
Mujica estrenó traje nuevo. Tal vez el primero que usa en su vida. Y no lo hace porque haya cambiado sus usos y costumbres, sino porque quiere agradar a quienes realmente detesta: los llamados "burgueses".
Mujica podrá mudar sus ropas, pero no mudará jamás sus mañas, sus rencores y sus odios. Es un individuo que no cree en el individuo como factotum de una sociedad. Cree en las masas, y cuánto más irracionales y más menesterosas, mejor.
Mujica no cree en la libertad. Está dipuesto a ponerla en un segundo plano en haras de la "igualdad". No cree que la única diferencia entre los hombres sean sus talentos y sus virtudes, sino sus tenencias. Y quiere que todos tengan lo mismo: los que innovan y los que copian; los que arriesgan y los que mueren en un empleo público; los inteligentes y los burros; los emprendedores y los depredadores.
No nos dejemos llevar por las apariencias ni por las frases ocurrentes y graciosas de este trajicómico personaje.
Recordemos que la mona, aunque se vista de seda, mona queda.
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