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jueves, mayo 08, 2008

Nuestro enemigo, el trabajador exitoso


Por Daniel Ferrere para El Observador - Mayo 8 de 2008.

En la nota anterior al 1º de mayo dijimos que los sistemas de impuesto a la renta plantean tres problemas para los países en desarrollo. Primero, el impuesto a la renta desestimula el esfuerzo productivo, y algunos países en desarrollo tienen graves problemas de ese tipo. Segundo, lo que los países en desarrollo quieren es estimular las inversiones concediendo exoneraciones, como hicieron los desarrollados en su tiempo. Pero eso, en un sistema de renta universal que supone el intercambio de información, tiende a ser neutralizado por los países inversores. Y dijimos finalmente que si se trata de evitar este efecto gravando solo la renta local, se termina destruyendo la misma equidad que se quería obtener.

Hoy nos toca bajar a tierra. Veamos entonces lo que hemos hecho en Uruguay.

Nuestro país tiene un problema serio de inversión. La tasa de inversión de los uruguayos es la segunda mas baja de América Latina. Tenemos un grave problema de espíritu de empresa. ¿Cómo tratamos, entonces, a quienes se esfuerzan por mejorar y por ganar dinero? Le aplicamos un impuesto a la renta personal. Y lo hacemos de forma de no dejar dudas sobre lo que pretendemos. Cuánto gana usted, ¿US$ 2.000 por mes? ¿Y cuánto puede ahorrar, 10%? Allí tiene usted su tasa. ¿Y si gana más, y puede llegar a ahorrar 25%? Otra vez, esa será su tasa. No vaya a ser cosa que uno pueda guardar algo, y dejar de ser dependiente.

Pero hay más. Se aplicó el impuesto de un solo golpe, sin anestesia. Ningún país aplica un impuesto del orden del 25% de un solo golpe. La economía arbitra todo, y los precios al final se acomodan. Pero si se va de cero a 25 en un instante, no hay posibilidad de adaptarse. Hacer eso de un solo golpe es un mensaje, además de un gravamen.

El régimen del impuesto, además, complementa el mensaje. Porque el trabajador aspirante a empresario no puede deducir nada. Si logra ahorrar algo y lo invierte, no puede deducir esa inversión de sus impuestos. Si lo que arriesgó lo pierde, no puede deducir la pérdida. Si pierde un año y al siguiente gana, no deduce la pérdida del primer año, pero paga por la ganancia del segundo. Cuanto más difícil dejar de ser asalariado, mejor.

En todos los sistemas de impuesto a la renta, además, a las personas se les permite deducir ciertos gastos a largo plazo que hacen bien a la sociedad. Normalmente se puede deducir la financiación de una vivienda, o los gastos de educación de los hijos. Acá, por supuesto, eso no se puede.

El mensaje a nuestro esforzado trabajador no termina allí. Cuando se propuso imponer el IRPF se dijo una y otra vez que el propósito no era fiscalista, y que si la recaudación subía se rebajarían otros impuestos. Pero desde 2004 a 2007 la recaudación subió 26% en pesos constantes, y de rebajas ni hablar. Claro que el IVA bajó 1%, pero el IRPF subió 25%. También se dijo que se iba a eliminar el Impuesto al Patrimonio. Pero ahora nos enteramos que se va a eliminar en el año 2025. Eso también es un mensaje a nuestro trabajador exitoso. Porque IRPF e IPAT gravan dos veces la misma cosa. Cuando uno gana dinero, paga el IRPF sobre lo que gana. Y si no lo gasta todo y lo invierte en una casa, en un auto, o el depósitos bancarios, eso se transforma en patrimonio, que enseguida es gravado de nuevo, a tasas que llegan al 2,75% anual. Y aún a una tasa más normal, del 1,5%, eso supone un gravamen adicional del entorno del 25% sobre una renta del 5%. Si usted ahorra, paga dos veces.

Y la cosa sigue. Nuestro trabajador exitoso puede llegar a vivir en la zona costera. A ese, entonces, hay que revaluarle la Contribución Inmobiliaria, y aplicarle tasas progresivas, una especie de IRPF adicional a los dueños de ciertos inmuebles. Un IRPF al cubo, en realidad, porque el IRPF al cuadrado sería el IPAT.

Nuestro contribuyente, además, puede afiliarse a una mutualista privada a una tarifa privada normal. Pero como gana más que lo que necesita para subsistir se le aplica un aporte al FONASA de hasta el 6%, muchas veces superior a lo que pagaba antes a la misma mutualista, que viene a ser un IRPF a la cuarta.

Lo que queremos enfatizar con todo esto, es que no solo la tasa o la recaudación lo que importa. Algunos de mis colegas la han calculado, y es mayor que la de muchos países desarrollados. Pero tan importante como lo anterior es el mensaje: “Señor trabajador exitoso, a usted no lo queremos ni apreciamos. Y se lo hacemos saber acumulando impuesto sobre impuesto, de modo que no le sobre nada”. Los trabajadores exitosos reciben el mensaje. Y emigran.

Pero ¿no debería nuestro pobre trabajador ser más solidario, y aceptar esta situación como un sacrificio necesario para un país más equitativo? Veamos, entonces, como lo tratamos en materia de equidad. Nuestro trabajador paga mucho porque trabaja mucho. Pero si hubiera heredado propiedades y viviera de rentas, pagaría la mitad que lo que paga el que trabajara. Y si hubiera colocado el dinero a interés en pesos, pagaría mucho menos, el 3 % anual. Y si hubiera colocado la plata en Letras de Tesorería en UI, ganaría sin trabajar y no pagaría nada. Ningún impuesto. ¿Alguien se anima a sostener que esto tiene algo que ver con la equidad?

Si comparamos lo anterior con el análisis teórico que hicimos en la última nota, vemos la razón fundamental de nuestra oposición. El IRPF tiene todo lo malo del impuesto a la renta, y nada de lo bueno. Logra desestimular el espíritu de empresa, estimular la emigración, y ser profundamente inequitativo, todo al mismo tiempo.

Nadie puede dudar acerca de nuestra opinión. Pero como criticar es más fácil que proponer, y vale mucho menos, la semana que viene trataremos de explicar por qué un sistema que reduzca significativamente el rol del IRPF, y se apoye más en otros impuestos, resultaría mucho mejor para el Uruguay.

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