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sábado, abril 07, 2012

Es el libre mercado, estúpidos


Durante la campaña por las elecciones de 1992, George Bush (padre) tenía todas las chances de ser reelecto, venía de terminar la Guerra Fría y ganar la Guerra del Golfo, llegando a tener un 90% de popularidad. Bill Clinton era el contendiente y buscaba argumentos sólidos para derrotar a su rival. Su jefe de campaña anotó tres: cambio vs. más de lo mismo, el sistema de salud, y “la economía, estúpido”. La frase “es la economía, estúpido” se popularizó rápidamente y fue parafraseada para remarcar cosas evidentes como “es la matemática, estúpido”, “es la seguridad, estúpido” o “es el educación, estúpido”.

Carlo Cipolla, historiador económico italiano, clasifica a los individuos en “Inteligentes” si buscan su propio beneficio y el de los demás y en “Estúpidos”, si sus conductas les provocan un daño a sí mismos y a su vez, perjudican a otros.
Cuando Argentina cierra en sus fronteras para “proteger la industria nacional” e impedir  importaciones desde Uruguay y otros países, comete una estupidez: perjudica a sus ciudadanos (a quienes obliga a comprar productos peores y más caros), a la vez que perjudica a los emprendedores uruguayos (que no pueden vender productos mejores y más baratos). 

Todo lo que atenta contra el Libre Mercado, contra la libertad del consumidor a elegir qué y cuánto consumir, y contra la libertad de los emprendedores de organizarse para satisfacer esas necesidades, es una reverenda estupidez. El emprendedor busca su beneficio personal, pero sólo lo encontrará si logra darle un beneficio a sus potenciales clientes, de lo contrario, nadie le comprará. 

Por eso fue una estupidez darle el monopolio a Conaprole para vender sus productos en exclusividad en Montevideo, obligándonos a consumir un Yogurt agrio y mal envasado e impidiendo a empresas como Claldy, Prili o Danone, ofrecer sus productos en la Capital. Esa “protección” a Conaprole lo único que logró fue dormir su espíritu emprendedor. El cambio de aquel simplote yogurt a sus actuales exquisitas variedades, se logró gracias al libre mercado y a la sana competencia, que azuzó los talentos emprendedores de sus miembros, adormecidos por el monopolio proteccionista.

El problema principal de Uruguay no es Argentina y sus “transitorias” medidas proteccionistas, sino que el gran problema es que nuestros gobernantes latinos no creen en el Libre Mercado, no creen en el capitalismo, no creen en la figura del emprendedor como factótum de la sociedad, ni en la libertad de cada ciudadano para dirigir sus propias vidas. Por eso apelan a un “Estado paternalista” que “redistribuya las riquezas”, que nos “regale” educación, salud y vivienda (aunque de pésima calidad), en vez de “eliminar obstáculos al crecimiento”, que es justamente lo que se encarga de medir el Ranking Doing Business del Banco Mundial, donde Uruguay sale muy mal parado.

Parece que los estatistas de ayer, de hoy y de siempre, están entendiendo -gracias a Argentina-  las bondades del libre mercado y los perjuicios del intervencionismo. A ellos les decimos: aprendan la lección de una vez: quienes generan riqueza y prosperidad son los emprendedores y éstos necesitan un buen sistema donde nacer y crecer. Ese sistema “es el libre mercado, estúpidos”. Algún día se tenían que avivar. 

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