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miércoles, mayo 26, 2021

Los números no mienten …


Los números no mienten …
por Guillermo Sicardi | Semanario Búsqueda | jueves 18 de febrero de 2021.



“Los números no mienten. Los que mienten son los que preparan los números”. 

“Hay que cuidar los números chicos, porque los grandes se cuidan solos” . 

Estas frases fueron inmortalizadas por el Cr. José Pedro Damiani, y hoy recobran su valor ante el avance de propuestas de más gasto del Estado, más subsidios o más controles para salir de la crisis. Pero es altamente probable que el remedio sea peor que la enfermedad.

El Uruguay ha vivido de prestado durante los últimos quince años. El aumento de los ingresos de trabajadores y jubilados o la baja en los indicadores de pobreza, tienen más visos de ilusión que de realidad sostenible. 

La deuda externa creció de unos 13.000 millones de dólares en 2005 a más de U$S 40.000MM. Cada uruguayo económicamente activo debe unos U$S 20.000 dólares (más sus deudas personales). A pesar de la bonanza que trajeron los commodities, siguen habiendo unos 170.000 desocupados, crecieron los empleos públicos, cientos de miles de personas reciben un cheque del Estado y se han perdido muchos puestos de trabajo. Casi una tormenta perfecta.

A pesar del enorme aumento de la recaudación tributaria, aún así no logramos cerrar las cuentas: el déficit anual sigue siendo superior al 5% del PBI, lo que significa que todos los años debemos unos U$S 2.750 MM más de lo que recaudamos. No parece una estrategia viable en el mediano plazo.

Otros datos a tener en cuenta: cerca de 500.000 uruguayos están en el clearing de informes; de un parque automotor de unos 1,5MM de vehículos, se estima que 200.000 tienen deudas de patente (morosidad del 8%); 600.000 personas con depresión; 25.000 morosos en UTE y otros 60.000 “colgados”; la desocupación supera el 10%, lo mismo que la inflación. No son datos de un país de primera.

Estos números nos ponen en  una situación muy vulnerable, con menos margen para negociar cualquier proyecto, sean nuevas inversiones, reconversión de empresas (públicas o privadas), bajar impuestos o comprar vacunas contra el COVID. Al igual que la cigarra en la fábula de Esopo, hemos  cantado y bailado durante el verano y ahora no tenemos cobijo para el invierno. 

Pero lo más preocupante no son estos malos números, sino las soluciones que proponen para mejorarlos, ya que la mayoría de ellas pasan -una vez más- por hacer crecer al Estado. Nadie está proponiendo achicar el gasto en sueldos, inversiones, personal, eliminar regulaciones burocráticas, bajar tributos o brindar más flexibilidad laboral. Lo que sí ha funcionado en el mundo, ni siquiera queremos probarlo por acá.

Hace más de 30 años Nueva Zelanda vivía una situación de estancamiento similar, pero aceptaron los hechos, hicieron un plan de base liberal y lo ejecutaron en tiempo record. Pudieron hacerlo gracias a un gran acuerdo entre políticos, sindicatos y empresarios, liderados por el Partido Laborista (de centro izquierda) con su ministro de finanzas Roger Douglas a la cabeza.

Lamentablemente por estos lares estamos lejos de arribar a una solución similar. El primer paso sería aceptar estos números, no como malos, sino como muy malos. Segundo, seguir un camino muy similar al de Nueva Zelanda, achicando el Estado, abriendo la economía al mundo y flexibilizando la legislación laboral. Y el tercer paso, sería ejecutar ese plan con sentido de urgencia y no con “gradualismo”.

De no hacerlo así, los números seguirán empeorando. Y los que preparan los números, tendrán que afinar sus habilidades para maquillarlos.


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