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miércoles, mayo 26, 2021

Peajes y orden de no aflojar.


Peajes y orden de no aflojar.
Por Guillermo Sicardi | jueves 27 de mayo de 2021 | Semanario Búsqueda



Hace pocos días El Observador titulaba: Fin del cobro manual de peajes: anuncian retiro “paulatino y coordinado”, lo que despertó la reacción inmediata del SUNCA y el PIT-CNT cuya consigna es: “por la defensa de los puestos de trabajo”, no importa si éstos agregan valor o lo restan.

Un enorme error en el que la izquierda cae una y otra vez, es en creer que hay que defender “el puesto” de trabajo, en vez de defender a la “persona” que ocupa ese puesto. Así dan pelea para mantener cajeros de banco, guardas de ómnibus, pisteros de estaciones de servicio o cobradores de peaje, todas actividades que van quedando obsoletas ante el avance de la tecnología. Basta releer el trabajo de la Universidad de Oxford, The future of employment (2013), donde proyectan que el 47% de las tareas laborales que realizamos hoy los humanos, serán remplazadas por software, robótica o nuevas tecnologías.

Defender puestos de trabajo obsoletos (como los mencionados) lo único que hace es encarecer el costo de vida de los uruguayos y, por ende, el famoso “costo país”, que hace que cada producto que queramos exportar cargará sobre sus hombros el costo de estos salarios innecesarios.

La dirigente sindical de los peajes, declara: «Heber innovó al plantear este escenario porque en cada pliego de licitación de todos los gobiernos anteriores, se dejaba establecido que las empresas que licitaban nos tenían que tomar. Siempre nos brindaron certezas y garantías»,  

Esta es la enorme diferencia entre los emprendedores y los dependientes. El emprendedor, el empresario, el comerciante, navegan diariamente en un mar de incertidumbres. Cada mañana, cuando levantan la cortina de su negocio, no saben cuántos clientes van a entrar, si en la vereda de enfrente no se le instalará un nuevo competidor o si el Estado no le pondrá una nueva traba burocrática. No tiene certezas sobre sus ingresos, si se va a poder tomar vacaciones o quién lo cubrirá en caso que se enferme …. Por eso estas personas desarrollar fortalezas emocionales para navegar en aguas turbulentas.

En cambio al sindicalista-empleado-dependiente no le gustan los riesgos ni está dispuesto a asumirlos. Es paradójico que estos “revolucionarios” defensores del Che Guevara, de las guerrillas y las revueltas, sean tan miedosos a la hora de valerse por sí mismos para lograrse un sustento. En patota parece que todos somos guapos. Pero individualmente, sólo unos pocos lo son.

Decía Juan Bautista Alberdi, el pensador liberal creador de la Argentina republicana allá por 1856: “Garantizar trabajo a cada obrero sería tan impracticable como asegurar a todo vendedor un comprador, a todo abogado un cliente, a todo médico un enfermo, a todo cómico -aunque fuese detestable- un auditorio. La ley no podrá tener ese poder, sino a expensas de la libertad y de la propiedad, porque sería preciso que para dar a los unos lo quitase a los otros; y semejante ley no podría existir bajo el sistema de una Constitución que consagra a favor de todos los habitantes los principios de libertad y de propiedad, como bases esenciales de la legislación”

En Uruguay tenemos unos 300.000 desocupados (de los cuales casi 250.000 se inscribieron para el sorteo de 15.000 puestos de trabajo del plan Jornales Solidarios), para trabajar en un Municipio y ganar $12.500 por mes. No parece una gran suma. Sin embargo, esto demuestra que la gente quiere TRABAJAR, más allá del monto del salario, las licencias, los aguinaldos o el cobro de horas extras.

El Estado deberá seguirse achicando (como con los peajes) y las empresas privadas contratarán cada vez menos gente. Si la izquierda no entiende que hay que flexibilizar las normas laborales y terminar con el carácter de “orden público” de las mismas (que impiden llegar a acuerdos entre partes si se apartan de la norma, como negociar menos días de licencia o menos beneficios) cada vez habrá menos empleo.

Esto no tiene que ser visto como una “perdida de conquistas laborales”, porque lo que estarán perdiendo es mucho peor: se perderán empresas y las que queden no estarán estimuladas a contratar mano de obra, y menos aún cuando sea  cara, poco capacitada y difícil de desvincular. Es mejor un empleo “frágil” que un no empleo.

Por lo tanto, con la reforma del Estado y la flexibilización laboral, también habría que aplicar la frase del Dr. Jorge Larrañaga: “Hay orden de no aflojar”.





¿Es la hora del liberalismo?


¿Es la hora del liberalismo?

por Guillermo Sicardi | Semanario Búsqueda | jueves 29 de octubre de 2020 



América Latina ya lo probó todo: monarquías, virreinatos, comunismo, socialismo, dictaduras militares, oligarquías, socialdemocracias y populismos varios. Casi nada de todo esto funcionó bien. Lo que hemos probado poco es del liberalismo clásico. ¿Será que ha llegado su hora?

Veamos el caso de Argentina. Ya van por el noveno default; están entre los 5 países con más inflación del mundo; los niveles de pobreza llegan al 50% y creciendo; el peso argentino cada día vale menos porque están emitiendo billetes para pagar el déficit fiscal; el “Estado presente” no ha dejado de crecer. Lo han probado todo y nada les funciona.

El problema no son las personas, sino las malas ideas que guían su accionar. La creencia que el Estado lo puede todo y debe hacer todo, los tiene anclados desde 1930. A partir de la década del 40 todo empeora con Perón: gasto, derroche, corrupción y populismo que dura hasta hoy.

Las ideas liberales fueron las que permitieron a Argentina ser una potencia mundial. Juan Bautista Alberdi las plasmó en la Constitución de 1853 cuyos principios rectores fueron la libertad (no sólo política, sino de comercio), un Estado focalizado en sus funciones básicas de juez y gendarme, y la propiedad privada.

Desde hace unos años, economistas como Javier Milei, José Luis Espert, Agustín Etchebarne, Gustavo Lazzari, Diego Giacomini, Aldo Abraham o Roberto Cachanosky entre otros, han difundido las ideas de la libertad en la academia, las empresas y, sobre todo, en los medios de comunicación.

Lo han hecho con tanta persistencia,  datos duros  y evidencia empírica irrefutable, que tales ideas están permeando en toda la sociedad, en especial, entre los más jóvenes. Ya muchos están viendo que las diferencias entre peronistas, radicales y el grupo del ex presidente Mauricio Macri, utilizan -a grandes rasgos- las  mismas ideas para gobernar. De hecho, han dicho que Macri, practicaba un “kirchnerismo de buenos modales”.

El modelo “tripartita”, donde gobernantes, empresarios y sindicalistas se repartían el botín, argumentando “defender la industria nacional” o “poniendo dinero en el bolsillo a la gente” para “redistribuir riqueza”, está agotado. 

Las encuestas muestran que el movimiento libertario está captando cada vez más adeptos: del 1,8% de votos que obtuvo José Luis Espert en las últimas elecciones primarias (PASO), al casi 15% que muestran las encuestas hoy, es un gran salto.

Salvando las distancias, el Uruguay está en una encrucijada similar: o se sigue gobernando con las ideas estatistas o se da un giro hacia políticas más liberales, donde se premie la iniciativa individual, la meritocracia, el éxito bien alcanzado y se apoye a quien lo necesite, pero no haciendo del necesitado una víctima o un esclavo.

De este lado del Plata los liberales también están buscando organizarse (lo cual no es fácil para quienes llevan la libertad en sus genes y detestan todo tipo de ataduras). Pero ningún gran logro se obtuvo sin renunciar a algo. ¿Será la hora de volver al liberalismo que supimos disfrutar en el Río de la Plata, o habrá que seguir esperando?


Los números no mienten …


Los números no mienten …
por Guillermo Sicardi | Semanario Búsqueda | jueves 18 de febrero de 2021.



“Los números no mienten. Los que mienten son los que preparan los números”. 

“Hay que cuidar los números chicos, porque los grandes se cuidan solos” . 

Estas frases fueron inmortalizadas por el Cr. José Pedro Damiani, y hoy recobran su valor ante el avance de propuestas de más gasto del Estado, más subsidios o más controles para salir de la crisis. Pero es altamente probable que el remedio sea peor que la enfermedad.

El Uruguay ha vivido de prestado durante los últimos quince años. El aumento de los ingresos de trabajadores y jubilados o la baja en los indicadores de pobreza, tienen más visos de ilusión que de realidad sostenible. 

La deuda externa creció de unos 13.000 millones de dólares en 2005 a más de U$S 40.000MM. Cada uruguayo económicamente activo debe unos U$S 20.000 dólares (más sus deudas personales). A pesar de la bonanza que trajeron los commodities, siguen habiendo unos 170.000 desocupados, crecieron los empleos públicos, cientos de miles de personas reciben un cheque del Estado y se han perdido muchos puestos de trabajo. Casi una tormenta perfecta.

A pesar del enorme aumento de la recaudación tributaria, aún así no logramos cerrar las cuentas: el déficit anual sigue siendo superior al 5% del PBI, lo que significa que todos los años debemos unos U$S 2.750 MM más de lo que recaudamos. No parece una estrategia viable en el mediano plazo.

Otros datos a tener en cuenta: cerca de 500.000 uruguayos están en el clearing de informes; de un parque automotor de unos 1,5MM de vehículos, se estima que 200.000 tienen deudas de patente (morosidad del 8%); 600.000 personas con depresión; 25.000 morosos en UTE y otros 60.000 “colgados”; la desocupación supera el 10%, lo mismo que la inflación. No son datos de un país de primera.

Estos números nos ponen en  una situación muy vulnerable, con menos margen para negociar cualquier proyecto, sean nuevas inversiones, reconversión de empresas (públicas o privadas), bajar impuestos o comprar vacunas contra el COVID. Al igual que la cigarra en la fábula de Esopo, hemos  cantado y bailado durante el verano y ahora no tenemos cobijo para el invierno. 

Pero lo más preocupante no son estos malos números, sino las soluciones que proponen para mejorarlos, ya que la mayoría de ellas pasan -una vez más- por hacer crecer al Estado. Nadie está proponiendo achicar el gasto en sueldos, inversiones, personal, eliminar regulaciones burocráticas, bajar tributos o brindar más flexibilidad laboral. Lo que sí ha funcionado en el mundo, ni siquiera queremos probarlo por acá.

Hace más de 30 años Nueva Zelanda vivía una situación de estancamiento similar, pero aceptaron los hechos, hicieron un plan de base liberal y lo ejecutaron en tiempo record. Pudieron hacerlo gracias a un gran acuerdo entre políticos, sindicatos y empresarios, liderados por el Partido Laborista (de centro izquierda) con su ministro de finanzas Roger Douglas a la cabeza.

Lamentablemente por estos lares estamos lejos de arribar a una solución similar. El primer paso sería aceptar estos números, no como malos, sino como muy malos. Segundo, seguir un camino muy similar al de Nueva Zelanda, achicando el Estado, abriendo la economía al mundo y flexibilizando la legislación laboral. Y el tercer paso, sería ejecutar ese plan con sentido de urgencia y no con “gradualismo”.

De no hacerlo así, los números seguirán empeorando. Y los que preparan los números, tendrán que afinar sus habilidades para maquillarlos.


¿Por qué las instituciones y empresas publicas no rinden?


¿Por qué las instituciones y empresas publicas no rinden?

por Guillermo Sicardi | Semanario Búsqueda | jueves 11 de febrero de 2021.


“Realizar el futuro, implica siempre desechar el pasado. La pregunta a realizarse es: Si hoy no estuviéramos comprometidos con esto, ¿lo intentaríamos? Si la respuesta es negativa, corresponde extraer la consecuencia: ¿Cómo podemos salirnos … y rápido?. Ha pasado casi medio siglo desde que Peter Drücker publicó  el libro “La Gerencia” en 1973, pero parece que pocos lo leyeron y menos aún lo entendieron. 

Si hoy no estuviéramos comprometidos con Ancap, ¿a alguien en su sano juicio se le ocurriría construir desde cero una refinería, en un país que no tiene petróleo y en un mundo que no deja de criticar los efectos nocivos de los combustibles fósiles y brega por energías limpias? Sin embargo, los uruguayos seguimos atrapados a este nefasto pasado ancapiano. Y lo peor: creemos que toda esta historia de fracasos ¡ahora sí!, devendrá en un magnífico éxito. Drücker nos explica por que no podemos concebir tal esperanza.

“La institución pública tiene problemas de rendimiento, precisamente porque no es una empresa”. No está movida para satisfacer las necesidades de los clientes, sino la de sus funcionarios. No le preocupa perder clientes, porque se mueven en régimen de monopolio. Tampoco les asusta no ganar dinero o endeudarse, ya que utilizarán el poder policíaco del Estado para cobrar los precios que se les ocurra o aumentarán impuestos que compensen sus ineficiencias. Y por último: su preocupación principal es gastarse hasta el último centavo de su “presupuesto”, ya que el ahorro está penalizado, no premiado.

Dice Drücker: “La institución que es financiada por un presupuesto se ve recompensada por lo que se le asigna, más que por lo que gana. Se le pagan las “buenas intenciones” y los “programas”. Se le paga por no provocar el desagrado de interesados importantes (sindicatos, políticos, empresarios prebendarios) más que la satisfacción de determinado grupo (clientes, usuarios). El modo en que se le paga, la orienta equivocadamente”. 

Como no logran buenos resultados (entre otras cosas porque no se fijan metas claras ni responsables directos en conseguirlas), se hace “muy grande la tentación de duplicar el presupuesto, precisamente porque no hay resultados” y sobre todo, existe la tentación de “culpar al mundo exterior” de tales yerros.

Muchos creen que las funciones del gobierno son eternas. Una vez que a algún político se le ocurre incursionar o regular una actividad, eso será para siempre. Sin embargo -dice Drücker- el gobierno es una actividad humana y por lo tanto, envejece más tarde o más temprano. “La regla aplicable al gobierno moderno no debería ser “lo que hagamos durará eternamente”, sino todo lo contrario: “lo que hagamos hoy muy probablemente será abandonado en un período de relativamente pocos años”. 

Evidentemente no es esta la regla en Uruguay. No aceptamos el concepto de “abandono planeado”, que es deshacerse de aquellas actividades que ya no concuerdan con el propósito o misión de la empresa, que no aportan satisfacción a los clientes o ni siquiera ganan dinero. Con los casos de Ancap, Alur, Fondes, Inumet, AFE y tantas otras reparticiones, hemos perdido el rumbo. Y cuando esto sucede hay que tomar la brújula y ver dónde está el Norte, que es la misión, la razón de ser y de existir de esa organización.

Al respecto, nos ilustra Drücker: “las instituciones modernas existen para hacer aportes fuera de sí mismas, para atender y satisfacer a quienes no son sus miembros. El hospital no existe para bien de los médicos y las enfermeras, sino de los pacientes. La escuela no existe para provecho de los docentes, sino de los alumnos. La administración que olvida este hecho, administra mal”.

A la luz de estas enseñanzas y de nuestra experiencia, ¿cree usted que estamos administrando bien o podríamos hacerlo mejor? 

 

La trampa del asistencialismo.






La trampa del asistencialismo.
por Guillermo Sicardi | Semanario Búsqueda | jueves 4 de febrero de 2021.

“Los buenos padres, son malos padres”, decía mi abuela italiana que crió siete hijos con muy poco dinero y muchos valores.  Menudo favor le hace un padre al hijo cuando es demasiado “bueno”, en el sentido de blando, contemplativo o sobreprotector. Pero cuando el “Estado paternalista” asume ese rol con sus ciudadanos, el daño es casi irreparable.

Es muy fácil caer en la trampa del asistencialismo. Bajo la piel de cordero de “ayudar al más débil”, “repartir la riqueza” o dar una “renta básica universal”, se esconde el lobo de la dependencia, la destrucción de la autoestima y la convicción de que uno es incapaz de valerse por sí mismo.

Los ejemplos abundan; no solo en el tercer mundo, sino en la cuna del capitalismo, los Estados Unidos de Norteamérica. Este país que se construyó sobre la base moral del valor del trabajo, el ahorro, la defensa de la propiedad privada y la libertad, ha ido cediendo terreno a las ideas del “Estado presente” con resultados nada auspiciosos.

Un caso paradigmático lo constituyen los beneficios, subsidios y apoyos estatales que reciben las reservas o comunidades indígenas en Estados Unidos y Canadá. En el libro “La trampa de la dependencia económica”, de Calvin Helin  (miembro y descendiente de una de esas tribus), presenta datos contundentes demostrando que el supuesto paraíso terrenal de recibirlo todo sin esfuerzo, en realidad es un infierno.

  • Las mujeres y hombres nativos presentan mayores tasas de violencia que cualquier otro grupo étnico o racial en USA

  • El consumo de alcohol, tabaco y otras adicciones, es un problema grave, que incluso se traslada a los fetos durante el embarazo

  • La agencia estatal Indian Health Service, muestra mayores índices de mortandad entre los miembros de la comunidad indígena más altos que el promedio nacional en: alcoholismo (517%), tuberculosis (533%), accidentes automovilísticos (203%), diabetes (210%), homicidios (87%) y suicidios (60%).

Estas cifras Helin las asocia a la pérdida gradual de la autoestima, a la dejadez de cuidar de sus propios asuntos y perder la cultura del trabajo por culpa del asistencialismo. Esto es así porque el ser humano necesita trabajar, no sólo para procurarse un sustento, sino para sentirse útil y provechoso. 

Dice Helin: “Al avanzar la idea de que uno no es responsable de su bienestar, esa responsabilidad pasa a ser usurpada por el gobierno. Y aunque el Estado pueda ponerte una “curita” (band-aid) financiera transitoria, jamás podrá darte la motivación para procurarte una mejor vida”. Y cita al cantante quebequense Félix Leclerc: “La mejor manera de matar a una persona, es pagarle por no hacer nada”.

Está muy bien tenderle una mano a las personas que lo necesitan, porque todos, absolutamente todos los seres humanos, necesitamos apoyo de otros en varios momentos de nuestras vidas, sean éstos económicos, emocionales o laborales. Pero no parece sano que existan cientos de miles de personas recibiendo un cheque del Estado por años y años sin lograr salir de su precaria situación.

La trampa del asistencialismo lleva al clientelismo político: votos por beneficios. Y esto se refuerza fomentando la “cultura de los derechos adquiridos”, donde le hacen creer a la gente que merecen un trato especial en virtud de su particular situación, sea por raza, sexo, estado civil o económica. 

Pero el mayor problema lo tendrán los jóvenes. Un estudio realizado en Estados Unidos  demuestra que cuanto mayor sea el número de años que los padres reciben dinero sin la contrapartida del esfuerzo propio, mayor será la probabilidad de que sus hijos crezcan para depender del asistencialismo estatal. Un esclavo más se suma al sistema.

Uruguay ya cayó en la trampa del asistencialismo. El gran desafío será en cómo salir de ella.


¡Gracias Bill!


¡Gracias Bill!

por Guillermo Sicardi | Semanario Búsqueda | jueves 25 de febrero de 2021.

Los uruguayos estamos enojados con Bill Gates. El hombre más rico del mundo anda promoviendo la carne sintética y diciendo que el ganado contribuye a empeorar el efecto invernadero. Si el mundo le sigue la corriente, Uruguay la puede tener complicada. Pero tal vez no sea tan así.

Nuestra primera reacción fue enfrentar a Bill, con diversos tipos de argumentos. El primero, es que la manera en que se produce carne en Uruguay, con ganados libres en el campo (y no confinados en corrales abarrotados), compensa el efecto negativo del gas metano generado. Otros usaron argumentos semánticos, diciendo que la “carne de laboratorio” no es técnicamente carne (un camino similar a los franceses, que no permiten utilizar la denominación “champagne” a los vinos espumantes que no se producen en la región y con los métodos franceses. Otros lo invitaron a comer un asado para que compare sabores y calidades y entienda que “somos diferentes”.

Pero lo cierto es que este producto va a avanzar. Y mucho más rápido de lo que queremos. Para empezar, el propio Bill invirtió 75 millones de dólares en la empresa Impossible Foods, quien ya había recibido otros 250 millones desde su fundación en 2011. Y hay otros multimillonarios y fondos de inversión, dispuestos a seguir a Bill.

Además, cuando una idea se incorpora en la sociedad, es difícil quitarla. No importan demasiado los argumentos técnicos o científicos, sino que el partido se juega en el terreno de las modas, los prejuicios, lo políticamente correcto o los intereses económicos.

¿Seguirá la carne vacuna el mismo camino que la lana? Uruguay llegó a tener unos 25 millones de cabezas de ovinos, cuando la lana era el principal rubro de exportación, llegando a generar el 50% de las divisas en la década de 1950, con precios muy altos, debido a la gran demanda durante la Posguerra y luego con la guerra de Corea. 

Pero hoy son apenas 6,5 millones (4 veces menos). La explicación la da el propio S.U.L. (Secretariado Uruguayo de la Lana): “No obstante, fueron esos altos precios internacionales de la lana los que favorecieron las inversiones en la fabricación de fibras sintéticas alternativas,  estimulando un gran crecimiento de la producción de fibras artificiales y provocando desde fines de la década del 60 un profundo e irreversible cambio en la industria y el comercio textiles”.

La “culpa” de esta caída, no fueron los Bill Gates de la industria textil, sino nosotros, los consumidores. ¿No me cree? Abra su propio ropero y cuente cuántas prendas “naturales” tiene y cuántas “artificiales”.

Pero no veamos esto como un caos, sino como una oportunidad. La marca “Uruguay Natural” habrá que potenciarla, no como un mero artilugio de marketing, sino como un verdadero cambio en el cultivo orgánico de todo lo que podamos producir así: hortalizas, frutas, granos, vinos, con cañadas de agua limpia y aire puro.

Como en muchos otros rubros, nosotros no podemos competir en volumen, sino en calidad, yendo a  mercados de “nicho”, que aunque sean pequeños, no lo serán para nosotros. Somos chicos. Veamos eso como una virtud, no como un problema. Pero chico y lento, no. Chico y ágil.

Debemos agradecerle a Bill que nos haya abofeteado para espabilarnos. Para seguir produciendo alimentos de calidad (que son, en principio, más caros), no sólo habrá que cambiar técnicas pastoriles y de crianza, sino que hay que achicar el Estado, quitar burocracia y dejar al productor ganadero o agrícola, que corra esta carrera contra los laboratorios y la tecnología, sin mochila y sin parásitos.

Por lo tanto, ¡gracias Bill!. 


LAS ABEJAS Y LAS MOSCAS



LAS ABEJAS Y LAS MOSCAS
por Guillermo Sicardi | Semanario Búsqueda | Jueves 6 de mayo de 2021

Facundo Manes es un reconocido neurocientífico argentino de dimensión internacional que se dedica a estudiar cómo funciona el cerebro, cómo tomamos decisiones, qué nos da felicidad o que nos lleva a la depresión.

En su libro Usar el cerebro, Manes explica que su función principal es lograr mantener vivo al ser humano que lo porta; por eso el cerebro tiene ciertos “patrones” de funcionamiento que le permiten actuar consumiendo la menor cantidad de energía. Y este es uno de los motivos por los cuales nos cuesta tanto cambiar de hábitos, ideas o costumbres. 
Este patrón influye notablemente en la toma de decisiones, para lo cual – dice Manes – lo primero es entender cómo decidimos y pone este ejemplo: “hace 30.000 años, nuestro antepasado tenía el mismo cerebro que tenemos nosotros ahora y mientras caminaba por un bosque y veía una sombra, no se detenía a pensar si esa sombra era de una inocente rama o de un oso que lo podía matar. Su proceso de decisión era muy rápido: huía”.

Era una decisión inconsciente, intuitiva, no racional, pero que le permitía sobrevivir. Y agrega estos conceptos que son clave: a) “para nuestra especie, es más importante sobrevivir, que la verdad”. b) “Otro aspecto más importante que la verdad es pertenecer a una tribu, a un grupo social. Por eso la evidencia no cambia lo que pensamos”.

Cuando una persona tiene una creencia determinada, aunque sea irracional, pero quedó allí alojada (como sucede hoy con los terraplanistas, que creen que la tierra es plana a pesar de toda la evidencia científica en contra), “lo que van a hacer es ignorar la evidencia y van a buscar a otras personas que piensen como él” 

Existen dos sistemas de toma de decisiones: uno racional y analítico, pero requiere consumir energía mental (como buscar información, leer y pensar); y recuerden que el cerebro lo que busca es consumir la menor cantidad de energía, por lo cual es más fácil no pensar que pensar, quedarse quieto que hacer, dormir que trabajar.

Y hay otro sistema que actúa en “piloto automático”, donde no gastamos energía para tomar decisiones sencillas, o guiado por emociones y experiencias previas, y es este sistema el que más utilizamos para tomar decisiones diarias. Nos basamos en lo que escuchamos de nuestros padres, lo que leímos, vimos o vivimos, y en base a estos sesgos y paradigmas, vamos tomando decisiones en la vida. 
Lo sorprendente es que vamos descartando toda la evidencia empírica que no coincida con nuestras creencias previas al punto tal que las personas estamos dispuestas a cambiar la realidad (o verla diferente) para adaptarla a nuestras creencias.

Esto me lleva a pensar en cómo hay tantas personas que defienden el sistema socialista, progresista o estatista a pesar de toda la evidencia empírica de su fracaso social, económico y hasta moral. Basta ver lo que ha sucedido con el muro de Berlín, la Rusia comunista y lo que sucede hoy en Cuba, Venezuela o Argentina.

Para ilustrar este asunto nada mejor que la fábula de la abeja y la mosca. La abeja laboriosa, trabajadora y organizada, fabrica una miel exquisita, que le sirve a ella y a los demás y para producirla recorre hermosos campos y toma el néctar de ricas flores. En cambio la mosca no sirve prácticamente para nada y come de la basura. La abeja, generosa y colaborativa, le mostraba a la mosca toda la evidencia empírica de las ventajas de su sistema de vida, pero la mosca lo negaba y seguía entre la basura.

Entre los seres humanos, encontraremos abejas y moscas. Hay personas que jamás cambiarán sus ideas equivocadas por más evidencia y datos que le pongamos frente a sus narices.  Por más que la abeja le explique y demuestre que es mejor alimentarse de una flor que del estiércol, seguirán revolcándose en la estiércol porque siempre han vivido así y ya se han acostumbrado.

¿Puede usted identificar en nuestra sociedad quienes son abejas y quienes moscas? Yo también. Acérquese a las primeras y procure evitar a las segundas.




¡HALÁ MADRID!





¡HALÁ MADRID!

Por Guillermo Sicardi | jueves 20 de mayo de 2021 | Semanario Búsqueda

La “nefasta” derecha arrasó en las últimas elecciones de la comunidad autónoma de Madrid, obteniendo nada menos que el 44% de los votos y donde Isabel Díaz Ayuso duplicó la cantidad de escaños obtenidos hace apenas dos años.

Como si esto fuera poco, envió a cuarteles de invierno a Pablo Iglesias, ese parlanchín defensor de la dictadura venezolana, de la que recibió más de 7 millones de euros para financiar sus fracasadas ideas, pero en el camino se compró una mansión de más de 500.000 Euros. La izquierda caviar opera de norte a sur y de este a oeste. Son bastante previsibles. Y en esta debacle de la izquierda, el otrora poderoso PSOE (Socialistas), perdieron 13 lugares, dejando de ser la primera fuerza política de Madrid.

Díaz Ayuso ganó con un discurso pro mercado, pro empresarios y por libre comercio. Prometió bajar impuestos y reducir el gasto público, cosa que es altamente probable que se realice, ya que quedó a tan solo cuatro escaños de obtener la mayoría absoluta de votos y seguramente tendrá el apoyo de VOX para aprobar esta iniciativa.

La centro-izquierda, representada por Ciudadanos, desapareció de la asamblea de Madrid, pasando a tener cero escanio, cuando antes gozaba de 27 lugares. Se ve que cada vez queda menos lugar para los tibios y timoratos.

La ganadora en estas elecciones remarcó el carácter de “locomotora” de Madrid en cuanto a la atracción de inversiones, tanto de españoles como de otras partes del mundo, pago de impuestos, generación de empleo y que aporta a las arcas nacionales mucho más de lo que recibe, comparando contra los derroches de Cataluña, el País Vasco, Valencia o Andalucía, siempre con déficit y deudas.

El discurso de Isabel Díaz Ayuso fue bien diferente al del ex presidente Rajoy, que pertenece a su mismo partido, el Partido Popular (PP), pero cuando gobernó no hizo nada bien “de derecha”, sino que acompañó las tendencias de la agenda globalista y lo políticamente correcto, que esta mujer viene a combatir de frente.

La presienta de la Comunidad de Madrid, hace una acérrima defensa de la libertad, no solo de las libertades políticas, sino de las de comercio. Se opone a los subsidios, a las prebendas que da el Estado que son una manera de esclavitud. Dice “vamos a ser libres porque queremos que Madrid empiece desde cero a trabajar, a madrugar, a pelear … porque los dos bienes más preciados que tiene el Hombre, son la vida y la libertad”.

Pone el foco en la forma de vivir en Madrid, en base a la apertura al mundo “que vienen a buscar oportunidades, libertad y vivir en paz”, donde se es madrileño de Argentina, de Perú, de Venezuela o de Alemania … ya que es una forma de vivir la vida, “basados en el respeto, la cultura del esfuerzo, del mérito y de la unidad nacional”. Pone en el centro a la persona, al individuo “y no tratarlo como ganado, como un colectivo al que dirigir”, cosa que sí adora hacer la izquierda.

Sin pelos en la lengua dice del daño que causa el gobierno de Pedro Sánchez, asociándose con socialistas, terroristas y comunistas, que los latinos bien sabemos como destruyen los países que administran.

El triunfo de Díaz Ayuso es un claro mensaje a los que creen que la batalla cultura está perdida. No lo está. Esta mujer (que llega sin cupos de género), lo ha demostrado. ¿Sabremos inspirarnos en su ejemplo?


ANCAP, OTRA VEZ ANCAP






ANCAP, OTRA VEZ ANCAP

por Guillermo Sicardi | Semanario Búsqueda | Jueves 13 de mayo de 2021

En una reciente entrevista realizada al presidente de Ancap, Alejandro Stipanicic, en el programa “Así nos va” de Radio Carve, fue muy directo y sincero al enumerar todos los problemas e ineficiencias que tiene esta pseudo empresa pública, que no para de perder dinero, cual barril sin fondo.

Es justo reconocer que muchas de esas pérdidas no son por culpa de la propia gestión de Ancap, sino de absurdas decisiones políticas (de todas las tiendas), que creen en la fantasía de disfrazar precios con subsidios, como los que dan al boleto, a la producción de biocombustibles (para mantener a los cañeros de Artigas, origen del movimiento Tupamaro con Sendic y la UTAA), el GLP (gas licuado de petróleo) donde Ancap vende muy por debajo del precio paridad de importación, poniendo como ejemplo que si el precio es de $50, Ancap recibe solamente $9.

La lista sigue con el nefasto negocio del Portland, que desde hace no menos de diez años deja pérdidas anuales por 25 millones de dólares; entre otras cosas porque tienen un proceso industrial obsoleto, no cuentan con la tecnología más eficiente y tampoco con mano de obra bien calificada. Sin embargo nadie se anima a cerrar esta herida que no deja de drenar dinero de los contribuyentes para alimentar a sindicalistas, empleados públicos y a una fuerza política con ideas estatistas obsoletas,  como lo es el Frente Amplio.

Imaginen por un momento que bien nos vendrían esos 250 millones de dólares (dólar más, dólar menos) despilfarrados en los últimos diez años, para paliar los efectos de esta pandemia o, en tiempos normales, usarlos para apalancar a cientos de emprendedores o empresarios pymes que luchan por sobrevivir y luego por crecer, en un entorno de regulaciones, impuestos y sindicatos que desaniman al más entusiasta.

Otras ineficiencias mencionadas por Stipanicic están alojadas en toda la cadena de producción y distribución: problemas en la productividad agrícola en Bella Unión, problemas industriales en el ingenio de esa ciudad, problemas de costos en la producción de biodiesel, ineficiencias en la propia refinería, dada su escala. Tampoco son eficientes en la forma de contratar, ya que tienen que regirse por burocráticos procesos licitatorios que encarecen la compra y que una empresa privada no tiene que cargar.

Tampoco hay competencia entre las distribuidoras, todas con contratos que son una fotocopia uno del otro, con márgenes asegurados para el transportista, para el estacionero y hasta para el pistero, ya que el sindicato ha amenazado con incendiar las praderas si se incorporan surtidores automáticos que no requieren de personal, como los que se utilizan en Estados Unidos o Europa desde hace más de 30 años. La consigna es “no innovar” y que paguen “los nabos de siempre”, esa magnífica definición de Tomás Linn sobre el contribuyente promedio.

Ahora le sumamos el desastre del proyecto Gas Sayago, que surge de la auditoría que está realizando PwC (Price Waterhouse Coopers) en el cuál Ancap cuenta con un 21% de las acciones y la UTE el resto, donde no solo derrocharon millones de dólares por incapaces a la hora de formular el proyecto de inversión (inviable desde todo punto de vista) sino que lo envilecieron aún más con masajes, viajes, posgrados y sueldo a Marta Jara de 16.000 dólares por mes mientras lideró este esperpento.

Stipanicic conoce cada rincón de Ancap. Es un hombre capaz y sabe lo que hay que hacer. La pregunta a hacerse es: ¿lo dejarán hacer o lo tienen con las manos atadas? Ancap delenda est. Esa es la única solución. No le saquen el cuerpo a la jeringa.  Y menos aún desperdicien a un ejecutivo capaz, que no abundan.



LA BATALLA CULTURAL EN LA EMPRESA






LA BATALLA CULTURAL EN LA EMPRESA

por Guillermo Sicardi | Semanario Búsqueda | Jueves 29 de abril de 2021

No hay ninguna duda que el PIT-CNT, durante los últimos 20 años, ha ganado la mayoría de las batallas contra sus rivales los empresarios, logrando mejoras salariales y laborales en casi todos los niveles. Pero la batalla más importante que han ganado es la batalla cultural: hacer creer a las masas que el empresario es el explotador y el obrero la víctima. Eso legitima cualquier tipo de reclamo y pone a la defensiva a la contraparte, que termina cediendo la mayoría de las veces.

El reiterado discurso de la lucha de clases, del oligarca privilegiado frente al marginado o el de la injusta distribución de la riqueza, parece haber afectado a varios dirigentes empresariales quienes actúan con cierto pudor y hasta con un poco de vergüenza. Y esto por ser lo que son y parecen no notarlo: inversores que asumen riesgos, generadores de empleo, movilizadores de la economía, innovadores, creadores de oportunidades y pagadores de impuestos, muchos impuestos. ¿Es esto como para andar con la cabeza gacha o bien erguida?

Sin embargo, la imagen pública del empresario local ha sido tradicionalmente mala, no solo por mérito de sus rivales sindicales, sino fundamentalmente por la inacción de las cámaras empresariales. Veámoslo con un solo ejemplo: la capacitación que unos y otros ofrecen a sus socios o afiliados.

El PIT-CNT ofrece, a través de su think tank —el Instituto Cuesta Duarte— este tipo de programas: Curso Taller de Consejos de Salarios; Formación de Militantes Sindicales: II Curso Nacional; Formación de Formadores Sindicales, y otros de similar tenor, además de los cursos más técnicos como seguridad laboral o derechos laborales. Además, fueron pioneros en dar estos cursos online, mucho antes de que empezara la pandemia.

En cambio, no verán nada similar en la oferta de capacitación ni de la Cámara de Industrias, ni de la Cámara de Comercio, la Asociación Rural o la Federación Rural. Parece que están más abocados a las tareas del día a día que a fortalecer conceptualmente a sus socios y mejorar su imagen en el mediano y largo plazo. Y para cumplir esta función clave se supone que se creó la Confederación de Cámaras Empresariales del Uruguay, para poder dedicar tiempo y neuronas a los temas del futuro y dejar los aspectos cotidianos a cada cámara en particular. Pero tampoco lo han logrado.

Es que no basta con preparar unos buenos documentos técnicos (como el presentado en la Expo Prado 2020 titulado “Preparando al país para los nuevos tiempos: competitividad e inserción internacional”, sino que hay que saber trasmitirlo con convicción y con pasión. Y no solo para convencer a los propios, sino para llegarle a Juan Pueblo y que pueda entender - de una buena vez - el rol clave del emprendedor en la sociedad.

El problema es que no lo comunican adecuadamente. No despiertan la atención, el interés, ni el deseo de ser parte de la construcción de esos “nuevos tiempos” y menos aún llaman a la acción, sea para difundirlo entre colegas, entre los empleados de sus empresas, en rondas de amigos o en la prensa.

Parafraseando a Alfredo Zitarrosa cuando canta en Adagio en mi país: “Dice mi padre que un solo traidor puede con mil valientes”, consideren que la revolución bolchevique se inició con un puñado de hombres, pero muy convencidos de lo que había que hacer. Y ni hablemos de nuestra propia historia, donde no fueron 33.000 orientales los que cruzaron el río para liberar la patria, sino solo 33. Pero estaban tan convencidos de que el camino era la libertad que se embanderaron detrás de una que dice “Libertad o Muerte”. Nada menos.

La batalla cultural que viene dando la izquierda desde hace no menos de 40 años siguiendo la receta de Antonio Gramsci, también se aplica en las empresas. El problema es que se enfrentan a empresarios no muy convencidos en las ventajas del libre mercado, en especial aquellos que gozan de monopolios, oligopolios, posiciones dominantes o jugosos contratos con el Estado.

Ya vimos lo que sucedió con la llegada de Uber: los principales “enemigos” de tal competencia fueron los propios “empresarios” del taxi, acostumbrados durante décadas a pescar en una pecera. Y más recientemente, cuando el presidente Luis Lacalle Pou propone terminar con el monopolio de Ancap, los principales críticos fueron los dueños de estaciones de servicio. El mensaje es: ¡no toquen nada!; tenemos clientes casi cautivos en nuestra zona, no hay competencia por las calidades de los combustibles ni por los precios y las ganancias están aseguradas. Un mundo perfecto. Para ellos, pero no para los consumidores.

Para cerrar esta columna, una anécdota. En el año 2012 se cumplieron los 40 años de la fundación de Búsqueda y organicé junto con Claudio Paolillo un evento donde Danilo Arbilla contara la cara no tan conocida del semanario, que fue la de cómo se gestó y creció como empresa. Allí Arbilla comentó que cuando iba a visitar a los empresarios para que anunciaran en su medio, uno de los argumentos utilizados era que debían apoyar a quienes defendían las ideas de la libertad, porque, de no hacerlo, iban a ganar las otras ideas: las de los controles, las restricciones al comercio, los altos impuestos y hasta los secuestros y confiscaciones a empresarios (esto fue por la década del 70). Y lo que concluyó Arbilla fue: “Es que el empresario uruguayo no es liberal”

Hoy han cambiado muchas cosas y hay nuevos empresarios que compiten en un mundo totalmente abierto, pero sus historias de vida, sus mensajes de superación y su convicción por el mercado, la meritocracia, la propiedad privada y la cooperación natural vs. la lucha de clases, siguen sin comunicarse como corresponde.

Los empresarios tendrán un rol clave para salir de esta crisis económica y sanitaria. Pero también lo tienen para salir de esta crisis cultural. La empresa es un ámbito de creación de valor y de trasmisión de valores. Espero que se den cuenta de su rol social, lo asuman y se sumen a las filas por la defensa de mayor libertad, eficiencia y competitividad.

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Copio aquí carta enviada a Cartas al Director por parte del Presidente de la Cámara de Industrias del Uruguay sobre esta nota


Carta al Director

“La batalla cultural en la empresa” (I) 

Búsqueda, Nº 2121 - 6 al 12 de Mayo de 2021

Sr. Director:

En su columna de Búsqueda del 29 de abril pasado, Guillermo Sicardi expone la relación de empresas y sindicatos, donde estos últimos han impuesto sus demandas sobre la base de “hacerle creer a las masas que el empresario es el explotador y el obrero la víctima”, titulando su columna “La batalla cultural en la empresa”. Hay allí muchos conceptos que compartimos con pesar, en tanto constituyen en parte una lectura cruda y triste de la realidad, que nos comprometen a actuar, y hay otros que no se ajustan enteramente a los hechos o caen en generalizaciones, repitiendo algunas máximas como dogmas indiscutibles.

Lo que sí resulta removedor y preocupante para la vida de la comunidad, y para su futuro, es continuar con esa lógica confrontativa que conduce a la baja consideración y estima que el común de la gente pareciera tener por los empresarios como consecuencia de esa batalla cultural en la empresa. Más allá de que algún empresario haya ayudado a ganarse su etiqueta, es de una enorme injusticia hacer caer en generalizaciones descalificantes. Esto último es algo que vale preservar en ambos sentidos de la relación laboral. Que dirigentes del PIT-CNT hayan acudido y mantengan su estrategia de lucha de clases donde la contraparte es “el rival a vencer”, termina llevando a naturalizar todo tipo de adjetivaciones, y a veces excesos como lo vimos recientemente en el triste episodio de Friopan. Estos extremos pesan como un ancla que lejos de estimular el emprendedurismo, pone frenos a las posibilidades de desarrollo del país.

¿Cómo podemos desarrollar una sociedad más justa, con oportunidades para todos, en un país donde los que deben arriesgar su patrimonio y mover los motores de la economía puedan ser objeto de una campaña de desprestigio?

Esa misma mañana en que la nota aparecía en Búsqueda, me tocaba participar como panelista en un evento de ACDE, titulado “Estrategias de empresarios para acelerar los motores de la economía”. La convocatoria, desafiante en su título, me llevó a expresar algunas ideas desde la óptica de trabajar la competitividad endógena, es decir “buscar hacia adentro” y ver que está a nuestro alcance hacer, más allá de ese entorno que no depende de nosotros y no podemos cambiar. En ese ejercicio interior de “hacer los deberes”, lo que que busqué fue el camino de convocar a los colegas a “pensar fuera de la caja”, a innovar, a introducir cambios, a apurar la transformación digital. Los convoqué también a conocer y usar las herramientas disponibles que tenemos tanto desde la Cámara de Industrias del Uruguay (CIU) como desde el sector público para apalancar sus desarrollos. Pero lo que entendí mucho más importante transmitir a los colegas es que debemos encarar y asumir un rol de liderazgo social, que el empresario debe tener siempre y mucho más en estas horas de temor e incertidumbre. En dicha exposición, insistí en la importancia y el valor de los liderazgos en la comunidad, y lo ejemplificaba en cómo los niños reaccionan mirando a su madre o a su padre cuando perciben que algo anda mal, o cómo los uruguayos miramos al presidente y su temple aquel 13 de marzo de 2020 cuando el jefe de Estado salía a decirnos lo que nos podría ocurrir en medio del virus que se instalaba.

Lo hice convencido del deber de asumir ese rol, no solo porque nos compete, sino también porque esas acciones de responsabilidad van en línea con la vida de nuestras empresas, de todas, y particularmente de las industriales, ya que en estas, más allá del agregado de valor económico, se suma ese sentido de integración y pertenencia a una comunidad que crea productos o es parte de encadenamientos productivos. Las industrias son espacios de convivencia de trabajadores con diferentes grados de calificación, desde peones a doctorados, que se desarrollan en ámbitos de orden, seguridad, salubridad, capacitación, innovación y progreso, todo lo que derrama valores al entramado social de la comunidad. Muestras tangibles de cómo nos “armamos” para esa batalla cultural que menciona Siccardi como un debe.

Cuando terminó el evento, alguien me comentó la columna de Búsqueda, y dije: “Bueno, en algo estamos de acuerdo y es en poner sobre la mesa la necesidad de apuntalar los liderazgos que defiendan la iniciativa privada como pilar del desarrollo del país”.

Volviendo a la nota, aunque el asunto es menor comparado con lo expresado arriba, el autor erra al centrar la derrota empresarial en la inacción de sus gremiales versus el mérito del Instituto Cuesta Duarte del PIT-CNT, que lo presenta como pionero en la formación de sus cuadros, desconociendo los esfuerzos que realizamos desde la Cámara de Industrias del Uruguay (CIU).

Sin entrar en esta competencia, cabe decir que la CIU ofrece formación en Seguridad y Salud Ocupacional a sus asociados, a través de la plataforma de la Fundación Iberoamericana (FISO) desde el año 2005. Además, desde el año 2018 realizamos el curso Empresas Seguras conjuntamente con la OIT. En relación con el comentario de que “no verán nada similar a lo del Cuesta Duarte”, es bueno aclarar que nuestro Instituto de Formación (creado en 1997), ofrece cinco tecnicaturas, las cuales se desarrollan a lo largo de cada año lectivo. A modo de ejemplo, ofrecemos una en Gestión de la Seguridad y la Salud Ocupacional y otra en Gestión de las Relaciones Laborales.

Además de las mencionadas, también ofrecemos estas otras tecnicaturas dirigidas a fortalecer las capacidades, como Gestión para Supervisores, Logística o Comercio Exterior.

También vale resaltar que la CIU llevó a cabo en los últimos años dos ediciones de su Programa de Formación para Dirigentes de Organizaciones Empresariales, con el objetivo de preparar futuros líderes tanto a nivel de las gremiales como en el Consejo Directivo.

Siccardi en su columna dice que “las cámaras quizá no lo comunican adecuadamente, o no despiertan la atención, el interés, ni el deseo de ser parte de la construcción de los nuevos tiempos y menos aún llaman a la acción, sea para difundirlo entre colegas, empleados de sus empresas, notas de amigos o prensa”.

Quizá tenga razón, y estos esfuerzos no alcancen. Es que, en medio de la batalla desigual, donde algunos tienen tiempo para apelar al desprestigio, la industria uruguaya continuó su tortuoso camino, no obstante la pérdida alarmante de la competitividad. Han sido tiempos donde perdimos producción mientras los salarios igual seguían creciendo, y al ritmo de la globalización vimos casi desaparecer industrias, principalmente intensivas en mano de obra. Fueron tiempos donde los costos locales de las tarifas públicas (energía y combustibles) estuvieron al servicio del gasto del Estado, cada vez mayor y en muchos casos ineficiente. Como corolario perdíamos pie en los mercados internos y externos, y se resolvía la suerte de muchas empresas y sus trabajadores. Fueron muchos los que perdimos en esa batalla, unos 29.000 puestos de trabajo perdió la industria desde 2013 hasta ahora.

Lo bueno es que aún nos queda la resiliencia y el espíritu emprendedor para defender el tejido industrial que permanece, y que emplea todavía a 164.000 compatriotas.

Esperamos que el tiempo de “los rivales”, de la “confrontación”, de las “batallas” y de la “lucha de clases” dé espacio a la cooperación, armonía y a la madurez en las relaciones laborales. Y recuperando la competitividad perdida, sea posible agregar valor a la producción nacional y por tanto más empleo para los compatriotas.

La batalla cultura, es mas amplia, es por las empresas, por el trabajo y por el país.

Alfredo Antía Behrens | Presidente CIU


Mi cáncer individual y nuestro cáncer social.



Mi cáncer individual y nuestro cáncer social.
por Guillermo Sicardi | Semanario Búsqueda | jueves 22 de abril de 2021.

Tengo cáncer. Me operaron a fines de febrero de un importante tumor de colon que me tuvo seis horas en el quirófano y un pos operatorio doloroso y cansador. Por eso hace algunas semanas que no escribo mi columna habitual.

Pero esto es lo de menos. Todos cargamos con alguna cruz, algunas serán más pesadas y otras más livianas. Pero lo único cierto es que cada persona, cada individuo, es el responsable de superarlas. Podrá consultar a sus familiares, amigos más cercanos y a los mejores profesionales, pero la decisión final sobre que tratamiento hacer y con qué actitud enfrentarlo, es personal e intransferible. Estas decisiones no se “socializan” ni se votan en una asamblea popular. Como tantas otras.

Durante los meses previos a mi operación, estuve haciendo radioterapia y quimioterapia y lo que más me llamó la atención es cómo a la mayoría de las personas les cuesta llamarle cáncer al cáncer. Prefieren  resguardarse en eufemismos como “terrible enfermedad”, “tener el bicho” o “el cangrejo”. Si no llamamos a las cosas por su nombre, jamás lograremos controlarlas. Y veremos como esto sucede a nivel personal y también a nivel comunitario. Para muestra basta un botón: al Partido Comunista Uruguayo, tuvieron el tupé de llamarlo “Democracia Avanzada”. Y nadie se inmutó.

La famosa Clínica Mayo de Estados Unidos, dice que “el cáncer es ocasionado por mutaciones en el ADN dentro de las células (…) que contiene un grupo de instrucciones que indican a la célula qué funciones realizar y cómo crecer y dividirse. Los errores en las instrucciones pueden hacer que la célula detenga su función normal y se convierta en una célula cancerosa”.

Agreguemos lo que nos enseña la Psiquiatra española Marian Rojas Estapé cuando afirma que el cerebro no sabe diferenciar lo que es real de lo que es imaginario; por lo tanto, cada vez que modificamos nuestros pensamientos se producen efectos químicos en nuestro organismo, que serán positivos o negativos, dependiendo de las ideas y conductas que adoptemos.

Llevemos todo esto a nivel de una sociedad, donde existen células (los individuos, las familias, las instituciones) y también creencias dominantes (unos creen en la libertad, otros en la opresión; unos en el valor del trabajo, otros en vivir del esfuerzo ajeno; unos en el libre mercado, otros en los monopolios). 

La pregunta a hacernos es: ¿en qué momento las células que integran la sociedad uruguaya comenzaron a pasar las “instrucciones” a las generaciones siguientes en forma equivocada? Nuestros bisabuelos les trasmitieron a nuestros abuelos el valor del trabajo, la responsabilidad individual, el ahorro, el deseo de superación y el orgullo de la labor bien cumplida. Pero hoy estos valores casi cayeron en desuso.

Los nuevos cánceres sociales son varios, implica tener a miles de personas viviendo del trabajo de otros; que la mayoría de los jóvenes sean incapaces de comprender un texto básico; que gastar a troche y moche sea mejor que ahorrar; que el Estado tiene que proveerlo todo, de la cuna a la tumba y que la mayoría de los jóvenes aspiren a un empleo público, antes que a emprender sus propios proyectos de vida.

El cáncer social ha destruido organismos que estaban sanos, o, al menos, no tan dañados, como lo fueron los países de Europa del este, la Cuba pre Batista, Corea del Norte o Venezuela y ahora se suma hasta la propia Argentina, otrora líder mundial en ingreso per cápita y hoy pelea los primeros lugares en pobreza, corrupción y destrucción de los principios republicanos que soñó Juan Bautista Alberdi.

Una actitud positiva, valiente y decidida, ayuda a curar el cáncer de una persona. A nivel social, una actitud positiva, valiente y decidida en defensa de las ideas de la libertad, la propiedad privada, el emprendedorismo y un Estado chico y eficiente, cumplen la misma función sanadora. Es una batalla por las ideas, por las propias y por las colectivas.

Yo tengo cáncer. Y lamento anunciarles que ustedes también. La diferencia es que ustedes aún no se han dado cuenta y por lo tanto, están haciendo poco o nada para prevenirlo o combatirlo. 

Por lo tanto, mientras sigan tolerando que el ADN alterado de lo políticamente correcto se continúe propagando por el entramado social, la metástasis será imparable e incurable. Entonces, ¿está dispuesto a dar la batalla por las ideas? Si la respuesta es sí, hágalo. ¡Y hágalo ahora!