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viernes, diciembre 16, 2022

Atraso cambiario y competitividad.


Atraso cambiario y competitividad.
por Guillermo Sicardi | Semanario Búsqueda | jueves 8 de diciembre de 2022.


El dólar en Uruguay está muy barato. Esto es divertido para el que quiere viajar o importar chucherías, pero es pésimo para ser competitivos y así poder vender milanesas directo a la góndola de un supermercado en Estados Unidos o Europa, en vez de exportar los porotos de soja a granel. Los ejemplos pueden seguir con otros alimentos y productos industriales, pero no somos competitivos. ¿Por qué?

El economista e ingeniero agrónomo Luis Romero Álvarez lo explica claramente en su podcast La batalla de las idas en Spotity, que aquí tomo como base para esta columna.

El dólar está atrasado. No tiene mucho sentido que la moneda estadounidense se esté fortaleciendo contra otras monedas “fuertes”, como el Yen japonés o el Euro y pierda valor frente al debilucho peso uruguayo. Algo huele mal. Es como cuando uno viajaba a Estados Unidos o Europa y todo nos parecía barato. El “dame dos” (sin siquiera preguntar precios), fue muy divertido mientras duró. Pero la resaca posterior a la fiesta del dólar barato nos tuvo varios años con terribles dolores de cabeza. Hoy, ¿la historia vuelve a repetirse?

El precio del dólar no se forma en Uruguay por “la mano invisible del mercado”, sino por intervenciones estatales directas o indirectas. Como el Estado uruguayo es un gastador serial y siempre tiene déficit fiscal (gasta más de lo que ingresa por impuestos), recurren a tres elementos para cerrar las cuentas: 

1) endeudarse en dólares, con lo cual ingresan dólares a la economía y por un tema de oferta y demanda, al haber más oferta de dólares, su precio baja. 

2) cobrar más impuestos, cosa que hizo el Frente Amplio y hoy es casi imposible pensar en aumentar la carga tributaria, porque tendría un efecto contrario: a más impuestos, más evasión, menos actividad y menor recaudación (técnicamente se conoce a este fenómeno como la curva de Laffer). 

3) imprimiendo pesos desde el Banco Central para pagar sueldos y gastos. Pero si se pasan de rosca con la “maquinita”, generan inflación y para frenar la inflación (que el propio Estado provoca), buscan “esterilizar” ese efecto, ofreciendo papeles públicos (como letras de tesorería) y pagando tasas de interés muy altas, para así estimular a la gente a “sacarse los pesos de encima”. Otros, atraídos por tales tasas, venden sus dólares para pasarse a. pesos y con eso el precio del dólar cae nuevamente. 

Otra manera de ganar competitividad es abriendo la economía al mundo, cosa que el presidente Lacalle Pou está procurando hacer, aún contra la voluntad encerrona y sesentista de nuestros malos socios del Mercosur.

Una economía abierta, con bajos aranceles, fomenta la importación y esas importaciones se pagan con dólares, por lo cual, al demandarse más dólares para importar, su precio tendería a subir. Además, si no queremos que todas nuestras industrias se fundan, van a tener que ser competitivos a fórceps y en vez de buscar rascarse en el palenque del Estado, pidiendo aranceles altos, barreras no arancelarias, sustitución de importaciones, subsidios u otros mamarrachos que han fracasado durante décadas, deberán ser competitivos en serio: bajar costos, mejorar la calidad de los productos y tener una mano de obra eficiente y eficaz.

Esto llevará naturalmente a hacer dos reformas que ningún político quiere hacer: la reforma del Estado, no sólo bajando gastos e impuestos que se cargan en los productos que consumimos localmente o en los que pretendemos exportar, sino también eliminando burocracia, trámites, controles, permisos y papeleos que no sirven para nada más que para alimentar al propio Leviatán. 

Y la otra reforma es la reforma laboral, ya que la mano de obra uruguaya es cada vez más cara y menos productiva. Basta hablar con cualquier arquitecto o constructor y preguntarle cuántos metros cuadrados de pared levantaba un albañil en un día hace 20 años y cuanto levanta hoy. Por eso el costo del metro cuadrado en Uruguay es más alto que en Miami. Un absurdo.

También el Estado debe permitirle a las AFAP´s (que recaudan miles de millones de pesos) a que puedan invertir parte de ese dinero en bonos soberanos o acciones triple A en Estados Unidos o Europa, ya que si las AFAP´s salen a comprar millones de dólares para hacer estas inversiones en el exterior (como lo hacen los fondos de pensiones más serios del mundo), eso llevará a demandar dólares y su precio subirá.

Otro factor que nos hace poco competitivos es el costo de la energía. Mucho verso con las energías renovables, con el precio paridad de importación de los combustibles y con el futuro del hidrógeno verde, pero lo cierto es que la factura no baja sustancialmente. 

Desde hace unos años Uruguay viene surfeando las olas con muy buena suerte: como tenemos una excelente tradición de buenos pagadores (casi arruinada en el 2002 por Tabaré Vázquez y el Frente Amplio que pedían el no pago de la deuda externa y así caer en default), conseguimos dinero prestado a buenas tasas, pero dinero prestado al fin. Esto es patear el problema a futuro, porque, algún día, las deudas hay que pagarlas. 

La otra suerte que hemos tenido es la gran demanda por alimentos y “commodities” que Uruguay produce en forma muy eficiente, lo cual ha permitido que ingresen miles de millones de dólares por la venta de soja, trigo, carne, arroz o lácteos; pero esta fiesta algún día se va a acabar, o, al menos, la música que la anima no va a ser tan alegre.

Uruguay tiene que ser competitivo. El gobierno parece querer ir por esta senda de competitividad, pero seguramente encuentre muchos contras. Empecemos por tomar acción sobre el tipo de cambio y la apertura de la economía. Una vez en el baile, tendremos que bailar. Y aunque sea con la más fea (por culpa de no haber tomado las decisiones que hay que tomar), luego veremos que esta rana fea se convertirá en princesa. Como le pasó a Nueva Zelanda. No lo hicieron de la noche a la mañana, pero lo hicieron muy rápido y muy bien. Nosotros también podemos.



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