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jueves, febrero 16, 2023

NO TRABAJA EL QUE NO QUIERE


NO TRABAJA EL QUE NO QUIERE

por Guillermo Sicardi | Semanario Búsqueda | jueves 16 de febrero de 2023.


“En Uruguay no trabaja el que no quiere”. Esta es una frase que desafía todos nuestros paradigmas, toda la prédica que desde hace décadas pregona la falta de trabajo y todo lo que es políticamente correcto. Incluso yo mismo, cuando escuché esta frase dicha con tanta convicción, mi actitud fue de cierto rechazo y de justificación a los que no encuentran una forma de generar ingresos. Pero no es así. Veamos algunos ejemplos que viví recientemente.

Para el cumpleaños de uno de mis hijos el mes pasado, decidí regalarle un mate personalizado repujado en alpaca y bronce, donde puedes ponerle el nombre, logos, escudos, banderas, letras o los símbolos que quieras. Fui personalmente para ver “en vivo y en directo” los trabajos y explicar lo que quería. Me encontré con una verdadera empresa familiar: estaba el abuelo (de unos 65 años) que era el “Maestro Repujador”, su hijo (que ayudaba en la logística) y hasta su nieto (de unos 18 años) que estaba aprendiendo el oficio y -además- se encargaba de manejar la publicidad en redes sociales y la relación con los clientes.

También me gustó ver como esta familia (ubicada en un barrio que otrora era bastante “marginal”), habían construido en su pequeño terreno, una casa, luego otra para un hijo y una tercera para la hija, quien modificó el garaje para poner un almacén. Esto me trajo recuerdos de mi familia, de amigos y vecinos, donde era muy común que todos los miembros de la familia trabajaran, sea en actividades remuneradas o bien cultivando una huerta en el fondo de la casa o criando gallinas. Hoy en día, o te persigue el BPS o te acusan de explotación infantil.

La otra experiencia que tuve fue la semana pasada cuando decidí regalarme para mi cumpleaños una placa de hierro tallada en plasma para tapar la cuna donde va la leña del parrillero y así frenar un poco el calor. A estas chapas les puedes incorporar figuras, logos o el texto que desees. Yo me mandé hacer un Atlas sosteniendo el mundo, que además de contar con esta practicidad de frenar el calor, tiene un efecto decorativo magnífico cuando ves el fuego a través del Atlas, el que parece cobrar vida.

La empresa está en Atlántida, en otro garaje de una casa particular. Cuando fui a buscar mi regalo (me lo hubieran podido enviar por courier pero preferí ir personalmente), me encontré con un local extremadamente prolijo, muy bien equipado y los muchachos también hacían juego con ese entorno: lucían remeras con el logo de su emprendimiento y ellos estaban bien aseados y presentables. (Abro paréntesis: ¿cómo puede ser que llame la atención cruzarte con un joven prolijo, bañado y peinado? ¿Será que uno se va acostumbrando a verlos mal vestidos, tatuados como si fueran miembros de una mara salvadoreña o más desorganizados que cajón de sastre?).

El tercer caso trata de un joven que vende tunas por Carrasco. Empezó siendo un niño y hoy ya es un adolescente. El negocio lo comenzó el padre una vez que se quedó sin trabajo ya que no tenía un oficio y tampoco idea sobre lo que podía hacer. Pero en su casa tenía varias tunas que él mismo había cultivado como hobby y decidió comenzar a hacer clones para vender. Quiso el destino que este niño le vendiera una de sus tunas a una periodista de televisión y ella le hizo un reportaje que se viralizó. Pasaron varios años y la familia sigue vendiendo tunas y viviendo de ello. 

Como pueden ver, no estamos hablando de emprendimientos que demanden una gran inversión en dinero o capacidades técnicas excepcionales. Tampoco serán empresas que luego se transformen en “unicornios” y salgan en la tapa de los diarios, como Pedidos Ya, dLocal o NowPorts. Se trata sí de emprendimientos que son grandes (más bien enormes) para cada una de las personas que los llevan adelante ya que les permiten vivir de su propio esfuerzo, de desarrollar su creatividad, de manejar sus tiempos, de trabajar en o desde sus casas y hasta generar empleo.

De estos ejemplos hay por miles, pero no se conocen. “Good news, no news”. Por eso la prensa levanta poco estas notas, los políticos no lo tienen entre sus prioridades y las Cámaras Empresariales (que deberían ser las más interesadas en difundir el rol del comerciante en la sociedad capitalista), están más mudas que una estatua.

Tampoco está en la agenda social ni en la agenda política hablar de los trámites, costos y tiempos que lleva abrir y mantener una empresa. El ranking Doing Business del Banco Mundial ranquea la facilidad o dificultad para hacer negocios (desde la apertura de una empresa hasta su cierre) y en el ranking 2020 (último realizado), Uruguay figura en el lugar 101 de 190 países evaluados. La lista la encabezan Nueva Zelanda, Singapur, Hong Kong, Dinamarca, Corea del Sur y Estados Unidos y la cierran: Libia, Yemen, Venezuela, Eritrea y Somalia. Nuestros vecinos del Mercosur están peor que nosotros: Brasil (124), Paraguay (125) y Argentina (126). 

No solo hay que diseñar los trámites de forma “Simple” (que también es el título del libro del Dr. Jerónimo Frigerio, ya comentado en esta columna del 17.12.2020), sino que hay que modificar la legislación laboral y terminar con el absurdo Consejo de Salarios, como si un grupo de funcionarios, sindicalistas y empresarios pudieran fijar el precio de la mano de obra, como Alberto Fernández y Sergio Massa en Argentina, pretenden fijar el precio de cientos de productos “cuidados” y lo único que logran es más burocracia, corrupción y escasez.

El factor más ríspido y del que nadie quiere hablar sobre la dificultad de conseguir ingresos (mediante el trabajo independiente o bajo relación de dependencia) es la falta de capacidad y de buenos hábitos de las personas. Si analizamos las cifras de los graduados de liceo, vemos que el 60% abandonan y del 40% que terminan, un gran porcentaje no entienden un texto básico. Pero como la inmensa mayoría de las empresas no necesitan contratar a un Einstein, al menos que esta gente con poca formación ponga ganas, ponga actitud, ponga deseos de servir y de superarse. Pero parece que esto también escasea por estos lares. 

Sin embargo, vemos que no hay caribeño que haya venido a Uruguay que no consiga generar ingresos. En cambio, hay unos 150.000 uruguayos desocupados, muchos de ellos cobrando subsidios del Mides o recibiendo varios tipos de ayuda de ONG´s, de Iglesias y de bien intencionados samaritanos que no se dan cuenta que “protegiéndolos” de esta manera, lo único que logran es hacerlos más débiles.

Si simplificamos los trámites para los emprendedores y flexibilizamos las leyes laborales para los dependientes (ambos con “ganas” de salir adelante), cualquiera que quiera trabajar (en las condiciones y por el salario que esas personas consideren les resulta beneficioso), podrán hacerlo.  

Y que sean ellos mismos (no la ley ni el decreto) quienes determinen si ese salario es o no justo, si las condiciones laborales son o no son dignas y si nada les sirve, que puedan emprender por su cuenta sin mayores obstáculos.

“No trabaja el que no quiere”, a lo que habría que agregarle: “o al que le ponen obstáculos que lo desestimulan a trabajar o producir libremente”.


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