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lunes, julio 02, 2012

Nuestros Líderes





por Guillermo Sicardi *
pubicado en Búsqueda el jueves 21 de junio de 2012

Si a alguien se le pide que nombre a un líder, el 90% de los respondientes seguramente nombrará a un político. Es que en Uruguay no se conocen otros liderazgos: no hay líderes empresariales, religiosos, académicos o científicos, y recién ahora, Maestro Tabárez mediante, empiezan a identificarse algunos líderes en el deporte.
Liderar viene del verbo inglés “to lead”, que significa, guiar o conducir. Y aquí se plantea el gran tema de fondo que hace a la esencia de una persona, una empresa o un pueblo: ¿quién guía a quién?

Para comenzar, nadie puede liderar a otro, si no se lidera a sí mismo. En Uruguay el 70% de los ciudadanos creen que sus problemas “son culpa ajena”, el 80% prefiere “recibir órdenes a tener espacio para actuar”, el 75% cree que los ricos lo son porque “heredaron, tuvieron suerte o se aprovecharon de otros”. Las personas que no asumen la responsabilidad de sus propios actos, los que le echan la culpa a las circunstancias y los que no tienen metas, no pueden  liderar a nadie, ni siquiera a sí mismos. Dice la Biblia: “si un ciego guía a otro ciego, ambos caerán en el hoyo”.

La relación entre líder y seguidor no debe estar basada en la sumisión de uno al otro, sino en una decisión racional de seguir a quien se reconoce con más experiencia o sapiencia. Pero a causa de nuestras creencias limitantes, los uruguayos no elegimos líderes, sino Mesías, un “sujeto real o imaginario en cuyo advenimiento hay puesta confianza inmotivada o desmedida” para que resuelva todos nuestros problemas.
Es desmedido aspirar al empleo público eterno, al plan Mides, la asignación familiar, el subsidio a la exportación, la licencia paga o salvar el examen sin estudiar.  Y sin embargo, los seguidores lo reclaman una y otra vez, basados en una “confianza inmotivada” hacia ese Mesías, quien recurre -también una y otra vez- a las mismas promesas incumplidas.

Pero esto no es liderar, sino esclavizar. Un verdadero líder guía a otros a quienes también considera líderes: líderes de sí mismos. Los seguidores de un líder político, empresarial o religioso, siguen al líder por convicción, no por conveniencia y jamás por necesidad. Se trata de un pacto entre iguales: empresario con empleado, candidato con votante, predicador con feligrés.

Nuestros líderes son demasiado complacientes con sus seguidores: el político le da a las masas lo que éstas quieren oír, en vez de elevarlas; el empresario no destaca a los mejores para evitar el rechazo de los peores y el docente baja la exigencia, para congraciarse con los mediocres.

Los malos líderes se aprovechan de la ignorancia y los temores de sus seguidores, no para guiarlos, sino para someterlos. Otros, ceden ante sus reclamos y presiones. Por eso Uruguay necesita más líderes; algo así como 3 millones.

Guillermo Sicardi es Abogado, Máster en Administración de Empresas, Director del Instituto de Innovación y Desarrollo Emprendedor de la Universidad de la Empresa y co-fundador de INICIADOR Montevideo, ONG que promueve el “Emprendizaje”: aprender a emprender

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