También recuerdo que hace unos 15 años atrás, se propuso a la población vender Antel, por unos 2 mil millones de dólares. Pero los mismos frenteamplistas que hoy dirigen Antel y fundamentalmente sus empleados públicos, se opusieron a tal operación acusando a sus promotores de “cipayos del imperialismo yankee”, “vendepatrias” y hasta se sumó algún otro oportunista en busca de votos fáciles que recomendó “no vender las joyas de la abuela”.
También recuerdo el argumento del Dr. Jorge Batlle: era tecnológico, no ideológico. Decía que la tendencia mundial era por las redes inalámbricas, que la telefonía fija con sus kilómetros de cables de cobre era cara y obsoleta y que Antel no tenía destino propio si no se vendía o se asociaba. También clamaba por abaratar los costos de las conexiones telefónicas y más que nada de la Internet, herramienta fundamental si las hay para un país chico como el nuestro que permitiría a su población a estudiar, trabajar y comerciar con el mundo entero sin movernos de nuestro “paisito”.
Singapore figura en lugar Nro 1 de la lista de países que más facilitan el hacer negocios. Nueva Zelanda es el Nro.2. Uruguay, como siempre, a mitad de tabla. (vea www.doingbusiness.org ). Y no estamos a mitad de tabla por culpa del imperialismo o por ser víctimas de intereses transnacionales. Estamos a mitad de tabla por nuestra propia culpa.
En los países que crecen se prioriza al individuo, al emprendedor. En los países estancados, como el nuestro, se prioriza al burócrata. Ellos admiran a los empresarios exitosos porque crean fuentes de trabajo, innovación y riqueza. Nosotros los odiamos, los envidiamos y hasta consideramos “enemigos de clase”. Ellos apoyan las iniciativas individuales, nosotros las iniciativas colectivistas. Ellos apuestan al trabajo intelectual, nosotros al trabajo manual. Nos encanta ganarnos el pan “con el sudor de nuestra frente” pero sería mejor ganarlo “con la fricción de nuestras neuronas”.
Es imposible pensar en el tan mentado “país productivo” si no se incorpora la tecnología en forma masiva en toda la población, poniendo el foco en el individuo y no en los corporativismos. El fanatismo ideológico como el religioso, lo único que logran es atrasar el desarrollo de los pueblos. Y Uruguay, sólo en este tema, ya lleva 15 años de atraso. No es un tema de ideología, es de tecnología. Pero el fanático, no sabe distinguir lo uno de lo otro.
Dr. Guillermo Sicardi, MBA
gsicardi@adinet.com.uy
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