo blando” del Banco República.

Esto era (y sigue siendo) totalmente aceptado por la sociedad. Las “gauchadas”, el amiguismo o el “hacerle la pierna” a algún conocido, no están tan mal vistos. Y no hablamos aquí de la coima pura y dura que es la práctica corriente al otro lado del Río de la Plata, sino simplemente de hacer favores. Y “favor con favor se paga”.

Como estas costumbres son aceptadas pacíficamente por los ciudadanos, muchas de ellas son recogidas por nuestra normativa jurídica. Así, los directores de Ancap disponían (o tal vez aún dispongan) de determinadas bolsas de portland para donar a instituciones deportivas o sociales, a las que, casualmente, suelen estar vinculados o están ubicadas en sus pagos. Los directores del BPS contaban con un cupo de jubilaciones para otorgar, aun cuando el potencial jubilado no dispusiera del 100% de los requisitos establecidos. Y ahora la ministra de vivienda lo dice muy claramente: que como ministro dispone de cupos discrecionales para asignar viviendas “los que casi no utilicé”.

Lo que debemos analizar en este y otra infinidad de casos, es si la conducta de los servidores públicos está ajustada a la moral, disciplina que refiere a los valores y principios que guían el comportamiento humano y que pueden variar según cada cultura y modificarse con el paso del tiempo, como ser los temas vinculados a la justicia, la equidad, la honestidad, la compasión o el respeto.

Durante siglos era legal (y moralmente aceptada) la esclavitud; que las mujeres no pudieran votar; que los hijos nacidos fuera del matrimonio heredaran menos que los hijos “legítimos”; o que los negros tuvieran que asistir a escuelas diferentes o viajar en buses especiales para ellos. 

El presidente Lacalle Pou parece estar tomando decisiones basadas más en la moral que en la política o en el derecho. Y hace muy bien en ello. Despidió a Irene Moreira por similares motivos por los que cesó al ex presidente de Antel, Guillermo Iglesias, por querer presupuestar a 857 personas como empleados públicos permanentes en mayo del 2020, en plena pandemia, cuando el común de los mortales no sabía si iban a tener un mísero ingreso para sobrevivir. Una verdadera inmoralidad, por más ajustada a derecho que estuviera y contara con el aval de varias fuerzas políticas y sindicales.

Para dirimir estos asuntos entre la política, el derecho y la moral, es bueno que pongamos la mirada (una vez más) en Nueva Zelanda. Ellos tienen un Código de Integridad y Conducta para guiar a los funcionarios públicos que ya tiene 35 años: The State Sector Act de 1988. A este código, en idioma maorí, le llaman “He Aratohu”, compuesto de dos palabras: ara y tohu. Ara es ruta, camino o rumbo y Tohu son símbolos, signos, rasgos distintivos o direcciones.

Y dicen en su página web: “El sector público de Nueva Zelanda se encuentra en la posición privilegiada de tener altos niveles de confianza pública. Sin embargo, esto no debe darse por sentado. Necesitamos seguir comportándonos de una manera que retenga la fe de los ministros, el parlamento y el pueblo de Nueva Zelanda, o perderemos nuestra legitimidad y socavaremos la credibilidad que necesitamos para hacer nuestro trabajo. Debemos ser capaces de demostrar que somos dignos de confianza, que actuamos en interés de la gente de Nueva Zelanda y nunca para nuestro beneficio personal”.

Desde que el Dr. Jorge Batlle invitara en agosto del año 2000 a la Dra. Ruth Richardson, ex ministra de finanzas y actora principal de los cambios hacia la libertad comercial y modernización del estado, nunca más se habló de Nueva Zelanda. No lo hicieron ni los políticos, ni los sindicalistas, ni los empresarios, ni los académicos, ni los periodistas, salvo aisladas excepciones. 

Sería bueno que ante tanto derroche del gasto público todos ellos organizasen una excursión a Nueva Zelanda para ver si traen ideas nuevas, políticas nuevas y morales nuevas. Dejen la cháchara y la telenovela política para las masas, siempre adictas a regodearse en las “redes cloacales”. Lideren. Eleven las miras. Ayuden a cambiar la moral de nuestro tiempo. Ello traerá cambios jurídicos y también cambios políticos. Y todos serán para bien.


jueves, mayo 04, 2023

LA CASTITA POLÍTICA URUGUAYA CONTRA JAVIER MILEI


LA CASTITA POLÍTICA URUGUAYA CONTRA JAVIER MILEI
por Guillermo Sicardi - Semanario Búsqueda - jueves 04 de mayo de 2023.


Decía el icónico ex presidente de Peñarol, Cr. José Pedro Damiani: “En el Uruguay no hay ricos, hay riquitos”. Y cuando nos comparamos con Argentina, también lo nuestro es diminutivo: ni grandes proezas, ni grandes desastres. Con la política sucede lo mismo: allá está “la casta” y aquí “la castita”. Ambas están en contra de las ideas que propone desde hace casi diez años, Javier Milei, un economista que defiende la libertad a ultranza y que quiere cambiar radicalmente la estructura del Estado y las mafias que lo gobiernan. Por eso muchos le tienen miedo.

Milei no está en contra de la política, ni de los políticos honestos y menos aún, del sistema democrático. Él está en contra de “la casta”, a la cual define como aquellos políticos que viven del Estado, que aprueban leyes y decretos para dejar contento al pueblo en el corto plazo, aun sabiendo que, a la larga, esas medidas son perjudiciales para toda la sociedad. 

También la casta la integra el político corrupto, no sólo del que revolea bolsos con nueve millones de dólares para dentro de un convento trucho, asigna obra pública a los amigos y sus entenados que acumulan 400.000 hectáreas en estancias, sino que también incluye a los que hacen favores con dinero ajeno, cobran impuestos para repartirlos a cambio de votos o simplemente son tibios a la hora de encarar los cambios, porque saben que ir contra la corriente del pensamiento dominante es ir contra la corriente de los votos que los mantienen en el poder.

Milei está a favor de la libertad en todos sus términos, de las libertades políticas, las sociales, las individuales y, sobre todo, de las libertades económicas. Quiere eliminar los más de 120 impuestos que rigen en Argentina y dejar sólo 10, así como las 69.000 regulaciones que impiden el comercio, al punto tal, que un vehículo que transporta chacinados desde Capital Federal a Provincia (es decir, cruzando la General Paz), debe llevar unos 17 permisos encima, y para ello, el empresario debe disponer de un funcionario casi en exclusiva para llenar papeles inútiles para saciar un Estado ineficiente.

También plantea cerrar el Banco Central (más bien dinamitarlo y dejar sus ruinas como testimonio de las ruinas que esa entidad le causó a los argentinos), como ser destruir cinco signos monetarios, quitarle 13 ceros a la moneda y generar dos hiperinflaciones sin haber tenido guerras. El peso argentino es un papel pintado, que desde hace casi un siglo los políticos de todo pelo lo han venido falsificando sin pudor. Y, de yapa, recordemos que Argentina es un “defaulteador serial”, ya que van nueve veces que no paga sus deudas y, seguramente, sume la décima cucarda a este triste currículum en muy poco tiempo.

Como Milei pretende quitarles a los políticos las herramientas del saqueo, la casta se opone a sus ideas. Quieren seguir con la obra pública y ya vimos los robos que hicieron, todos documentados en los “cuadernos Gloria”. Quieren seguir con las empresas públicas, todas ellas perdiendo dinero, pero ganando empleados públicos amigos y “caja” para sus campañas. Quieren seguir con el Banco Central, para que pueda financiar el déficit fiscal crónico, que se genera por subsidiar las tarifas públicas, financiar políticas de género, tener un exceso de Estado y el “ponerle platita en el bolsillo a la gente”. Por eso tienen una inflación del 120% (y creciendo), una moneda inútil y un riesgo país de los más altos del mundo.

Lo que llama la atención es que políticos de todos los partidos uruguayos, hayan criticado a Milei. El Dr. Julio María Sanguinetti lo ve con “preocupación” y dice que “sin dudas no ayuda al ejercicio democrático”. El senador Domenech de Cabildo Abierto, lo ve como un “fenómeno circunstancial” que no tiene “bases firmes” como para “timonear” la Argentina. El siempre ocurrente Mujica dice que “El fenómeno no es Milei, sino ustedes (los periodistas) que le dan pelota”. Y hasta Pablo Iturralde, presidente del Partido Nacional, apuntó contra el “facilismo tremendo” de figuras emergentes que capitalizan el descontento de los votantes con la economía, “después de tantos años de populismo”. Y por último Pablo Mieres, del Partido Independiente, critica a los outsiders como Milei, considerando que “son políticos que ingresan a la política diciendo que no les gusta la política”. 

Es muy bueno y muy sano para una democracia el contar con partidos políticos con 150 años de historia como los tiene Uruguay, pero también de esas entrañas surgió un populismo y estatismo desmesurado, que llevó a un estancamiento económico e inflación, que trajo un enorme descontento en la población el que dio nacimiento a los tupamaros y luego a un Bordaberry y el golpe de Estado. En esos partidos también surgen “outsiders” como Juan Sartori, que se mete en el Senado luego de una breve y costosa campaña política. Y Cabildo Abierto es el gran outsider del sistema, que buenos dolores de cabeza le está dando al gobierno de coalición. Nada es perfecto. Ni pelado, ni con dos pelucas.

Ninguno de los partidos políticos uruguayos ha planteado con firmeza el achicar el Estado, en terminar con empresas públicas ineficientes, en reducir la cantidad de Intendencias o hacer fuertes ajustes al Banco Central, que acaba de pedir unos 800 millones de dólares porque estaba al borde de la quiebra. De alguna manera, todos ellos se benefician con esta enorme estructura estatal. 

El tema no es Milei y su personalidad o sus extravagancias. El tema de fondo son las ideas de la libertad, esas que incorporó Juan Bautista Alberdi en la constitución argentina de 1856 y que en pocos años hizo de ese joven país, un vergel de oportunidades y uno con el mayor ingreso per cápita del mundo, cuando hoy chapotea en la miseria de la inflación, la desocupación, 20 millones de pobres y 5 millones de indigentes.

Rechacen a los outsiders como Milei y abrácense a las tradiciones de Juan Domingo Perón o del “hiperinflacionario de Chascomús” (Raúl Alfonsín), ese “padre de la democracia” que inmortalizó la frase “Con la democracia no solo se vota, sino que también se come, se educa y se cura” y tuvo que abandonar la presidencia ocho meses antes de terminar su mandato, con una hiperinflación del 5000% anual, con la cual no pudo ni curar, ni alimentar, ni educar y sí apenas pudieron votar.

Critiquen a Milei todo lo que quieran. Pero no se distraigan mirando el dedo cuando se apunta a la luna. Defiendan sí las ideas de la libertad, porque en esta faena, tienen mucho aún por hacer.