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domingo, noviembre 28, 2010

Los políticos o los Empresarios: ¿quién debe hacer los cambios?


“Los siete mandamientos del Primer Mundo”

Carlos Alberto Montaner es un escritor y periodista cubano que defiende la libertad, el estado de derecho y el respeto a la propiedad privada, que no es otra cosa que los bienes que adquirimos con nuestro propio esfuerzo.
Compara los países subdesarrollados con los del llamado primer mundo y nos sugiere que esta diferencia está en que estos países siguen 7 “mandamientos” que respetan tales principios.

Soy un convencido que el cambio de la mentalidad de nuestra gente, de una postura reactiva, mediocre y conservadora hacia otra proactiva, pro excelencia y osada, no se va a gestar desde los políticos, ni desde el ámbito universitario, sino que debe gestarse desde el ámbito de la empresa.

La empresa existe para crear valor y también para trasmitir valores. Es dentro de la empresa donde permanecemos la mayor parte de nuestro tiempo útil, donde desarrollamos nuestras habilidades y dónde contribuimos a agregar valor. Si la empresa – y sobre todo los empresarios – no trasmiten los valores correctos, la lucha por el bienestar seguirá postergada.

A continuación cito los 7 Mandamientos de Montaner (pensados para los países y los gobiernos) y los adapto a la empresa, los trabajadores y los empresarios. 

Es probable que usted poco pueda hacer para cambiar las políticas públicas, pero es mucho más probable que usted sí pueda cambiar sus propios hábitos de trabajo y con ellos contagiar positivamente a sus colegas, a sus jefes y hasta los dueños. 

Es mejor que dedique su energía en cambiar SU mundo que en tratar de cambiar el mundo. La segunda alternativa suena más heroica y políticamente correcta, pero la primera es la única sobre la cuál usted puede accionar y por lo tanto sobre la cual puede hacerse responsable. Y es por eso que son pocos los que optan por este camino: el de la responsabilidad individual.

 Primero. La democracia representativa es el sistema más eficaz para organizar el espacio público. De acuerdo con la experiencia, es el modo menos imperfecto de enfrentar los retos comunes.
En muchas empresas no se respeta este principio elemental: no se aplican adecuadamente los mecanismos de Gobierno Corporativo, no se respetan las minorías accionarias y se lidera más a “prepo” y manejos políticos internos que bajo pautas claras. 

Segundo. La economía de mercado es el método superior de crear y asignar riquezas para beneficio del conjunto de la sociedad. Así funcionan los veinte países más prósperos y justos del mundo. No es perfecto, pero es mucho mejor que el modelo económico colectivista basado en las decisiones de los burócratas y en la planificación centralizada.
No todos los empresarios creen en la economía de mercado. Si bien viven dentro de  ella, añoran con tener algún contrato con el Estado, algún beneficio especial o contrato en exclusividad. Se han dedicado muchas más horas para “acomodar el cuerpo” ante los embates intervencionistas del Estado (pidiendo beneficios, protecciones, exoneraciones, etc.) que en la defensa acérrima de la libertad de comercio.

Tercero. La existencia y preservación de los derechos humanos y civiles es la condición legitimadora del Estado. Los Estados son un conjunto de instituciones al servicio de los individuos y no al revés.
En muchas empresas no se respetan derechos mínimos de los integrantes de la empresa, sean empleados, proveedores y hasta socios. El pagar a un proveedor con un diferido para un día viernes y así ganar dos miserables días y que lo cobre el lunes, el no darle un uniforme o herramientas básicas para el trabajo a un empleado (que no le hace un favor a éste sino a los clientes que atenderá) es un acto de una miseria intelectual y una visión tan miope de las relaciones humanas que luego no sorprende la escalada sindical y las represalias de los proveedores. Un verdadero perder – perder, en lugar de un auténtico ganar – ganar.

Cuarto. El respeto por los derechos de propiedad es un elemento esencial de la convivencia. Los individuos tienen derecho a conservar las riquezas producidas con su esfuerzo, imaginación o creatividad y el Estado no puede arrebatarles arbitrariamente el fruto de su trabajo.
Lo mismo sucede en la empresa. Los sindicalistas por un lado pretenden quedarse con el valor agregado que generó el empresario con su idea, su tenacidad para llevarla adelante y su capacidad de asumir riesgos, cosa que el trabajador no aportó ni material ni espiritualmente. Por otro lado los empresarios son muy mezquinos en reconocer los aciertos de sus empleados, no sólo no los premian económicamente cuando hacen algo destacado, sino que ni siquiera tienen unas palabras de aliento para ese aporte diferencial. No es de extrañar que muchos bajen los brazos.

Quinto. Todos los ciudadanos tienen que someterse a la autoridad de la ley, y los gobernantes en primer término. No puede haber impunidad para los poderosos o para los mejor relacionados.
Cada vez se hace más difícil hacerle entender a la gente que en la empresa hay que respetar los reglamentos y las pautas que la empresa se dio a sí misma, que no es otra cosa que la “Ley” dentro de las paredes de la corporación. Todos se sienten con derecho a tener su propio Código y además, pretenden ser también los jueces de sí mismos a la hora de aplicarlos. Por otro lado los dueños de las empresas no respetan las mismas leyes que ellos dictaron: no siguen los procesos que sí les exigen a sus empleados, no respetan los compromisos asumidos con sus socios por aquello de “¿quién manda a los que mandan?”. El Plan Estratégico y los Reglamentos internos deben ser “La Constitución” de la empresa a la que TODOS los miembros deben someterse, empezando por sus dueños. La empresa no son ellos mismos. La empresa es una entidad diferente a la de sus fundadores.

Sexto. Los funcionarios tienen que dar cuenta de sus actos de manera frecuente y permanente. Han sido electos o designados para obedecer a la sociedad en calidad de servidores públicos, no para mandar sobre ella. Son los individuos, organizados en esa fórmula muy laxa que llaman “sociedad civil”, los que deben vigilar a los gobernantes, y no al revés.
Las empresas más exitosas “se rinden cuentas” entre todos sus miembros. No sólo rinde cuentas el cadete frente al Gerente, sino que el propio dueño rinde cuentas de sus actos a sus propios subalternos, puesto que si bien es el que tiene más poder, también es el que tiene más responsabilidad. Si un empleado comete un error grave es probable que pierda su empleo, si el dueño o el Gerente General cometen un error grave, es probable que TODOS pierdan el empleo.

Séptimo. Para corregir los errores del anterior gobierno, es fundamental la oposición constructiva, el pluralismo político y la alternancia en el poder con garantías para todos los actores nacionales que se sujeten a las reglas del juego político.
Cuando en la empresa hay un cambio generacional o un cambio de gerentes o un simple cambio de procedimientos o forma de hacer las cosas, se produce un verdadero tembladeral: cada uno defiende su chacra, se pierden horas y horas en quejas, críticas y fantasías, en vez de poner foco hacia metas comunes. Pero éstas nunca aparecen porque dedican tanto tiempo a destruir y tan poco a construir, que las buenas ideas no aparecen nunca.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tres intiresno, gracias