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jueves, julio 26, 2012

Peor ineptos que corruptos



por Guillermo Sicardi *
Publicado en Semanario Búsqueda el jueves 19 de julio de 2012


“Podremos meter la pata, pero no la mano en la lata”. Con esta frase el Dr. Tabaré Vázquez se posicionaba como “el honesto” gobernante, frente a “los corruptos” rivales de los partidos tradicionales, lo que no sólo le sirvió para ganar las elecciones, sino para ganarse por varios años, la ya predispuesta mente de los consumidores uruguayos (y uruguayas) ante la máxima: “preferible inepto que corrupto”.

No se trata aquí de hacer un análisis político, sino del comportamiento del consumidor y del comportamiento organizacional en las empresas uruguayas, donde la moral (o la moralina) contra la corrupción, es mucho más fuerte que el valor por la eficiencia, la calidad y la buena administración.
Tolerar la ineptitud de un empleado, un Gerente o un Director, no es patrimonio exclusivo de la empresa pública.

Es más común de lo que uno imagina ver cómo se tolera la inoperancia y se la justifica por “la lealtad” del empleado con la empresa, por no saber los jefes cómo actuar ante el omiso, o el temor a las represalias del sindicato.  Sea cual sea la causa, terminan triunfando los ineptos.

Y esta ineptitud “a la uruguaya” es mucho más dañina que la corrupción “a la uruguaya” (generalmente de poca monta y poco vuelo). Cuando en el BHU un Director colorado le hizo una “gauchada” a un correligionario, contratando a un amigote con malos antecedentes, se armó un gran escándalo, pero pocos hablaron del agujero de dos mil millones de dólares que dejó el Banco por la pésima gestión de su management durante años. Lo mismo sucedió con los ciento veinte millones de dólares perdidos por Ancap al comprar una red de estaciones de servicio en Argentina: como no hubo corrupción, el asunto pasó al olvido. Y ahora Pluna, parece que gozará de igual inmunidad.

La calidad en el management no ha sido una de las virtudes más apreciadas por los uruguayos de ahora ni de antes: no se la exigen a los gobernantes y tampoco se la exigen a los privados. Tan es así, que lo vemos reflejado en datos estadísticos recogidos por el Ing. Juan Carlos Doyenart de Interconsult. Ante la consulta sobre lo que más priorizan los uruguayos en su trabajo figuran: primero la seguridad, 2) el salario, 3) el compañerismo, 4) los beneficios, 5) las directivas claras, 6) la capacitación y en un último lugar 7) la autonomía para tomar decisiones.

Algo similar sucede con los valores que los padres consideran “prioritarios” para la educación de niños y jóvenes: la solidaridad (31% de menciones), honestidad (26%), criticidad (25%), trabajo (20%), creatividad (18%) y emprendedorismo (13%). Es decir, que los uruguayos prefieren que sus hijos sean tres veces más solidarios que emprendedores. Y por “solidaridad”, pocos entienden que se trata de una “Adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros” y muchos entienden que se trata de  “callar ante el que roba” (para no ser “buchón), u “ocultar los errores de un compañero” (en vez de corregirlo).

Estamos adormecidos. Nos han hecho creer que los ineptos son unos “pobres buenos tipos”, que no hacen daño y hasta merecen recibir nuestra misericordia, como si la ineptitud fuera una condición natural y no una decisión racional de no hacer, de no esforzarse, de no querer superarse. Y eso es lo que premiamos en empleados, en alumnos y en gobernantes.

Nada más vigente que las palabras de José Ingenieros, escritas hace más de 100 años en “El Hombre Mediocre”: La psicología de los hombres mediocres se caracteriza por la incapacidad de concebir una perfección, de formarse un ideal. El horror a lo desconocido los ata a mil prejuicios, tornándolos timoratos e indecisos: nada aguijonea su curiosidad, carecen de iniciativa y miran siempre al pasado”.

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