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viernes, julio 07, 2023

MAS REGULACIONES, MAS CONTROLES, MENOS CRECIMIENTO


MAS REGULACIONES, MAS CONTROLES, MENOS CRECIMIENTO 


por Guillermo Sicardi - Semanario Búsqueda – jueves 6 de julio de 2023


Las expectativas de crecimiento de Uruguay han caído al 1,3%. Te dirán que es por la guerra de Rusia, el trabado Mercosur o la sequía; pero el gran problema de fondo siempre es el mismo: la burocracia, su ineficiencia y altos costos.

Veamos unos breves ejemplos sobre cómo las malas regulaciones entorpecen los negocios y la creación de empleo genuino.

El cannabis. Fuimos pioneros en 2013 (¡10 años ya!) en terminar con la absurda y fracasada guerra al narcotráfico cuando se reglamentó el consumo recreativo del cannabis, pero no se hizo una buena reglamentación para el cannabis medicinal con precios accesibles y peor aún para la industria de alimentos, cremas, jabones, complementos nutricionales, etc. 

En estos días El Observador presentó un triste informe sobre la cantidad de empresas que invirtieron fortunas en Uruguay y ya varias se retiraron, otras siguen dando pérdidas y todos están trabados.

Es que han puesto tanta burocracia, tantos pasos y controles absurdos, tantas exigencias de equipamientos que hacen casi imposible producir barato y seguro. Hace unos años la empresa Fotmer declaró que le había resultado más sencillo conseguir los permisos de importación en USA (pasando por la estricta agencia Food & Drug Administration) que los de exportación dados por Uruguay. Somos más realistas que el rey.

Mientras tanto, miles de personas buscan acceder a estos productos en un mercado gris, color que le asigna el Estado (no el consumidor ni el comerciante) por no regular en forma simple. 

Este pésimo afán regulador ahora quiere avanzar sobre AirBnb, la plataforma para reservar habitaciones en casas de familia donde la experiencia es bien diferente a la de ir a un hotel. Es un nuevo modelo de negocio, como lo está siendo UBER, pero el burócrata prefiere detener el tiempo con decretos, inspectores y multas, en vez de adaptarse.

Con AirBnb, todos ganan. El dueño de la casa tiene un huésped conocido, al que puede calificar, cobra directamente de una tarjeta y si no paga, lo saca enseguida de su propiedad, lo cual es justo. El huésped paga por una habitación, pero disfruta de todas las comodidades de un hogar completo, sin tener que preocuparse por pagar facturas mensuales, mantenimiento y sabiendo que puede irse cuando quiera, sin seguros de alquiler, ni multas.

¿Por qué quieren limitar y regular está modalidad que se regula por sí sola y todos están felices?

El burócrata quiere "defender " al hotelería tradicional, que es como pretender defender la ya casi en extinción TV cable vs. las plataformas de streaming. Son modelos diferentes. El libre mercado, no el Estado, será quien incline el fiel de la balanza y dirá quién gana. 

También el gobernante quiere cobrar impuestos, lo cual sería razonable. Pero tener que armar registros, constituir una empresa formal en caso de tener algunas propiedades y someterse a informes y más controles, solo evitará que se hagan más negocios y la gente pueda generar un ingreso extra genuino que se volcaría al consumo y no a proyectos estatales, la mayoría inútiles y casi siempre sobrepasados en costos.

La tercera regulación viene por querer prohibir la producción y venta de carne sintética, porque eso iría contra nuestra excelente carne natural. Pero si nuestras carnes son tan buenas y tan sanas, se defienden solas. Y más hoy en día donde la tendencia es ir hacia comidas naturales y orgánicas.

Además, si aprueban esta nueva restricción a la libertad de comercio, no lograrán evitar que este tipo de carne de fabrique en cualquier otro país, y si los consumidores aceptan el concepto, habrá que competir igual. Por lo tanto, ¿no sería mejor proponer leyes que eliminen burocracia, costos y Estado y liberar las fuerzas creativas de nuestra gente?

Me cuesta entender por qué lo hacen. ¿Ceden a los lobbies? ¿Defienden a empresas amigas? ¿Tienen miedo? ¿Quieren quedar bien con propuestas sensibleras, populistas o nacionalistas? No lo sé. Tal vez un poco de todo esto. Pero sea como sea, no es un buen camino. 


SE EQUIVOCÓ LA PALOMA.


SE EQUIVOCÓ LA PALOMA.

por Guillermo Sicardi - Semanario Búsqueda – jueves 22 de junio de 2023


El presidente Luis Lacalle Pou y el artista Pablo Atchugarry se equivocaron al pretender fundir el águila con la cruz esvástica que adornaba la proa del fabuloso acorazado de bolsillo Graf Spee para convertirla en una paloma, símbolo de la paz. 

Se pretende barrer debajo de la alfombra. Pero la suciedad existe a pesar de tales iniciativas. A nadie se le ocurrió derruir los campos de concentración de Auschwitz y convertirlos en un parque de diversiones. Nada. Mejor que ver ese horror a diario para no volver a repetirlo.

Por eso, lo que hay que hacer con el águila es exactamente al revés: hay que exhibirla con su esvástica y explicarle a todo el mundo lo horrendo que son los regímenes que eliminan la libertad y se someten a un líder que todo lo sabe. Y lo más importante tal vez sea explicar cómo Hitler llega al poder, con el apoyo de millones de personas, bajo un régimen con elecciones libres, luego devenido en una cruel dictadura. 

Pero las ideas Nacional Socialistas desaparecieron de la faz de la tierra luego de terminada la Segunda Guerra Mundial, en 1945. Habrá habido algunos rebrotes de cuatro locos sueltos por allá o acullá, pero esas nefastas ideas no volvieron a florecer más y hoy no son una amenaza para nadie. 

Sin embrago, las ideas socialistas, más nefastas, dañinas y criminales que las del nazismo, siguen vivas, a pesar de estar sobradamente demostrado que ese régimen ha sido un fracaso en lo económico, en lo político, en lo social y en lo moral, en todo tiempo y lugar.

Se estima que el “monstruo” de Adolf Hitler asesinó unas doce millones personas, de las cuales seis millones fueron judíos y el resto se repartieron entre gitanos, discapacitados, homosexuales, testigos de Jehová, comunistas, disidentes políticos y prisioneros de guerra. Pero el régimen comunista fue diez veces más cruel: asesinó entre 120 millones y 150 millones de inocentes que pasaron por sus fusiles, sus cárceles, sus campos de “reeducación”, sus purgas y sus terribles hambrunas, culpa de una fracasada economía planificada. Y no hablemos de la falta de libertades, persecuciones políticas y civiles, abusos, delaciones (aún entre familiares) y la miseria que lleva implícita este régimen. De eso mejor no hablamos. 

Lo que habría que hacer con el águila y su esvástica, es exhibirla al lado del símbolo comunista de la hoz y el martillo junto a un cartel que rece: “Iguales perros. Diferentes collares”. Ningún político del siglo XXI se animará. Tienen terror que los tilden de “fachos”.

Como bien dice Luis Romero Álvarez en su podcast La batalla de las ideas, que esculpan una paloma de la paz (con otros bronces) y la coloquen frente al águila del Graf Spee, para demostrar que siempre vamos a tener que convivir con el bien y el mal, como dentro de cada ser conviven dos lobos en pugna, uno bueno y otro malo. ¿Y cuál vencerá? El que nosotros decidamos alimentar.

Esta mala decisión no fue por falta de inteligencia, desconocimiento de la historia o criterio, sino que es una derrota autoinfligida enmarcada dentro de “la batalla cultural” que viene ganando la izquierda siguiendo las enseñanzas de Antonio Gramsci. Bajo estas nuevas reglas, se pretende quedar bien con la moralina progre, con las políticas de género, con las inocentes “muchachas de abril”, con “les chiques” del IAVA, con la justicia social o con los derechos humanos de los peores delincuentes. Guardan la utópica esperanza que algún “progresista” los quiera y los vote. Ingenuos. 

 A muchas personas les gustan las palomas. Aunque me parece que a la mayoría, no le gustan los palomos. 


¡URUGUAYOS CAMPEONES!


¡URUGUAYOS CAMPEONES!

por Guillermo Sicardi - Semanario Búsqueda – jueves 15 de junio de 2023


Uruguay, un país de apenas 3,5 millones de habitantes (en un mundo de 8.000 millones), ocupamos el lugar 134 de 196 países listados por el tamaño de su población. Sin embargo, estamos en el lugar 16 del ranking FIFA y acabamos de consagrarnos campeones mundiales de fútbol sub 20. ¿Cómo es posible?

Similar pregunta le hice hace varios años atrás a Thomas O´Malia, director del Lloyd Grief Center for Entrepreneurial Studies de la USC (University of Southern California) en Estados Unidos, sobre cómo era posible que en la zona de Silicon Valley se concentraran las más importantes empresas innovadoras y no dejaban de surgir cada día nuevos start-ups.

O´Malia entendía que ese nivel de negocios nuevos se debía principalmente a tres factores: 

1. Una infraestructura adecuada, que permita a las personas crear su propio empleo, facilitando las cosas a los emprendedores para llevar su idea al mercado, como ser poca burocracia para crear una empresa, contratar y despedir empleados, bajos impuestos y protección de los derechos de propiedad. Tal como lo marca el varias veces mencionado en esta columna Ranking Doing Business del Banco Mundial

2. Una buena red de contactos de negocios, vinculando emprendedores con universidades, agencias gubernamentales, empresas e inversionistas, lo que se llama un “ecosistema emprendedor”.

Uruguay tiene estos dos elementos bastante bien desarrollados. Existen varias formas jurídicas para armar un negocio, desde un monotributista hasta las recientes SAS (Sociedades Anónimas Simplificadas), fondos de inversión privados, la ANII (Agencia Nacional de Investigación e Innovación), Universidades con sus centros de emprendedorismo o mecanismos de financiamiento vía crowdfunding, entre otros.

Todo esto también existe en el fútbol. Hay una estructura de Baby Fútbol, fútbol universitario, fútbol amateur, fútbol sala, fútbol 7 y no hay escuela o liceo donde no se hagan campeonatos o, al menos, se juegue al fútbol en el recreo. También hay ingresos para financiar todo esto porque hay un público que va a las canchas, paga las entradas, compra merchandising y mira la televisión.

Pero lo que le sobra al fútbol y nos falta en otras disciplinas, es el tercer elemento que me mencionaba O´Malia: 

3. Una cultura emprendedora, donde iniciar un nuevo proyecto sea bien aceptado y admirado por los padres, los amigos, los vecinos y hasta por su actual empleador. Y sobre todo, pensar en grande. 

En nuestro país los jugadores de fútbol son más admirados que los empresarios, los innovadores o los pensadores. En el fútbol, sí que pensamos en grande, pero para otras iniciativas nos vemos como un “paisito”. Pero no lo somos.

Uruguay, hoy en día, está en el podio de los mejores en América Latina (sin dudas) y probablemente entre los diez mejores del mundo en logística, desarrollo de software, energías renovables, seguridad jurídica, libertad de prensa, turismo y una democracia plena. No estamos nada mal.

Tenemos que tener la misma ambición que en el fútbol para estar entre los mejores en facilitar los negocios, reducir burocracia, una educación de calidad, ser eficientes, crear más empresas, tener más seguridad interior y fomentar la innovación.

El recientemente anunciado mega proyecto para la generación de hidrógeno verde, el combustible del futuro, es realmente increíble. Lo está liderando Ancap, la misma Ancap que hace pocos años estaba fundida por la pésima gestión y la pésima visión estratégica, ahora ha logrado bajar el costo de los combustibles, no da pérdidas y en pocos años seguramente estemos exportando combustible al mundo bajo una iniciativa público privada.

Podemos pensar en grande, entre otras cosas, porque somos chicos. Y como David le ganó a Golitat con inteligencia y coraje, nosotros tenemos que dejar de poner palos en la rueda y usar esos palos para apalancar nuestro futuro y poder gritar más seguido … ¡uruguayos campeones!