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miércoles, mayo 26, 2021

LAS ABEJAS Y LAS MOSCAS



LAS ABEJAS Y LAS MOSCAS
por Guillermo Sicardi | Semanario Búsqueda | Jueves 6 de mayo de 2021

Facundo Manes es un reconocido neurocientífico argentino de dimensión internacional que se dedica a estudiar cómo funciona el cerebro, cómo tomamos decisiones, qué nos da felicidad o que nos lleva a la depresión.

En su libro Usar el cerebro, Manes explica que su función principal es lograr mantener vivo al ser humano que lo porta; por eso el cerebro tiene ciertos “patrones” de funcionamiento que le permiten actuar consumiendo la menor cantidad de energía. Y este es uno de los motivos por los cuales nos cuesta tanto cambiar de hábitos, ideas o costumbres. 
Este patrón influye notablemente en la toma de decisiones, para lo cual – dice Manes – lo primero es entender cómo decidimos y pone este ejemplo: “hace 30.000 años, nuestro antepasado tenía el mismo cerebro que tenemos nosotros ahora y mientras caminaba por un bosque y veía una sombra, no se detenía a pensar si esa sombra era de una inocente rama o de un oso que lo podía matar. Su proceso de decisión era muy rápido: huía”.

Era una decisión inconsciente, intuitiva, no racional, pero que le permitía sobrevivir. Y agrega estos conceptos que son clave: a) “para nuestra especie, es más importante sobrevivir, que la verdad”. b) “Otro aspecto más importante que la verdad es pertenecer a una tribu, a un grupo social. Por eso la evidencia no cambia lo que pensamos”.

Cuando una persona tiene una creencia determinada, aunque sea irracional, pero quedó allí alojada (como sucede hoy con los terraplanistas, que creen que la tierra es plana a pesar de toda la evidencia científica en contra), “lo que van a hacer es ignorar la evidencia y van a buscar a otras personas que piensen como él” 

Existen dos sistemas de toma de decisiones: uno racional y analítico, pero requiere consumir energía mental (como buscar información, leer y pensar); y recuerden que el cerebro lo que busca es consumir la menor cantidad de energía, por lo cual es más fácil no pensar que pensar, quedarse quieto que hacer, dormir que trabajar.

Y hay otro sistema que actúa en “piloto automático”, donde no gastamos energía para tomar decisiones sencillas, o guiado por emociones y experiencias previas, y es este sistema el que más utilizamos para tomar decisiones diarias. Nos basamos en lo que escuchamos de nuestros padres, lo que leímos, vimos o vivimos, y en base a estos sesgos y paradigmas, vamos tomando decisiones en la vida. 
Lo sorprendente es que vamos descartando toda la evidencia empírica que no coincida con nuestras creencias previas al punto tal que las personas estamos dispuestas a cambiar la realidad (o verla diferente) para adaptarla a nuestras creencias.

Esto me lleva a pensar en cómo hay tantas personas que defienden el sistema socialista, progresista o estatista a pesar de toda la evidencia empírica de su fracaso social, económico y hasta moral. Basta ver lo que ha sucedido con el muro de Berlín, la Rusia comunista y lo que sucede hoy en Cuba, Venezuela o Argentina.

Para ilustrar este asunto nada mejor que la fábula de la abeja y la mosca. La abeja laboriosa, trabajadora y organizada, fabrica una miel exquisita, que le sirve a ella y a los demás y para producirla recorre hermosos campos y toma el néctar de ricas flores. En cambio la mosca no sirve prácticamente para nada y come de la basura. La abeja, generosa y colaborativa, le mostraba a la mosca toda la evidencia empírica de las ventajas de su sistema de vida, pero la mosca lo negaba y seguía entre la basura.

Entre los seres humanos, encontraremos abejas y moscas. Hay personas que jamás cambiarán sus ideas equivocadas por más evidencia y datos que le pongamos frente a sus narices.  Por más que la abeja le explique y demuestre que es mejor alimentarse de una flor que del estiércol, seguirán revolcándose en la estiércol porque siempre han vivido así y ya se han acostumbrado.

¿Puede usted identificar en nuestra sociedad quienes son abejas y quienes moscas? Yo también. Acérquese a las primeras y procure evitar a las segundas.




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