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viernes, noviembre 18, 2022

Nuevas generaciones debiluchas


Nuevas generaciones debiluchas
por Guillermo Sicardi | Semanario Búsqueda | jueves 17 de noviembre de 2022.


Dicen que cuando consultaron al fundador de Dubai, Sheik Mohammed Rashid, sobre el futuro de su ciudad, éste respondió: “Mi abuelo andaba en camello, mi padre andaba en camello, yo ando en Mercedes, mi hijo anda en Land Rover y mi nieto va a andar en Land Rover; pero mi bisnieto va a andar en camello. ¿Por qué? Porque los tiempos difíciles crean hombres fuertes, los hombres fuertes crean tiempos fáciles, pero los tiempos fáciles crean hombres débiles y los hombres débiles crean tiempos difíciles.”

Hoy estamos formando hombres débiles. Todo el mundo tiene un motivo justificado para ofenderse, para sentirse discriminado o débil ante algo o alguien. Así, negros, mujeres, gays, lesbianas, petisos, gordos, enfermos, pobres, ricos o sanos, sienten que vulneran sus “derechos” (reales o presuntos) y eso nos lleva a caminar todo el tiempo sobre cáscaras de huevos.

Esto no creo sea casualidad, sino una fría y calculada estrategia para que el ser humano se sienta más vulnerable de lo que ya es, y en vez de desarrollar fortalezas emocionales, cognitivas y laborales a nivel individual, se sume en el colectivo del partido, el sindicato, el grupo, los compañeros o el Estado y pase a ser un engranaje al servicio de “la sociedad”, en vez de ser el factotum de la misma. Gramsci siglo XXI.

La “agenda de derechos” ha dejado en un segundo plano a la agenda de responsabilidades. Los valores del trabajo fecundo, el esfuerzo, el mérito, la resiliencia (caerse y volver a levantarse) han sido sustituidos por el ingreso sin trabajar (la renta universal, el subsidio, el empleo público innecesario), el “pase social” (para que el alumno pase de año aún sin haber adquirido los conocimientos necesarios porque repetir lo puede “estigmatizar”) y cualquier “colectivo” (aunque lo integren cuatro gatos locos) arma su lobby y enseguida encuentra eco en otros colectivos, en la prensa o en políticos de poco vuelo, siempre dispuestos a ser generosos con dinero ajeno.

Dice Thomas Sowel: “Se ha creado un mundo donde el éxito de otras personas resulta ser una ofensa en lugar de ser un ejemplo”.

Para muestra uno de los últimos botones: Guillermo Francella protagoniza la exitosa serie El encargado, que trata de un típico porteño chanta que manipula a los copropietarios del edificio cuando se entera que quieren construir una piscina en la azotea y eso implica derribar su habitación y, por ende, perder su empleo. Es una novela, tan exagerada como toda novela. Pero la Agrupación de Encargados emitió un comunicado donde dicen “expresar nuestro total repudio tanto a él como a la producción de esta ficción producida por la plataforma Star+ que nos ha provocado un enorme malestar”. O no saben distinguir la paja del trigo o son unos babiecas.

Esta sensibilidad a flor de piel llega a las escuelas y a las empresas. Ya nadie va a repetir. La lapicera roja para corregir los errores fue hace años sustituida por una verde, más suave y ecológica. ¡Que a una maestra no se lo ocurra poner a un alumno en penitencia! Antes, si la maestra te retaba, tu madre se encargaba de darte tremenda zurra y recordarte los valores del respeto y la responsabilidad. Pero ahora es la maestra quien corre el riesgo de ser aporreada por la madre del infanto.

En las empresas sucede algo similar y cada día se parecen más a un jardín de infantes: hay juegos, salas de relax, días de frutas, de masajes, de yoga, de coaching, de jefes que nunca levantan la voz so pena ser despedidos … ¡Vamos! Defiendo todo esto y no el estilo de liderazgo de un cómitre (persona que vigilaba y azotaba a los remeros en las galeras españolas), pero todo parece indicar que nos estamos yendo de mambo.

Tiene razón el Sheik Rashid: los tiempos fáciles crean hombres débiles y los hombres débiles crean tiempos difíciles. Así, las nuevas generaciones, en lugar de ser más fuertes, serán más debiluchas.

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Mi columna está en sintonía con la escrita por Fernando Santullo la semana pasada en Búsqueda y que yo no había leído hasta después de escribir la mía. Aquí pego un par de párrafos y adjunto el link a la columna completa.




Exceso de andadores - Fernando Santullo -Ida Vitale


martes, noviembre 15, 2022

¿Por qué tienen más los que tienen más?


¿Por qué tienen más los que tienen más?
por Guillermo Sicardi | Semanario Búsqueda | jueves 10 de noviembre de 2022.


Búsqueda cumple medio siglo de prédica en favor de las ideas de la libertad y es una buena ocasión para repasar si tantos años de siembra han dado sus frutos. Por tal motivo, hoy haré un resumen de mi primer columna escrita el 2 de febrero de 2012 que se tituló ¿Por qué tienen más los que tienen más?, y decía así:

Según investigaciones realizadas por el Ing. Juan Carlos Doyenart de Interconsult sobre las creencias de los uruguayos, “el 75% creen que “el que tiene más” es porque “lo heredó”, “se aprovechó de otros” o “tuvo suerte”. Sólo un 25% creen que el tiene más es debido a “sus propios méritos, talentos y virtudes.

Es por este motivo que la moral detrás del grito de guerra “que pague más el que tiene más” tiene tantos adeptos. Ven un acto de justicia quitarle dinero a unos para “repartir esa riqueza” entre los que “tienen menos”, cuando, en realidad, se trata de una gran injusticia. Si bien hay gente que tiene más porque actuó indignamente, ese no es el caso de la mayoría y ninguno de ellos podrá exhibir sus bienes como logros, porque no son tales.

¿Pero se ha puesto Usted a pensar por qué tiene más el que tiene más? Los que TIENEN más, (ya sea dinero, conocimientos o amigos) es porque HACEN más: arriesgan más, estudian más  o se esfuerzan más. Y lo hacen porque “SON más”: más osados, más responsables o más inteligentes. 

Veamos que sucede si aplicamos esta moral para “repartir riqueza intelectual” en un liceo con 4 alumnos, donde uno es “muy rico” en conocimientos (tiene “sobresaliente”, nota 12) y otros 3 son “pobres”, ya que apenas obtienen una nota de 5 (un punto por debajo del mínimo para aprobar).  ¡Qué clase más injusta! El 75% está por debajo de la  “línea de pobreza intelectual” (que es un 6) y un 25% es extremadamente rico. Entonces aplicamos la moral redistributiva y le quitamos 3 puntos al rico para repartirlo entre los 3 “pobres”.  ¡Maravilloso! Ahora todos tienen 6 puntos y en pocos minutos todos están por encima de la línea de pobreza intelectual.. Ya no hay “burros” en la clase y la brecha entre ricos y pobres ha disminuido. Un triunfo de la “política redistributiva”.

Al año siguiente,  nuestro alumno sobresaliente no tendrá estímulos para esforzarse más porque sabe que no le dejarán tener más de 9 puntos; entonces estudia menos, frecuenta boliches y asiste a conciertos de los Wachiturros. Pero como igual es muy inteligente (tiene talentos naturales) obtiene un 9.  Mientras tanto, los otros 3 alumnos “pobres”, no tienen estímulos para esforzarse más sino para “seguir en la misma”. 

El gran problema será al año subsiguiente cuando nuestro Atlas deje de “sostener al mundo” con sus estudios, sus pensamientos o sus innovaciones y se conforme –al igual que un Kung San-  con un mísero 6 para “sobrevivir”. Entonces, ¿de qué y de quiénes vivirán ahora los que tienen menos? ¿A quién van a saquear ahora?

La moral del liberalismo es diferenciar a las personas por sus talentos y sus virtudes, tal como reza el artículo 8 de nuestra Constitución. Que cada persona es libre de buscar su propia felicidad y no ser esclavo de nadie, como tampoco exigir nada de otros. Su moral se basa intercambios libres y voluntarios de valor por valor y no valor por necesidad. Reclama que el poder de imperium del Estado no sea utilizado para “sacarle a unos para darle a otros”, sino para crear las condiciones adecuadas que permitan a cada individuo valerse por sí mismo.”

Han pasado diez años y percibo que las creencias dominantes en favor del pensamiento colectivista siguen tan campantes. Pero todos aquellos que de una u otra manera participamos de esta “batalla cultural”, sabemos que no se trata de una Blitzkrieg (guerra relámpago), sino más bien de una maratón de larguísimo aliento.

Por este y otros motivos, seguiremos sembrando estas pequeñas semillas de libertad con la esperanza que un ía germinen, y lo haré hasta que la energía y la salud me lo permitan, porque, como bien dijo Edmund Burke: “para que triunfe el mal, sólo es necesario que los buenos no hagan nada.”