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viernes, diciembre 16, 2022

Gramsci en Uruguay.


Gramsci en Uruguay.

por Guillermo Sicardi | Semanario Búsqueda | jueves 15 de diciembre de 2022.


Nadie se explica cómo, a pesar del enorme fracaso que ha sido el socialismo en todo lugar donde se lo ha aplicado, sigue gozando de buena salud. Todos creíamos que con la caída del muro de Berlín y la implosión del comunismo ruso, el fracasado régimen dictatorial iba a fenecer para siempre, dejando por el camino miseria, persecuciones políticas, falta de libertades y 150 millones de muertos. Sin embargo, resurgió como el ave Fénix.

Pero Juan Pedro Arocena, en su reciente libro: Gramsci, su influencia en el Uruguay, nos da varias respuestas para explicar este fenómeno.

Primero, hace una clara síntesis ideológica entre el marxismo y el gramscismo, las discusiones teóricas dadas por el comunista Rodney Arismendi y un racconto histórico sobre cómo la izquierda logró “acumular fuerzas”, juntando políticos, estudiantes, obreros, sindicalistas, artistas, murguistas y cuanto otro grupo o grupúsculo que se percibiera como “débil”, para explicar que su desgraciada situación era por culpa del “capitalismo salvaje”. ¡Unos magos!

Gramsci, comunista italiano que escribió sus “cuadernos” desde la cárcel, sostenía que la revolución y la conquista del poder no se iba a conseguir por las armas, sino copando todos los espacios que hicieran a la “cultura” de una sociedad: la educación, las manifestaciones artísticas (el canto popular, la murga, el deporte), el apegarse a causas “nobles” (defensa de los negros, los homosexuales, los pobres) e imponiendo un nuevo lenguaje, al mejor estilo 1984 de George Orwell.

Dice Arocena: “Finalmente pululan un sinnúmero de banalidades semióticas, tales como el uso o no de la corbata, el pelo corto y el rostro afeitado o la melena y la barba, el lenguaje tradicional o el inclusivo, la presentación formal o zaparrastrosa, tender a un relacionamiento respetuoso o irrelevante, los gustos y aficiones de predominantes tradiciones nativistas o murguista. carnavalera. Los factores aglutinantes escasean y son también triviales: la celeste, el asado y el mate, aunque el consumo indiscriminado en todo tiempo y lugar de esta infusión, es también un ridículo privilegio de exageración identitaria propia de la izquierda”. El “muro de yerba”, al decir de Francisco Faig.

Todo esto lleva a la banalización y a la radicalización de cualquier idea, prefiriéndose el ataque a las personas que a las ideas (falacia ad hominem), lo que hace a las masas cada vez más estúpidas y maleables. Y eso es lo que busca la izquierda: siervos y no ciudadanos, seres dependientes y no independientes, débiles y no fuertes.

Se trata de una verdadera “batalla cultural”, que la izquierda ha sabido dar con inteligencia, paciencia, perseverancia y también sin pudor ni códigos éticos ni morales. Todo vale para denostar al “enemigo” y llegar al poder. Y una vez en él, hacer todos los desastres a los que nos tiene acostumbrados la izquierda, para lo cual basta ver los retrocesos en Cuba, Venezuela, Nicaragua, Argentina y la lista continua.

Por esto y mucho más, es importante leer el libro de Arocena y entender cómo Gramsci ha permeado en nuestra sociedad ante la “debilidad de un auditorio penetrado por su silencio, su orfandad de fundamentos, su temor al ridículo, su desprevenida indefensión, su propensión a asumir como propio y sin pasar por ningún tamiz, todo lo que se presenta como bondadoso y justiciero”.

Y también han contado con la complicidad de una oposición timorata, una academia cobarde y un empresariado prescindente de la cosa pública.

Las advertencias están hechas. Los trucos de estos magos han sido develados. Es hora de actuar en consecuencia.



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