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miércoles, noviembre 11, 2009

Es sensato dudar del Pepe y su barra - ¿De quien son las armas de Feldman?

POR ADOLFO GARCÉ * ESPECIAL PARA EL OBSERVADOR


Más allá de la comprensible histeria electoral, el tema de fondo planteado por Jorge Batlle es de la mayor importancia. Mirando a las cámaras, con toda seriedad, el ex presidente emplazó a José Mujica y a Julio Marenales a decir, bien claramente, “que no están hoy por los fierros sino por los votos”. Dejemos de lado el ángulo meramente electoral de la intervención de Batlle. Que no se ofendan tanto los frenteamplistas. Que no se desgarren tan aparatosamente las vestiduras los viejos dirigentes del MLN-Tupamaros. La pregunta de Batlle es perfectamente pertinente.

Antes de ir al fondo de la cuestión quiero polemizar con el argumento según el cual no habría que atender la preocupación explicitada por Batlle porque está teñida de cálculos electorales. No estoy de acuerdo. Desde luego, se trata de un actor político. Es obvio que no tiene ninguna intención de colaborar con el triunfo de Mujica el 29 de noviembre. Pero una de las grandes virtudes de la democracia es, precisamente, que hace posible que, especialmente durante la campaña electoral, se pongan de manifiesto todos los potenciales puntos débiles de cada aspirante. Si Batlle, o cualquier otro actor político, en el acierto o en el error, tiene dudas sobre la lealtad del candidato frenteamplista a las instituciones democráticas, este es el mejor momento de comunicarlas a la ciudadanía.

Permítanme dar un paso más en esta línea argumental. Batlle, que es un hombre inteligente e informado, no sabe si creer o no en el compromiso de Mujica con las instituciones democráticas. Tiene buenas razones para desconfiar. Mujica fue uno de los líderes más destacados de la guerrilla. Por eso mismo, la dictadura lo distinguió dándole el pavoroso estatus de “rehén” y sometiéndolo a un trato infame durante todos los años de cárcel. Desde 1985 en adelante, cada vez que se le preguntó sobre si fue o no un error alzarse en armas a comienzos de los 60, dijo que, dadas las circunstancias, la opción había sido la correcta. Es cierto, Mujica ha admitido que la guerrilla cometió algunos “errores”… como el de ejecutar a Pascasio Báez. Pero ha enfatizado que el gran error del MLN-T no fue tomar las armas sino estar derrotado en junio de 1973. Por otro lado, desde que salió de los aljibes de la dictadura, Mujica participó muy activamente en la reconstrucción del MLN-T. Casi nunca faltó a los principales ritos públicos de la organización: el homenaje a Raúl Sendic de fines de abril y la conmemoración de la toma de Pando, cada 8 de octubre. Hasta que, a comienzos de este año, dijo “adiós a la barra chica”, siguió vinculado al MLN-T, una misteriosa organización semiclandestina, cuya estructura, dirección, documentos y actividades cuesta demasiado conocer. Batlle se pregunta si Mujica y Marenales están para las armas o para los votos. No es el único. Hay mucha gente de muchos partidos distintos que se ha venido haciendo durante estos años la misma pregunta. No son “fachos”. Son ciudadanos informados, honestos y sensatos. Por eso, cuando aparece un arsenal y muchos creemos, en el acierto o en el error que, dados estos antecedentes, no es descabellado preguntarse si esas armas podrían estar vinculadas a las andanzas del MLN-T, no es culpa nuestra. No hagan tanto pamento y asuman sus responsabilidades.

La introducción me quedó demasiado larga. Voy al punto central. No es casualidad que mi libro sobre este tema se titule Donde hubo fuego. Esta expresión sintetiza las dos ideas centrales del argumento. La primera es que, como dice el dicho, “donde hubo fuego cenizas quedan”. Uno de los hallazgos de la investigación es que el MLN-T recién terminó de adaptarse a la legalidad y de entusiasmarse, de verdad, con el camino electoral, a medidos de la década del 90. La brasa revolucionaria siguió humeando al menos hasta 1994. La segunda idea, tan o más importante que la primera, es que ya no hay más fuego. Hubo fuego. Fue muy grande y se vio desde muy lejos. El MLN-T fue como una inmensa llamarada, un estallido revolucionario en el lugar más inesperado de América Latina. Hubo fuego. Ya no hay más. Hace al menos 15 años que el MLN-T dejó de ser una organización antisistémica. Es cierto, sigue cultivando la mística y celebrando sus rituales. Pero, al menos desde 1994 en adelante, aunque no le guste admitirlo, la vieja “orga” está al servicio de la estrategia electoral del resto de la izquierda. Según el libro de Alain Labrousse publicado hace un par de meses, lo más extravagante (y censurable) que hace el “aparato” de Marenales es reunir, sistematizar y usar políticamente información sobre personas e instituciones. Pero no están para las armas. En este viraje desde el culto a las armas al entusiasmo por las urnas, José Mujica, el candidato a la Presidencia por el FA, ha sido fundamental. No se preocupe tanto, doctor Batlle: Mujica hace rato que está para los votos. Hubo fuego. Algunas brasas demoraron más que otras en apagarse. Pero ahora, como alguna vez dijo Jorge Zabalza, ni cenizas quedan.

* Adolfo Garcé es magíster en Ciencia Política, docente e investigador en el Instituto de Ciencia Política, Facultad de Ciencias Sociales, Udelar.

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